[metaslider id=9534]
Cuando nuevamente se registran desplazados por las inundaciones, Jazzy Pao envía imágenes desde Durazno, donde se vivió una situación grave dos meses atrás. Las acompaña de un texto.
El poema "El río", del peruano Javier Heraud, me parece la introducción adecuada para el fotorreportaje que quiero presentarles:
Yo soy un río un río
un río cristalino en la mañana.
A veces soy tierno y bondadoso.
Me deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Yo soy el río.
Pero a veces soy bravo y fuerte
pero a veces no respeto
ni a la vida ni a la muerte.
Los animales huyen,
huyen huyendo cuando me desbordo
por los campos, cuando siembro
de piedras pequeñas las laderas,
cuando inundo las casas y los pastos,
cuando inundo las puertas y sus corazones,
los cuerpos y sus corazones.
La ciudad en la que vivo tiene su río. Su nombre indígena es "Yi". Es, al igual que el del poema, hermoso y dador de vida, así como furioso destructor cuando se sale de cauce, ayudado por la nefasta intervención del hombre que, con el paso de los años, ha modificado su curso con innumerables abusos.
En agosto pasado, luego de casi una semana de abundantes lluvias, el río afectó a casi 6.500 personas que debieron abandonar sus hogares en medio del frío, la lluvia y el viento. Los más afortunados pudieron llevarse lo que pudieron salvar de sus pertenencias y mascotas. Ya en 2007, Durazno había debido lidiar con una inundación mucho mayor que desalojó a casi el doble de personas.
Pero fue un verdadero gusto ver ponerse en marcha la solidaridad organizada, partiendo de la gente, los servicios públicos y organizaciones privadas que proporcionaron atención medica, comida caliente y un lugar donde dormir y refugiarse temporalmente hasta que el retroceso del agua permitiera volver a los hogares. Se establecieron varios campamentos de refugiados, el mayor de ellos en el estadio Silvestre Octavio Landoni.
