La audiencia opina…

Uruguay y el voto de ciudadanos en el exterior: una contradicción insostenible

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Estimados amigos de En Perspectiva:

A raíz del anuncio de la Presidenta del Senado sobre el desarchivo del proyecto de reforma constitucional para habilitar el voto de los uruguayos en el exterior, quiero compartir una reflexión con la esperanza de contribuir a un debate profundo y sincero, al que este programa ya ha aportado y seguramente seguirá aportando. Habiendo estado impedido de votar durante todo el ciclo electoral por estar estudiando en el extranjero, y considerando que regresaré al país en diciembre tras culminar mi doctorado, este es un tema que me toca de cerca. Lo observo con especial frustración al ver cómo, cada vez que se discute, terminamos atrapados en la misma pelea de siempre, sin lograr avanzar en una discusión seria y constructiva.

Pocos países se jactan tanto de ser una excepción como Uruguay. El país vanguardia de los derechos sociales, de la moderación. El mito de la penillanura levemente ondulada y la "Suiza de América". Pero también somos una excepción en aspectos menos destacables. En un mundo donde la mayoría de los países democráticos permiten que sus ciudadanos en el extranjero participen en elecciones, Uruguay es uno de los pocos en los que la Constitución lo prohíbe completamente, compartiendo el podio con países como Corea del Norte y Arabia Saudita.

Ahora bien, no es la intención de esta reflexión hacer una campaña para modificar la Constitución y habilitar sin restricciones el voto en el extranjero. Por más que esa pueda ser mi postura, creo legítimo que los ciudadanos y sus representantes planteen reparos a una eventual reforma. Sin embargo, durante años el enfoque de este debate ha sido equivocado y, en cierto punto, hipócrita. Equivocado porque, inevitablemente, lleva una y otra vez a la dicotomía entre quienes "merecen" votar y quienes no, dejando de lado una discusión profunda sobre las enormes contradicciones que tiene la legislación actual. Hipócrita, porque a los ciudadanos en el extranjero que no pueden votar se les responde reiteradamente que sólo quienes "aportan al país" deben tener ese derecho, ignorando por completo la multiplicidad de casos de ciudadanos que se encuentran fuera del territorio el día de la elección.

Este sistema crea una discriminación flagrante entre los ciudadanos en el exterior. ¿Acaso tiene más derecho a votar el uruguayo que vive en Buenos Aires, que puede cruzar el Río de la Plata el día de la elección, que aquel que reside en otra parte del mundo y no puede permitirse el viaje? En la última elección, tanto el Frente Amplio como el Partido Nacional apoyaron económicamente a ciudadanos residentes en Argentina para que pudieran votar. ¿No nos resulta contradictorio con el argumento de que solo deberían votar quienes residen en el país? ¿No es evidente que el sistema sí otorga derechos políticos a quienes pueden permitirse estar presentes el día de la elección, ya sea por razones económicas o por cercanía geográfica?

Una vez más, la habilitación total del voto en el extranjero es un debate legítimo y complejo, pero lo que resulta innegable es la falta de sentido de la reglamentación actual. Si la verdadera preocupación es la residencia y la falta de contribución al país, entonces regulemos que solo voten quienes residen o hayan residido en el país en un periodo reciente. Pero pensemos en quienes viven en Uruguay y, por razones laborales o de estudio, o por estar haciendo un tratamiento médico, están temporalmente fuera del país el día de la elección. ¿Deberíamos castigarlos y quitarles el derecho a decidir el futuro del país en el que viven? La hipocresía se vuelve aún más evidente cuando quienes residen en el exterior y aún están en el padrón están en falta por no votar y, para evitar sanciones, deben justificar por qué no ejercieron el deber cívico que el mismo Estado les impidió ejercer.

Es evidente que, detrás de este debate que crispa tanto a la sociedad uruguaya, subyacen viejas ideas que relacionan a los expatriados con la izquierda. Se teme que esos votos sean definitorios en una elección y, por eso, como tantas otras cosas, el tema está partidizado. Solo me permito preguntar: ¿hay datos que avalen esta hipótesis hoy en día? En los últimos años, los fenómenos migratorios han cambiado drásticamente y ya no son solo quienes buscan mejores condiciones económicas los que emigran. La multiplicidad de oportunidades en un mundo globalizado me hace cuestionar si no habrá preferencias partidarias más equilibradas entre los ciudadanos residentes en el exterior. No tengo la respuesta, pero legislar en base a suposiciones sin evidencia que las respalde parece, como mínimo, irresponsable.

Basado en un debate profundo y serio, se me ocurren al menos tres medidas que podrían tomarse:

  1. Habilitar sin restricciones el voto en el exterior. Esta alternativa, aunque sea la que considero más justa, es evidente que no contará con las adhesiones necesarias para reformar la Constitución, dadas las mayorías especiales requeridas y las posturas ya conocidas de los partidos de oposición.
  2. Sincerar la legislación actual y limitar el voto a los ciudadanos residentes. De esta manera, se eliminaría la discriminación entre quienes pueden costearse el viaje para votar y quienes no. Para ello, sería necesario un registro de residentes en el país, con un empadronamiento similar al de muchos otros países para tomar como insumo para el padrón electoral.
  3. Habilitar el voto consular o epistolar para ciudadanos residentes en Uruguay que el día de la elección se encuentren fuera del país. En caso de que no se cumplan las garantías necesarias para el correcto funcionamiento del voto consular o epistolar, podría evaluarse la alternativa de permitir el voto por adelantado de forma presencial en la Corte Electoral.

Es momento de reconocer que el sistema actual no hace justicia ni al principio de igualdad ni al derecho fundamental de participación política. Es hora de abrir un debate serio, que contemple las realidades del mundo actual. Se puede discutir cuál es la mejor solución para la enorme contradicción que hoy rige el voto de los ciudadanos en el exterior. Pero simplemente mantener todo como está es, sin duda, un sinsentido.

Muchas gracias. Saludos,

Rodrigo Coniglio


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