Me parecen muy sensatas muchas de las apreciaciones que hace la maestra Irupé Buzzetti [directora general del Consejo de Educación Inicial y Primaria, en la entrevista central del viernes 26.06.2015], pero creo que eso está en la tapa del libro de todo maestro. Toda la vida hicimos evaluación diagnóstica para detectar el nivel del grupo y de cada niño al comenzar el curso. Yo, como maestra jubilada, creo que no hay soluciones mágicas. La solución está en: reducir el número de niños en cada clase, exigir a cada maestro el apoyo individual a los niños con dificultad y si el niño no logra los conocimientos básicos del grado, dejarlo en el grado.
La repetición no es una penitencia, es una oportunidad que le damos al niño para que llegue a aprender lo que no pudo durante ese año. Y la discriminación del que repite es mucho menor cuanto más bajo es el grado. El problema se lo hacen los padres, no los niños. Como maestra de primer año, siempre traté de ayudar con cercanía y minutos de apoyo a los niños con dificultad. Cuando no lograban los conocimientos mínimos, los tendría yo nuevamente en la clase el año siguiente, para seguir trabajando a partir del escalón al que hubieran llegado.
Muchas veces tuve que enfrentar a directora e inspectora, ante la presión de que diera una promoción no lograda. Para mí era mucho más fácil pasarlo de clase y desentenderme, que tener un niño más para apoyar al año siguiente. Y a los padres que presionaban exigiendo una promoción para la cual su hijo no estaba preparado, les graficaba mis argumentos con la siguiente frase: "pasarlo a segundo en sus condiciones es como tirarlo a la jaula de los leones. La maestra de segundo tiene que enseñar conocimientos mucho más difíciles que el niño no va a entender y no va a tener el tiempo que este niño necesita, va a sufrir mucho, y tal vez tenga que repetir en algún momento".
Y les puedo asegurar que a los padres los convencía y al fin del año siguiente me lo agradecían.
Resumiendo: grupos chicos, mucho compromiso y entrega de cada maestro y repetición sin culpa cuando el niño la necesita.
Nibia
Maestra jubilada, Canelones