La audiencia opina…

Una reflexión sobre la preocupación del público ante los hechos de violencia en Venezuela

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Foto: AFP

Buenos días,

Mi nombre es Natalia Millán, soy profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Suelo venir todos los inviernos a Montevideo no sólo porque soy uruguaya, sino porque suelo impartir cursos y charlas sobre temas políticos que yo trabajo. Ahora mismo me encuentro presentando un libro que se llama Política, emociones y espiritualidad, que adjunto su introducción. Y todo esto era simplemente para presentarme y contextualizar el mensaje que os voy a adjuntar.

Me encanta el programa, sigo la realidad uruguaya con vosotros y me parece estupendo, principalmente, por el interés por desarrollar un pensamiento ecuánime, (no necesariamente objetivo porque es imposible) pero sí matizado, dialogante, abierto a la pluralidad y a la democracia. Por eso, mis felicitaciones al equipo y en especial a Emiliano y a Romina, gracias por vuestro trabajo.

Bueno, ahí va mi reflexión. Creo que estamos en un momento geopolítico y democrático muy complejo, donde es necesario proteger las estructuras democráticas que están, claramente, en crisis. Por ello, poner el foco sobre los procesos que se han sucedido en Venezuela, su falta de legitimidad y claridad, es fundamental y necesario.

Y ahora mi duda (como Descartes, más bien tengo dudas). Parece fácil representar (y sentir) en el espacio público una preocupación por los derechos humanos y la propia democracia cuando esta preocupación es funcional al poder y a las estructuras financieras y de intereses que rigen en Occidente; por el contrario, que duro y complejo parece cuando este concerniente refiere a la violencia y el horror que se ejerce desde estas mismas estructuras de poder.

¿Qué pasa, por ejemplo, con Gaza? ¿Qué sucedió cuando hace unos años se dio un golpe de Estado a Evo Morales? ¿Qué pasa cuando la violencia, el horror, y las violaciones se producen en vivo y en directo, a miles de personas , pero esta violencia es ejercida en consistencia con las estas mismas estructuras de poder que organizan (o al menos lo intentan) nuestros sentidos comunes?

Porque, ya todos los sabemos, en el espacio público defender estos mismos derechos se vuelve algo peligroso, que puede poner en duda parte de tu prestigio, tu trabajo e incluso tu seguridad.

Solo eso, yo creo que el compromiso no es con la ideología, los partidos o la simple pertenencia a la tribu, creo que el compromiso de la (buena) política es con la humanidad, con la democracia, y la bondad, que no es otra cosa que defender la condición humana.

Esto es queridos amigos de En Perspectiva, no sé si esta reflexión llegará a algún lugar y tampoco importa, pero ayer, caminando por las delineadas calles de mi querida Montevideo y escuchando vuestros podcasts me surgieron estas dudas, que no es otra cosa que un desasosiego por la protección de la vida, la dignidad y la libertad de las personas más oprimidas y el bien común, que es el objeto último de la política y un lugar del cual nunca debimos haber salido.

Muchas gracias y un abrazo,

Natalia


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