
Hoy celebramos a las mujeres rurales del Uruguay: trabajadoras incansables, guardianas del saber popular, del campo, de las semillas, de la familia y de la tierra.
Son ellas quienes, día a día, enfrentan madrugadas frías, soles intensos y caminos de tierra. Mujeres que siembran, cosechan, crían, curan, enseñan y resisten. Que sostienen economías familiares, organizan comunidades y transmiten cultura. Que, muchas veces en silencio, construyen patria desde los rincones más profundos del interior.
En cada tambo, en cada escuela rural, en cada feria, en cada cocina de campo, en cada sindicato agrario, hay una mujer rural dejando huella. Muchas veces invisibilizadas, pero siempre presentes.
Hoy no solo las homenajeamos, sino que también renovamos el compromiso por una ruralidad más justa, con igualdad de oportunidades y con acceso real a la tierra, la salud, la educación, la tecnología y el reconocimiento que merecen.
Y lo digo desde un lugar muy especial: desde el orgullo profundo de ser hija de una mujer rural, de esas que han sabido sembrar con amor, criar con coraje y transmitir, con el ejemplo, el amor por la tierra.
Su generosidad es mayor porque su esfuerzo fisico es mucho más grande que el de otro grupo de personas.
Saludos,
Lilián









