La audiencia opina…

Sobre la asonada de seguidores de Bolsonaro en Brasil

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Es increíble el tipo de cosas que me está tocando ver. Nunca la política tuvo tan pocos matices en el plano material, pero el discurso es de una guerra entre dos civilizaciones. Voy a enumerar en forma aleatoria el tipo de cosas que me dejan sorprendido, pasmado diría mi finada abuela:

1. Toda esta gente está hace meses acampando en los cuarteles y hasta pidiendo que intercedan los marcianos. ¿De qué vivían, cómo se organizó la logística, quién coordinó que confluyeran en Brasilia en un momento puntual? Demasiadas preguntas para que no tengan nombre y apellido las respuestas. Esto evidentemente no fue un acto espontáneo, sino algo planificado con tiempo y medios, a la luz de todos y uno piensa que a la inteligencia policial no se le escapa que se empiece a concentrar gente en la capital administrativa un domingo.

2. Miré la transmisión de la Bandeirante, que fue la que pude ver. No sé qué ideología editorial tiene, pero hasta donde sé las grandes cadenas de TV en Brasil son controladas –sin sorpresas, como en cualquier país capitalista– por las elites económicas del país. La condena de la transmisión era total, la terminología utilizada incluso me pareció exagerada (“criminosos” está bien, pero ¿terroristas?).

3. Lo anterior me hace preguntar cómo puede haber gente capaz de organizar y asegurar la logística de la asonada pero que lean tan mal el momento político de los poderes fácticos. Esta gente está acampada clamando por un golpe de Estado desde que su lider perdió la elección. Que yo sepa nadie de las FFAA brasileñas movió un dedo para dar un golpe. No hubo “pronunciamientos” de esos que sí hubo cuando fue el juicio a Lula. Yendo un poco a las causas de fondo, no es difícil imaginar porqué los militares no dan un golpe teniendo masas movilizadas que claman por un golpe. Bolsonaro se jugó de palo a palo por Trump y perdió. En USA el gobierno en ejercicio no lo quiere porque representa en buena medida la línea ideológica de Trump, si es que merece llamarle ideología (más bien es un estado emocional de rechazo al cosmopolitismo, la llamada agenda 2030 de la ONU y la globalización).

4. Mirando el chat que corría al lado de la transmisión de la Bandeirante leía cosas surrealistas. “Fora Lula, fora comunismo do Brasil” o “Lula na cadeia”. Lula a la cárcel, donde ya estuvo y lo liberaron porque el juez que lo condenó no tenía jurisdicción para fallar. No voy a meterme mucho en esto, porque justo es reconocer que Lula no fue absuelto, pero en todo caso si es Brasil un Estado de Derecho, no hay juicios populares por aclamación. Los que quieren a Lula preso, no tenían que hacer otra cosa que reabrirle el caso en un tribunal que sí tuviera jurisdicción.

5. ¿Lula es comunista? No logro cerrar la boca de mi asombro. La gente que dice eso jamás en su vida leyó siquiera el manifiesto, pero saben que son anticomunistas y saben perfectamente cuando están frente a un comunista. Lula es el candidato de FHC, de los industriales brasileños, de la centroderecha del vice Alckmin… y del gobierno de USA. ¿Será comunista un tipo que tiene esos apoyos? Bueno, los fanáticos de Trump dicen que Biden es comunista, así que tal vez en ese mundo paralela “son todos comunistas”, como decía la gran Mecha Bustos en el recordado sketch de Decalegrón.

6. Ver a la gente rompiendo vidrios, tirando muebles, mojando todo con mangueras de incendio, destruyendo obras de arte del patrimonio del Estado, pero envuelta en la bandera de Brasil y cantando el himno de Brasil es surrealista. Eran una suerte de vándalos saqueando una ciudad conquistada, pero se reivindicaban como nacionales del lugar que estaban destruyendo. ¡Increíble! El S XXI no para de decepcionarme.

7. En una toma estaba una muchacha de unos 25 años, rostro cubierto, que lanza un grito de alegría cuando ve que rompen los vidrios del congreso y concluye “agora o congresso é nosso”. ¿Sí? ¿Será tan fácil como que si uno toma un edificio y se sienta allí, queda investido de los poderes para legislar? Otro sale al exterior con la puerta de una oficina donde estaba el nombre de un ministro (no recuerdo el nombre) y grita “ele não é mais ministro”. Otro sacó la silla de la oficina de otro alto cargo y le puso encima el escudo de Brasil. Seguramente si llega y no tiene la silla, se va para su casa y renuncia al cargo. Increíble, es la puerta, son los asientos, no hay poderes fácticos detrás que respaldan el ejercicio de esos cargos por esas personas.

El pensamiento mágico y simbólico que tanto gusta hoy día: gente que creía estar tomando el cielo por asalto, mientras el gobierno de USA lanzaba un comunicado tajante de absoluto rechazo a la asonada de estos vándalos. La gente todavía no parece entender cómo se teje el poder y cree que la cosa va de símbolos y lugares sagrados. De paso destruyeron murales, vitrales, estatuas, todo parte del riquísimo patrimonio artístico de Brasilia. Pero eso sí, es por la patria y cantando el himno. Que nadie se confunda.

8. Sergio Moro, el super juez que se lo creyó investido de una misión moral contra la corrupción, escribió en sus “redes” que el gobierno empezaba mal, porque se ocupaba más de perseguir manifestantes. ¿En serio? ¿Ese juez recto e incorruptible ahora considera “manifestantes” a una turba que toma edificios públicos y destruye patrimonio público? Luego me acuerdo que coordinaba con el fiscal de la acusación a Lula, que dijo que jamás tomaría un cargo y enseguida aceptó un ministerio. No era tan incorruptible al final. Es un político como cualquiera, minimizando los errores de los suyos y condenando sin piedad a sus oponentes. Lástima que usó su cargo de juez para hacer política. Era tan jodida la cosa, que luego sacó otro comunicado en el que al menos dijo que eso de destruir patrimonio público no está del todo bien. Pero bueno, lo escrito, escrito quedó y el orden cronológico no lo muestran teniendo una primera reacción sensata.

Es probable, como dijo Mujica, que esto haya sido organizado como un “globo sonda” para ver si las FFAA se sentían motivadas a dar un golpe. Mi intuición, cuando me llamó una amiga preocupada, fue decirle que Lula era el candidato del gobierno de USA y que la última vez que se había dado un golpe militar sin la bendición de USA fue en el Perú de Velasco Alvarado. Felizmente, como dicen nuestros vecinos brasileños, mi intuición era correcta y ningún poder real movió un dedo para dar un golpe en Brasil. Quedó simplemente como un episodio donde una turba de enajenados destruyó edificios públicos y creyó que con eso volteaba un gobierno. Que siga así, aunque sea por una vez el elegido de USA es mejor que la alternativa. Ahora sería bueno encontrar a la gente que por acción u omisión hizo posible esto desde dentro del Estado.

Leonardo Nidingas


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