Recibimos y publicamos el siguiente mensaje sobre el editorial Seguridad pública: El debate y el ruido, de Emiliano Cotelo, emitido el viernes 7 de octubre.
Estimado Sr. Cotelo:
Hoy escuché su editorial, hasta el final. Ud. temió que algunos pudieran no hacerlo pues lo comentó. Quise esperar la palabra final con la esperanza de que se recuperara de los tropiezos. Y lo hizo, parcialmente logró rescatar un mensaje alentador hacia el intercambio, el diálogo, la escucha y la voluntad de corregir los problemas en lugar de dirimir a través de golpes de espada cual Errol Flynn (aqui se nota mi edad ¿no?). Pues así lo hacen los diferentes elencos políticos.
Mi discrepancia fundamental con su enfoque de hoy se ubica en lo siguiente: Ud mencionó que a su regreso encontró un país crispado, una sociedad angustiada motivados por los hechos violentos. Y leyó una nómina elaborada por el periodista [Leonardo] Haberkorn. Pero comete Ud. un error muy marcado y habitual que consiste en que se fija solamente lo que sus categorías de comunicador le permiten apreciar. Junto a las listas que puede hacer Haberkorn podrían hacerse otras, muchas tal vez, de hechos totalmente constructivos y beneficiosos para la sociedad. Y que van en dirección opuesta. Estos ocurren en la misma cantidad de días que contó el periodista leído pero, pero… pero no son notorios porque él no los enumera cuidadosa y prolijamente como hizo con los citados. Y Ud. no los leyó al aire por cuenta propia tampoco. Y tampoco Aldo Silva, Alfonso Lessa, El Observador, El País, Ignacio Álvarez y la enorme mayoría de los comunicadores con audiencia.
Si me leyó hasta aca, se lo agradezco y le pido que siga un poquito más con esta otra lista de J. M. Serrat que describe lo que ve en el metro y sus pasajeros. Allí se ilustra que la sociedad no es solamente lo que los comunicadores dicen cada día en sus espacios, que la crispación de la tele o La Mesa de En Perspectiva es tan solo una porcioncita, y que la variedad es grande pero cada uno está muy sesgado por su oficio y su propia mirada. ¿Y la bella?
"…
y en el traqueteo
del vagón hipnótico
cada quien se inventa
la suerte del prójimo.
El escritor ve lectores,
el diputado, carnaza;
el mosén ve pecadores,
y yo veo a esa muchacha
del metro.
Los carteristas ven primos,
los banqueros ven morosos,
el casero ve inquilinos
y la pasma, sospechosos
en el metro.
El general ve soldados;
juanetes, el pedicuro;
la comadrona, pasado;
el enterrador, futuro.
El revisor ve billetes;
el sacamuelas ve dientes,
el carnicero, filetes;
y la ramera, clientes
en el metro.
Los avaros ven mendigos,
los mendigos ven avaros;
los caballeros, señoras;
las señoras, tipos raros
en el metro.
El autor ve personajes,
el zapatero ve pies;
el sombrerero, cabezas;
el peluquero, tupés.
Los médicos ven enfermos,
los camareros, cafés;
yo sólo la veo a ella:
la bella,
la bella,
la bella que no me ve."
Álvaro Hernández Villar
Vía correo electrónico
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