Por Carol Milkewitz ///
Los apagones desorientan hasta al más valiente. Unos minutos sin luz y empezás a sentir que estás en el siglo 8 antes de Cristo.
La laptop no la podés usar porque, obvio, te quedaste sin batería. El celular tampoco y tu única arma de supervivencia pasa a ser la linterna. Hay cada vez más, de todos tipos y colores, y todas tienen algo en común: ninguna sirve. Está esa con el botón duro que te da reuma de por vida. Está la de tan mala calidad que no terminás de entender si la prendiste o apagaste. Y la peor es la que viene con todos los chiches, llavero, láser y manijita, pero no ilumina.
Un apagón es una experiencia inolvidable. Todavía me acuerdo de uno cuando tenía ocho años. Habíamos ido con amiguitos a ver Peter Pan 2: Regreso al país de Nunca Jamás. Lo que no regresó nunca jamás fue la película.
O la última vez que festejé mi cumpleaños en casa. Grave error. Cuando vos hacés tu cumpleaños en tu casa, no te podés ir. Tenés que esperar a que el último se digne a levantarse del sillón. Y siempre están esos desubicados que se quedan hasta las tres de la mañana (cuando arrancó a las tres de la tarde). Pasaban las horas y ya no sabía qué hacer. Los miraba, miraba la puerta y trataba de darles una señal de "se retiraran o llamo a la policía" sin ser descortés. De repente, apagón. Ellos gritaban porque no sabían dónde estaban, yo gritaba porque ya no podía echarlos.
El apagón gigante de agosto, el del "carancho", ese que los diarios titularon como "apagón histórico", me agarró justo el día antes de un examen para la facultad. Si hay algo peor que un apagón y que estudiar es estudiar con apagón. No podés ni comer para bajar la ansiedad. Lo de la heladera se descompone, el horno está muerto y tenés tu taza preferida llena de cebo.
Además, en la oscuridad no distinguís la sal del azúcar y olvidate de leer la fecha de vencimiento. Es una técnica que los bares y boliches usan mucho. Se hacen los hippies y te ponen la luz tan baja que no entendés ni lo que estás comiendo. Lo bueno es que si es tu cumpleaños podés escapar sin que te vean.
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¿Por qué a mí? es el blog de humor de Carol Milkewitz. Con este post da comienzo a unas merecidas vacaciones. Su reencuentro con los lectores será el viernes 28 de octubre.