Por Fernando Scrigna ///
Esta nueva entrega de Lincoln R. Maiztegui Casas, Doctores. Tomo 2, reúne la semblanza de 23 personalidades que contribuyeron a forjar nuestra identidad institucional y nacional. Como subraya el autor con inteligencia, "doctor" no es "sinónimo de título universitario aunque la mayoría de ellos lo fueron”. Resulta otro aporte que nos enriquece con la intención de despertar en los lectores la inquietud por conocer más acerca uruguayos que fueron protagonistas de otros tiempos.
Me detengo apenas en alguno de ellos –podrían haber sido otros– cuyas trayectorias desarrolla el libro y elijo en primer lugar la figura del hermano del reformador de la enseñanza. Me refiero a Jacobo Varela y Berro (1841-1900), que es “rescatado” aquí por Maiztegui para enmendar la verdadera injusticia que significa habernos olvidado de su trayectoria.
Comerciante y periodista, interesado en los temas pedagógicos, formó parte de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular creada en 1868 con la deliberada intención de difundir la enseñanza a todas las clases sociales. Partidario de abandonar las luchas partidarias entre blancos y colorados, en 1872 se afilió al entonces Partido Radical. Opositor confeso a la dictadura de Lorenzo Latorre, resuelve sin embargo trabajar junto a su hermano cuando este es designado Inspector Nacional de Escuelas, en el convencimiento de que la reforma educativa reencauzaría al país en la vida institucional. Fue así que se transformó en el más estrecho colaborador de José Pedro, lo que derivó en que tras la prematura muerte de este, acaecida en 1897 a sus tempranos 34 años, Jacobo se erigiera –y así lo destaca Maiztegui– en el “continuador y consolidador” de la obra reformista, labor que lo ocupará hasta el fin de sus días.
También es destacable el capítulo referido al propio Pedro José Varela (porque así era el verdadero nombre de José Pedro, que lo invirtió para no ser confundido con su casi homónimo Pedro Varela (1837-1906), quien tuviera una muy discutible actuación política, según reseña el autor de este tomo). Con su poder de síntesis, Maiztegui logra trasmitirnos el accionar del reformador, su compromiso, sus dudas y sus decisiones junto con una gran capacidad de realización –aún cuando ya padecía la afección que lo llevó a la muerte– desempeñando el cargo de director de Instrucción Pública. Cuenta Maiztegui al final del capítulo que, de acuerdo a “una vieja leyenda”, poco antes de morir, José Pedro exclamó: “¡Luz, más luz!”. Aún hoy disfrutamos de aquel legado que –más allá de su época– nos distinguió en el concierto de las naciones.
Otra de las apasionantes personalidades a las que dedica otro de los capítulos es a la del gran codificador Joaquín Requena, nacido en Las Piedras en 1808. Jurisconsulto y de errante y polémica actuación política, fue uno de los autores del Código Rural (1875), miembro de la Comisión Redactora del Código Militar (1882), integrante de la Comisión encargada de rever el Código de Procedimiento Civil (1878), autor del Código de Minería (1884) y presidente de la Comisión Redactora del Código Penal (1885). Tal como se afirma en el capítulo dedicado a su vida: “En un país en el que aún estaba prácticamente todo por hacer, la ingente labor de codificador del Dr. Joaquín Requena tuvo una importancia extraordinaria”.
Finalmente, me permito citar a uno de los pensadores más importantes de América Latina de todos los tiempos: al autor de Ariel, de Motivos de Proteo, de El camino de Paros y tantos otros ensayos… Como dice el autor, “no puede negarse que interpretó el mundo de su tiempo con insólita agudeza y una prosa que no tiene igual por su elegancia y precisión. “Hoy –afirma comprometido el autor–, José Enrique Rodó es casi desconocido por los estudiantes uruguayos. No puede haber síntoma más lamentable de la decadencia que la enseñanza ha padecido en este país”.
Así podríamos seguir destacando pasajes que refieren a personalidades de la talla de Carlos Anaya, Francisco Joaquín Muñoz, Florentino Castellanos, Eduardo Acevedo, José María Muñoz, Andrés Lamas, Juan Carlos Gómez, Alejandro Magariños Cervantes, Juan José de Herrera, José Pedro Ramírez, Angelo Floro Costa, Gonzalo Ramírez, Juan Carlos Blanco, Carlos María Ramírez, Francisco Bauzá, Juan Andrés Ramírez, Carlos Quijano, Eduardo Jiménez de Arechaga y Vivián Trias.
En suma, Doctores 2 de Lincoln Maiztegui Casas es una puerta que se abre para acercarnos a estas personalidades –muchos de ellos uruguayos hijos de inmigrantes– que con sus luces y sus sombras actuaron en el tiempo que les tocó vivir.
Doctores. Tomo 2, de Lincoln Maiztegui Casas
Editorial Planeta, 2015
240 págs.
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Foto: Imagen de portada de Doctores. Tomo 2, Editorial Planeta.