Hay dos maneras de ver este cambio. Se puede decir que el régimen del sector privado es un régimen razonable y que por tanto, la igualación es razonable. O se puede decir que el régimen del sector privado no era bueno respecto del interés del trabajador y que la igualación es un retroceso.
Lo cierto es que no es posible dar una visión objetiva y absoluta del asunto. Ambas ópticas parecen igual de válidas. No obstante eso, vale también aprovechar la oportunidad de manifestar con algo más de fundamento una de esas ópticas.
Por definición, una enfermedad no es algo que se desee tener. Perder tres jornales por un evento no deseado y que, en la mayoría de los casos, es imposible de prevenir o controlar, tiene aspecto de ser un castigo injusto: un castigo por algo que uno no quiso ni produjo. En ese sentido, extender este régimen a todos los trabajadores, no parece tener una lógica de avance en los derechos de los trabajadores, sino que termina siendo la extensión de un régimen que, en principio no lo tildaríamos de malo, pero que bueno tampoco es.
No me gusta la visión que algunas personas públicas, políticos principalmente, manifiestan en cuanto a que es justo que los públicos se igualen a los privados, dejando entrever una lógica de resentimiento y envidia hacia los funcionarios estatales, a los cuales se les ataca, una y otra vez, con el calificativo despectivo de privilegiados. ¿Quién podría festejar que estamos ahora todos igual de mal? Esa lógica de igualar para abajo es una franca evidencia de mediocridad mental. Ese despecho de que como yo tengo estas dificultades, espero que todos las tengan también, así yo ya no me siento tan mal en referencia al otro.
Si lo que se busca con el cambio es evitar los abusos, creo que se apunta en una dirección equivocada.
Desde que ingresé a trabajar en la función pública en noviembre de 2008 han transcurrido 2900 días hábiles (hasta agosto 2020) de los cuales únicamente en 28 oportunidades tomé licencia médica. Si se me hubiera aplicado el descuento de los primeros tres jornales hubiera perdido 10 de esos 28. Diez jornales en 2900 no parece una gran pérdida, pero es pérdida al fin. Y en vista de mis números, no se puede siquiera sospechar de un uso abusivo del régimen. Y como es mi caso, es la generalidad. Y si hay una estrecha minoría que abusa del régimen, los culpables no somos todo el resto. Los culpables son, precisamente, los que hace décadas no se les cae mejor idea que referirse despectivamente a los funcionarios públicos porque eso les genera votos en el grueso de una población desinformada y, si se me permite la expresión informal pero altamente ilustrativa, manijeada.
Atentamente,
Emanuel
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