Héctor solo pretendía que se anunciara el número de lote de cada pieza que se ponía a remate, para cotejar los apuntes que había efectuado en la exposición de los días previos. Pero al rematador le molestó el pedido, que incluso había secundado otra persona del público. Se trataba de un remate judicial por orden de la Dirección Nacional de Aduanas. Tal la denuncia que difunde y resumimos a continuación.
Sres. del Registro Nacional de Rematadores
Héctor Eduardo Gil Velázquez, C.I. 1.223.959-8, concurrí al remate judicial aduanero realizado el 15 de noviembre de 2016 en Remate Narvaja, a cargo del rematador Germán Di Cicco. El día anterior había concurrido a la exposición para estudiar los productos y tomar notas sobre ellos, porque soy discapacitado visual (certificado con documentación pública al amparo de la Ley de Discapacidad 18651).
Solicité a una chica que trabaja entre el público que pidiera al rematador que anunciara cada número de lote, para poder seguirlo con mis anotaciones. De no tener el número de lote antes de que el rematador lo voceara, me quedaba poco tiempo para identificar el producto, su estado y hacer una oferta. La chica se lo dijo al rematador, éste refunfuñó y solo dio el número del siguiente lote.
Unos minutos más tarde, un joven que oyó mi pedido y también traía sus anotaciones tomadas antes en la exposición, y que parecía ser habitué del lugar, reclamó al rematador por su nombre que por favor dijera el número de los lotes antes de la descripción. El rematador le respondió que no estaba acostumbrado y así le era más fácil; el muchacho le recordó que yo era discapacitado visual, que lo había solicitado unos minutos antes y que no lo estaba haciendo. Di Cicco refunfuñó nuevamente e identificó sólo dos o tres lotes siguientes. Luego, cada 15 o 20 minutos daba el número de un lote.
Al día siguiente fui a pagar y retirar la mercadería que compré. En esa ocasión le reclamé a la señora que me cobró sobre el asunto, y además le comenté que, siendo productos de decomiso de aduana, muchos de los cuales estaban en sus envases originales con protección sellada térmicamente en fábrica, me parecía malo que para exponerlos se rompiera los envases originales y se los sacara de las cajas, lo que les quita valor para su venta en plaza. Yo compré piezas de cerámica muy delicadas, de alto costo, y para ofrecerlas Di Cicco las sacó de sus cajas y las golpeó sobre la mesa, según él para demostrar que eran macizas.
El rematador, que estaba a un par de metros, me gritó que él estaba en su casa y hacía lo que quería, que si no me gustaba fuera a comprar a otro lado. Le expuse sobre la ley de discapacidad y la Institución de Derechos Humanos y me gritó algo así como que lo denunciara donde quisiera, que le importaban un bledo la ley de discapacidad y los derechos humanos. Le expliqué que, aunque estuviera en su casa, estaba cumpliendo una función pública en un remate oficial, ante lo cual hizo un gesto como para indicar que ni me escuchaba. Otra persona de su relación quiso intervenir en la misma actitud que el señor Di Cicco.
No me sorprende demasiado. Toda la sociedad me ignora: no me dan asiento reservado en el bus, incluso las damas reclaman que ellas pagaron su boleto; se llevan por delante mi bastón, etcétera, etcétera. Pero esto me parece “un poco mucho”, dado el servicio público que cumple el rematador.
Por lo indicado anteriormente, y estando a la orden para cualquier aclaración o ampliación, y contando además con testigos en el remate,
SOLICITO:
Se me informe cómo proceder respecto a la habilitación y título del mencionado rematador de quien, en conversación telefónica con la Asociación, supe que ya tiene antecedentes de inconductas e improperios.
La expulsión de sus registros por inconducta.
Nota: Como ya lo he adelantado telefónicamente, también solicitaré a la Oficina de Remates de la Dirección Nacional de Aduanas que sea excluido de los remates oficiales.
Héctor Eduardo Gil
Vía correo electrónico
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