Traducciones del alemán
Objeto: Cama
El caminador y el parado se cansan de subir al mundo desde sus pies; entonces se pliegan por la cadera y apoyan provisoriamente la parte media posterior y se quedan con cara de pensar en otra cosa; pero ya en la intimidad, esos mismos solemnes que se recuestan tan tiesos en el respaldo –aún los escribanos, terratenientes y arzobispos– necesitan sentarse completamente, aplanando sillones todo alrededor y piden, en consecuencia, un cuadrilátero de uso interno donde soltarse del todo. Cualquier bicho necesita cada noche un zafarrancho general de anatomía en grado de despatarro. Entre los humanos esta inmersión en la inocencia se efectúa, invariablemente, en un baño de dormir de especiales características y tamaño constante, que se denomina “cama”.
Se trata de un aparato en forma de piano tendido, con lomo de gato manso acolchonado, vale decir: un ladrillo de grandes proporciones, capaz de aplastar a una persona, que prudentemente se coloca siempre debajo de ella, interponiendo, entre su superficie rigurosa y el durmiente, un jergón y, sobre él, un lienzo del mismo tamaño, forma y color que una pantalla de cine común. Lo extraordinario del mecanismo así concebido radica en el doble uso simultáneo que ofrece a sus consumidores.
Siendo de construcción tan elemental, la cama permite a sus tripulantes –cuando se utiliza como plataforma de lanzamiento de dos plazas– la realización de variados ejercicios conjuntos, de carácter inexplicable y consecuencias no siempre previsibles (véase: Claro de luna, Reproducción, Divorcio).
Pero más allá de estos dúplex gimnásticos bastante absurdos, cuando la máquina se aplica en forma individual, se presta a la realización de operaciones tan delicadas como la autosugestión hipnótica con variación del metabolismo y en consecuente afloramiento del subconsciente, fenómeno este de la mayor importancia, al cual el lenguaje popular llama “soñar”, como si los sueños fueran cosas imaginarias y no la prensa diaria noticiando sobre la realidad que más importa: los bajos fondos de cada uno.
Scholtz, Helmut (1912–1973) publicó su “Die Goldene Regel”, Tubingen, 1967, un penetrante ensayo donde traza el primer paralelo científico entre la cama y la bicicleta dentro de una misma categoría, no basta definir ambos objetos como “vehículos silenciosos”. Y acto seguido observa sagazmente: “Se trata de máquinas para ir y volver. En consecuencia el cambio de lugar es lo que menos importa. En el Tour de France o en la Vuelta Ciclista del Uruguay, todos terminan donde empezaron y esto es exactamente lo que sucede después de una pesadilla: el dormido despierta en el lugar en que se durmió. Es claro pues que ni el velocípedo ni el mueble de dormir imponen a sus usuarios una modificación en el espacio”.
Con todo, a nuestro juicio, la asimilación no puede ser tan absoluta. Pedalear trepando la cuesta de una montaña resulta siempre agotador, en cambio, dormir en subida descansa.
En el mismo orden de ideas, el capítulo dedicado a la almohada aparece como poco fundado, le falta funda.
A esto se suma la refutación de Wassen–Wassen, que es ilevantable “La bicicleta a vela es todavía un ideal inalcanzable, mientras que la noción de sábana es imprescindible para quien se acuesta”. Con todo, estas son críticas muy menores. El ensayo publicado en Tubingen hace casi diez años, sigue siendo aún hoy, el aporte más valioso en esta materia cuando se llega a lo que realmente importa.
Acierta Helmut Scholtz, cuando recomienda a las jovencitas alemanas que eviten indistintamente las caídas que pueden producirse en sus transportes ciclísticos o de alcoba y es de aplaudir, asimismo, su energía al exigirles un severo control antidoping, cada mañana, antes de largar de nuevo.
Por si esto fuera poco, las observaciones de Scholtz alcanzan resultados definitivos en la última parte de su espléndido paralelo, en el capítulo titulado: “Análisis postural”.
“La posición en la bicicleta y durante el sueño es la misma” –escribe el autor– “la columna vertebral levemente curvada, una pierna más encogida que la otra y los brazos un poco hacia adelante. En algunos casos el durmiente pliega un brazo y lo coloca debajo de la almohada y sobre él recuesta la cabeza, pero también un ciclista en plena marcha procura a veces oír si su reloj de pulsera sigue funcionando y con ese fin levanta una mano hasta la oreja, entonces las dos posturas corporales vuelven a ser idénticas. Se ha objetado” –continúa Scholtz– “que duerme tendido, siguiendo una línea horizontal, mientras que solo se puede andar en bicicleta con la máquina, derecha, en buen equilibrio y sobre ella, perpendicular al piso, al pasajero. Tal argumento parte de un sofismo de falsa posición, muy fácil de destruir; para ello bastará un ejemplo: ¿la fotografía que está en su marco, colgada en la pared, deja de ser esa misma fotografía cuando se pega en un álbum y se guarda de plano en el estante del ropero? No, en modo alguno” –se contesta el maestro– “La asimilación que venimos desarrollando” –concluye– “es tan profunda que las diferencias entre una cama camera y el tándem no pueden establecerse en el estado actual de nuestras investigaciones: por eso, más de un matrimonio se ha perdido por hacer rueda libre, creyendo dormir, en el momento de cruzar las esquinas peligrosas”.
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El libro de Jorge es el blog de Carlos Maggi en EnPerspectiva.net. Actualiza los viernes con uno de los textos de El libro de Jorge, volumen que editó originalmente el Club del Libro del programa radial Discodromo en agosto de 1976.
El próximo viernes 1º de enero publicaremos, de las Traducciones del alemán, Objeto: Ombligo.