Salif Keïta es un cantante y compositor maliense conocido como “La Voz de Oro africana”. Una característica que le ha marcado la vida y le ha conducido al mundo de la música es ser albino.
Aunque su familia desciende del rey Sundiata Keïta, su padre era agricultor. Su condición de albino le incapacitó para trabajar en el campo y, aunque fue a la escuela y empezó los estudios de magisterio, su reducida capacidad visual le impidió continuarlos.
Ser albino en África es ser diferente. En muchas culturas africanas, discriminan a los niños albinos, los rechazan porque consideran que es signo de mala suerte ya que es difícil entender que en una familia negra nazca un niño blanco Del mismo modo que lo sería tener un hijo biológico de piel negra en una familia de blancos en Europa. En otras culturas creen que son semidioses o inmortales. La realidad es que los albinos especialmente en zonas rurales y pobres de África tienen riesgo de sufrir quemaduras solares y de cáncer de piel, además de tener problemas de visión importantes que les limitan sus aprendizajes.
Volviendo a Salif Keíta, las limitaciones de ser albino, le dieron la oportunidad de ser griot, es decir, cantar y contar la historia a través de la música en celebraciones y ceremonias. Y poco a poco, pudo ir venciendo los obstáculos en el mundo de la música y ha llegado a ser el primer cantante africano albino de fama internacional. Ha triunfado, además de en África, en Europa y en Estados Unidos.
Su carrera musical y sus actividades han estado en relación con el albinismo y ha creado la Fundación Salif Keita(link is external). Se trata de una organización sin ánimo de lucro cuyos objetivos son sensibilizar a la población sobre las dificultades de los albinos en África, defender sus derechos, integrarlos en la sociedad y recaudar fondos para sus cuidados médicos y atención educativa.