En París, un vecino iraní de Rafael Mandressi no encuentra diferencia entre el buen tango y la música clásica. En Chicago, Eduardo no se pierde Sueño de Tango, el programa de En Perspectiva radio que Rafael conduce y que, este miércoles, dedicó a “sus” mujeres (las del tango, que también son suyas). Eduardo también tenía algo para contar.
Estimado Rafael,
Por supuesto que me gusta Sueño de Tango, un programa necesario, que escucho siempre, acá, desde Chicago. Porque, como su vecino iraní en París, no encuentro mucha diferencia entre el buen tango y la música clásica.
Disfruté especialmente del último programa, dedicado a las mujeres del tango, y allí me sorprendió que no mencionara el casi milagroso final que tuvo la insólita historia de Gricel. Le cuento lo que saqué en limpio de algunos libros, entre ellos 100 tangos fundamentales, de Oscar del Priore e Irene Amuchástegui.
El romance terminó en 1940. Según su hija Alicia, en 1962 Contursi ha perdido a su mujer, su madre, su inspiración creadora, y hasta su famosa afición a la vida nocturna. Le quedan las deudas, el alcohol y la desesperación, que lo llevan a pasar encerrado.
Pero un día su amigo el bandoneonista Ciriaco Ortiz encuentra a Gricel en una hostería fundada por sus padres en Capilla del Monte, Córdoba, y le cuenta del estado de Contursi. Gricel viaja a Buenos Aires a buscarlo, y ya no vuelven a separarse. Según consta en el libro III de la Parroquia de San Antonio de Padua, en Capilla del Monte, el 16 de agosto de 1967 se casan Susana Gricel Viganó y José María Contursi; él tenía 56 y ella 46 años.
Lo saludo con afecto, admiración y gratitud.
Eduardo Ríos
Vía correo electrónico
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