La audiencia opina…

Apreciaciones etimológicas a partir de dichos en La Tertulia

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Señor Emiliano Cotelo:

Mi nombre es Diego Sanguinetti. Escucho a menudo “En Perspectiva”, especialmente algunas tertulias y las mesas de análisis internacional y político. Soy profesor de español, he dado clases en el I.P.A., en la Universidad de la República, en Secundaria, y estuve a cargo de los cursos de Lengua y Literatura Latina en la Scuola Italiana durante dieciséis años.

Me he dedicado a estudiar –“observar” sería mejor– las palabras, que me resultan fascinantes, y especialmente su historia (la expresión “historia de las palabras” me resulta preferible a etimología). Qué significa tal palabra griega o latina hace dos mil y pico de años; qué significan los derivados actuales de esa palabra griega o latina; y qué distancia y qué recorridos hay entre aquellos significados y estos. Las respuestas a estas preguntas suelen ser muy interesantes. Cada palabra está llena de palabras que no se pronuncian.

Seguramente se pregunte a qué se debe que me dirija a usted a través de esta carta. Recién empezada la guerra entre Ucrania y Rusia, Grompone, en una tertulia, mencionó que en español Ucrania se escribe con la “i” después de la “n”, pero que en otros varios idiomas (ucraniano, por ejemplo) esta “i” va adelante de la “n”. Ese comentario me llevó a buscar esta palabra en un diccionario etimológico en el que constan nombres propios (de personas, de países, de ríos, de montañas…). “Ucraina” es una palabra rusa (así como “ruso” es una palabra escandinava) formada por la raíz indoeuropea “krai”, que alude a las ideas de ‘borde, orilla, margen, frontera’, y se puede traducir, digamos, como “en la frontera”, ya que designaba, en el siglo XII según el diccionario, a las provincias rusas fronterizas con Polonia.

Así, “Ucraina” conserva la forma etimológica, con la “i” adelante de la “n”, y por esto se podría pensar que es el nombre correcto, pero las lenguas están atravesadas por la arbitrariedad, por la imprevisibilidad. Por otra parte, el ruso integra el grupo de lenguas indoeuropeas, igual que el griego y el latín. La raíz “krai”, con aquellas alusiones a las ideas de ‘cortar, separar’ (por eso designa un borde, una frontera), aparece también en palabras griegas y latinas que permanecen en español: “crisis”, “crítico”, “criterio”, “cerner”, “discernir”, “crimen”, “discriminar”, “discreto”, “secreto”, “escribir”, “carne” y varias más. Todas de la misma familia que “Ucraina”.

En otra tertulia, una acerca de unos dichos de la senadora Bianchi sobre la independencia del poder judicial, Martín Bueno dijo que los jueces no hacen justicia sino que aplican el derecho, palabra más palabra menos. Este comentario, repleto de filosofía del derecho, me recordó la historia de la palabra “juez”, que deriva del latín “iudex”, formada por “ius” (‘derecho’) y “-dex” (una variante de “dicere”, que significa ‘decir’). Así, el juez es el que “dice el derecho”. ¿Qué pasó entre medio para que hoy se espere de los jueces más justicia que derecho? Todo esto me trajo a la memoria los dos últimos capítulos de “Alicia en el país de las maravillas”, durante los cuales sucede una parodia de un juicio en el que la reina ordena que se ejecute la sentencia antes de que se pronuncie el veredicto…

En otra tertulia más, después de que asumiera Lula esta última vez, Grompone, de nuevo, mencionó algo acerca del parecido entre las palabras “indio” e “indígena”. “Indio” deriva del nombre, en sánscrito, del río Indo, en el norte de la India. El nombre de este río, a su vez, proviene de una raíz qué significa ‘río’, como el Rin, en Europa, cuyo nombre también proviene de una raíz qué significa ‘río’ (aquel mismo diccionario). En cambio, la palabra “indígena” proviene del latín: “inde” (‘de este lugar’) y “-gena” (variante del verbo “gignere”, que significa ‘engendrar’). Así, un indígena es alguien “engendrado en este lugar”. “Indio” e “indígena” serán parecidos, pero “parecido”, en el fondo, significa ‘diferente’.

Por último, hace unos días, Harari hizo un comentario acerca de la historia de la palabra “escrúpulo”, que es un diminutivo latino y no griego (a propósito, el cuerpo está lleno de estos diminutivos: clavícula, óvulo, testículo, rótula, vesícula…). Ahí fue que pensé en redactar estas líneas y en hacérselas llegar, Cotelo. Dice Borges, en una conferencia titulada “La ceguera”, que dos es una coincidencia, mientras que tres es una confirmación; mi cautela me hizo esperar hasta el cuatro.

Le mando un saludo cordial.


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