Si los atentados son en París, la prensa les dedica casi todo su espacio. Si son en lugares anónimos (Beirut, en el Líbano, Bagdad, en Irak) se los trata como noticia secundaria. No hay informes ni enviados especiales de todas partes del mundo. Nadie en Facebook cambia su imagen de perfil. Flores, carteles de condolencia, candiles frente a embajadas brillan por su ausencia.
Seamos solidarios con las víctimas de todo el planeta. Dejemos de creer que occidente es el ombligo del mundo. Pensemos qué cuota de culpa nos corresponde.
Adriana, de Ciudad de la Costa
Vía correo electrónico
Ni mi ciudadanía francesa
ni haber tenido un padre francés
ni tener primos vivendo a pocas cuadras uno de los atentados
ni lo deleznable de los atentados
ni el dolor de ver sufrir a los familiares de las víctimas
nada de eso me confunde
para ver que Francia está cosechando
lo que sembró muchos años.
Guillermo Istebot
Vía correo electrónico
Qué lamentable cómo le erran al punto con esto que sucedió en Francia. Todos condenan el terrorismo. Está bien, ¿pero nadie condena a los que les venden las armas?, ¿nadie condena a los que compran el petróleo? Por favor, estamos en un país de mentira, un mundo de mentiras y no hay nadie que diga nada, ¿tan ciegos estamos?
Que siga el circo mientras gente que no tiene nada que ver sigue pagando las consecuencias…es el mundo que creamos. Tenemos lo que nos merecemos.
Daniel, de Paso Carrasco
Vía correo electrónico
Libertad, igualdad, fraternidad.
La ilusión con visos de percepción real, el motor de la necesidad de mantenerse y el sistema de consumo guían nuestros esfuerzos que terminan con el salario convertido en carne de shopping. Acatamos regulaciones uniformizantes, cada vez mas restrictivas. La libertad es un fantasma que se nos escapa en la frustración de correr la zanahoria de íconos inalcanzables y poco sensatos.
La igualdad no es equitativa a la hora del reparto. Los continentes propietarios del dinero y el poder y los continentes a la deriva de los amos del viento. Depende dónde revienten a la gente, los muertos serán víctimas de una masacre infame o simples daños colaterales.
Pasó de moda la fraternidad, el tamiz de la rutina embrutecedora para obtener los oropeles deslumbrantes, la vanidad de los egos, dejó como limosna alguna caridad redentora. Alguien solidario de alma es un raro prócer.
La revolución francesa la liquidó el emperador Napoleón, la de Octubre se la adueñó el zar de todas las rusias y aledaños, Stalin, al capitalismo de Smith se lo engulleron las multinacionales, por cierto dueñas de esta revolución tecnológica y antes de la industrial.
De aquellos opios del pueblo a esta bestial pasta base pseudo coránica. La miopía mental de las potencias que no quieren ver que el enemigo es la guerra y retroalimentan la estúpida lógica de la violencia, los canallas que lucran con los barcos que encallan vidas en el Mediterráneo, los canallas que fabrican y venden armas amparados por su patente legal. El repugnante mercado de odio y muerte.
No es enojo ni siquiera fastidio. Es un gran desencanto. Soy un necio y obsecuente militante de la esperanza.
Libertad, igualdad, fraternidad –el viernes especialmente– cedieron paso a dolor, impotencia y vergüenza.
Juan Torres
Vía correo electrónico
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