En una situación trivial en el tránsito, ante el aviso de que estaba a punto de chocar al auto contiguo, conducido por una madre que transportaba a sus hijos a la escuela, un conductor reaccionó amenazándola con un arma de fuego. “Vamos en un camino sin retorno”, lamenta la madre amenazada.
Esta mañana, mientras llevaba a mis hijos a la escuela, tuve un problema en el tránsito. Pese a lo tedioso que pueda sonar, paso a relatarlo para dar cuenta de su dimensión.
Estaba parada detrás de un auto, esperando para cruzar una importante avenida. El auto que estaba adelante del mío comenzó a dar marcha atrás. Como su parte trasera estaba muy cerca de mi puerta, le toqué bocina como aviso. Pero el otro conductor seguía retrocediendo y, cuando estaba a 10 centímetros de tocar mi auto, simplemente estiré la mano y golpeé suavemente su auto con el único fin de llamarle la atención. Para mi sorpresa, el conductor se asomó por la ventana derecha y me amenazó con un arma de fuego.
Me pregunto qué lleva a una persona a amenazar con un arma a una madre con sus hijos, por una incidencia en el tránsito. ¿Qué recogen mis hijos de esta experiencia? ¿Qué hubiera pasado si se produjera el choque? Esa persona ¿pensó en el daño psicológico que podía estar causando?
Este triste episodio no es culpa de Bonomi, de la policía ni de la marginalidad. Es una cuestión cultural que demuestra lo mal que estamos como sociedad. Parecería que vamos en un camino sin retorno hacia la violencia, la pérdida del respeto hacia los demás, y la verdad es que no sé cuál es la solución.
Laura Illescas
Vía correo electrónico
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