Por Rafael Porzecanski ///
Hace pocos días, el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa publicó una columna titulada Los Justos de Israel. En la nota, el escritor peruano destaca el trabajo de una variedad de activistas israelíes en pos de los derechos humanos del pueblo palestino. Según Vargas Llosa, esos “justos” son hombres y mujeres que “hacen oír su voz, enfrentados a la corriente, indiferentes a la impopularidad y a los peligros que corren actuando de ese modo, para exponer una verdad o defender una causa que la mayoría, cegada por la propaganda, la pasión o la ignorancia, se niega a aceptar”.
Entre los “justos” mencionados por Vargas Llosa se encuentran, por ejemplo, la periodista Amira Haas, que denuncia y reporta la dura vida de los palestinos en los territorios ocupados en las páginas del diario Haaretz, un joven llamado Max Schindler que se mudó a la asediada aldea palestina de Susiya para enseñar inglés a sus habitantes y Yehuda Saul, uno de los fundadores de Breaking the Silence, una organización que denuncia las violaciones de derechos humanos por parte del Ejército de Israel principalmente sobre la base de testimonios aportados por soldados y ex soldados.
Tiene razón Vargas Llosa cuando señala que los “justos de Israel” son actualmente minoría entre su pueblo. Hoy son mayoría, en cambio, los israelíes que prefieren a líderes conservadores e intransigentes como Benjamín Nethanyahu, quien desde 2009 ejerce como Primer Ministro de Israel gracias a contundentes triunfos electorales. Bastante lejos han quedado en el tiempo los Acuerdos de Oslo de 1993 (que registrara aquel emblemático apretón de manos entre Ytzhak Rabin y Yasser Arafat) y la fracasada Cumbre de Taba a fines de 2000 (donde el Gobierno laborista israelí timoneado por Ehud Barak estaba dispuesto a realizar concesiones que hoy serían impensables).
También son minoría en su pueblo los “justos de Palestina”, la otra cara de la moneda de esta historia, una cara que Vargas Llosa no aborda en su columna pero que es imprescindible contar y conocer. Me refiero a esos hombres y mujeres palestinos que, en un mar de fundamentalismo y resentimiento, han decidido luchar por los derechos de su pueblo desde el camino del diálogo y la movilización pacífica. Investigando sobre el tema, es posible toparse con muchísimos de estos “justos”. Permítanme presentarles a tres de ellos cuyas biografías son particularmente ilustrativas y conmovedoras.
Uno es Muhamad Dajani, un “justo” cuya historia me hizo conocer la periodista Ana Jerozolismki. En enero de 2007, Dajani, por entonces profesor de ciencias políticas de la universidad palestina Al Quds (y con pasado como activista político palestino en OLP y Fatah), fundó junto a su hermano la ONG Wasatia (término coránico cuya traducción sería “camino intermedio”). Los objetivos primordiales de Wasatia son la promoción y difusión de un islamismo no violento y humanista y la lucha por el fin de la ocupación militar israelí a través de la negociación y la paz.
Con ese mismo espíritu con que fundó Wasatia, Dajani lideró en 2014 un viaje al campo de concentración de Auschwitz junto a 27 de sus estudiantes de Al Quads en el marco del Programa sobre Reconciliación y Conflicto auspiciado por la Universidad Friedrich Schiller (Alemania) y la Universidad Ben-Gurion (Israel) y apoyado por Wasatia. Según la información disponible, se habría tratado del primer viaje de estudiantes palestinos a dicho memorial del horror humano y del holocausto judío en particular.
En ese mismo programa, una semana antes del viaje a Auschwitz, otro grupo de estudiantes israelíes había visitado el campo de refugiados palestinos de Dheisheh para aprender más sobre las dolorosas consecuencias para el pueblo palestino que conllevó la fundación del Estado de Israel en 1948 (y que los palestinos usualmente apodan la “Nakba” -catástrofe en árabe-). En una de las entrevistas periodísticas para conocer los motivos de su experiencia en Auschwitz, Dajani respondió: “Ayudó a enfatizar la historia humana del holocausto, a estudiar el significado de la historia en relación a nuestro propio conflicto, a enfatizar la empatía, la conciencia y la sensibilidad”.
Otro “justo de Palestina” es Bassam Aramin, nacido en Hebrón, Cisjordania, hace 48 años. En 2005, Aramin fundó junto a excombatientes palestinos y ex-soldados israelíes el movimiento Combatants for Peace, cuyo fin principal es promover una lucha no violenta contra la ocupación israelí. Los primeros viernes de cada mes es habitual ver a estos activistas liderando una pacífica marcha por las calles de alguna ciudad israelí.