Templo del Agua, Awaji (Japón). “Ese día caminamos mucho bajo un sol agradable pero bastante fuerte. No teníamos idea de cuánto faltaba… Todo el camino era una postal tras otra; desde edificios muy sofisticados a los clásicos predios de plantaciones. Después de andar y andar (y alguna que otra ampolla en los pies), llegamos al Templo del Agua. Un recorrido ritual desde afuera te iba preparando para lo que se venia. Silencio, corte de la visual, curva, el crujir de las piedritas… Y allí, doblando no mas la esquina, impresionante, el plano de agua y en él las flores de Loto”, relata Noe Mancebo.