Por Mariana Wainstein ///
“El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo”
Winston Churchill
Todos los Parlamentos pueden observarse como escenarios, repletos de símbolos y de rituales. En el caso brasileño, la cámara de Diputados diseñada por Oscar Niemeyer constituye un ícono de Brasilia, esa ciudad planificada en la que desde el punto geográfico elegido para construirla hasta el diseño de la Plaza de los Tres Poderes son detalles cargados de significado.
El día de la votación del impeachment a Dilma Rousseff el Parlamento brasileño construyó un espectáculo que será difícil de olvidar. La relación entre espacio, escenografía, vestuario y texto quebró la calma y la solemnidad que usualmente tiene una obra arquitectónica de ese nivel y un ámbito como una cámara de representantes.
Esto posiblemente hubiese sido del agrado del arquitecto Niemeyer porque se pudo comprobar que su edificio podía contener un evento de tensión extrema y sobrevivir dignamente. El desorden en el espacio institucional, el amontonamiento de diputados alrededor del que votaba parado frente a un micrófono, los accesorios partidistas para identificar visualmente si el votante estaba a favor o en contra, los breves pero apasionados discursos que rápidamente se propagaron por todos los medios internacionales. Textos simples, populistas, emotivos, apelando a la familia, a la patria y hasta rindiendo homenaje a torturadores. Todo esto con un énfasis en respetar la presencia de las cámaras de televisión, ocupándose en todo momento de cuidar la pose elegida con sus correspondientes colores y gestualidades.
Si los recintos parlamentarios son el reflejo de la sociedad que representan imagino un escenario de teatro simbólico donde lo que ocurre en escena también ocurre abajo en la audiencia. Alguien en el público debería sentirse representado por algo que dice cada actor. Por lo que dice y muchas veces por lo que hace. Si vocifera o si habla con ponderación, si ofende o trata con respeto a sus adversarios. Si se levanta y se agarra a golpes para defender su posición o su honor.
En todos esos casos debería haber proporcionalmente gente en la audiencia pensando “yo hubiese hecho lo mismo”. O sea, lo primero que uno tiene que pensar es que “Brasil es así, como su Parlamento”. Cierto frenesí digno de Carnaval, o de torcida de futebol. Resulta destacable, sin embargo, que ninguno de los diputados llegó a los puños. La violencia fue extrema por momentos, pero siempre verbal.
Uno no puede dejar de pensar en otros Parlamentos, empezando por el nuestro. En la mayoría, y en el uruguayo también, la solemnidad tiene un lugar destacado y cuando se altera por acontecimientos violentos la sociedad lo siente como algo extraño. Basta recordar el incidente “oligarca puto”.
Siempre me gustó ver sesiones del Parlamento inglés en televisión. A diferencia de los típicos parlamentos construidos en hemiciclo, el inglés consiste en dos tribunas enfrentadas. Me parece interesante la simetría del espacio y la coreografía casi litúrgica que se repite a lo largo de las sesiones. Cómo se levantan y se sientan inmediatamente, las respuestas a coro a veces monosilábicas y la presencia de la ironía y del sentido del humor como medio agresivo de ataque.
El sociólogo Norbert Elias escribió junto con Eric Dunning Deporte y ocio en el proceso de la civilización. Allí hablan de la modernización de la sociedad y de la limitación del uso de la violencia. Atribuyen al nacimiento de la espectacularización del deporte muchas de las características del Parlamento: el concepto de fair play, el dominar los instintos y las reacciones violentas cambiándolas por discusiones organizadas, incluso el castigo de echar al que no cumple con las normas del juego.
La teatralidad política nos muestra a esta altura que los Parlamentos no suelen ofrecernos más que un tipo de representación acorde a la sociedad en la cual funcionan. No procuran erigirse en modelos de comportamiento, lo cual también lleva a reflexionar sobre la propia calidad de la democracia que se ha gestado en este mundo posmoderno: un mundo no para ciudadanos sino para audiencias.
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La política a escena es el blog de dramaturgia política de Mariana Wainstein. Actualiza los jueves.
Sobre este blog
Politólogos y sociólogos hacen uso (y a veces abuso) de la jerga teatral para reflexionar sobre la política: “actores políticos” y “escenario político” son solo dos ejemplos de una costumbre por demás extendida. Desde este espacio se profundizará en los elementos de ese mundo y se intentará descubrir cómo se construyen determinados escenarios, textos y personajes. Esto implica profundizar en temas que conciernen a la mediatización de la política, sus características y consecuencias. En suma, este blog estará dedicado a la “dramaturgia política”, es decir, al análisis político desde un enfoque teatral.