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Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich

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Svetlana Alexiévich. Crédito: Nobel Media AB 2015/Pi Frisk

Svetlana Alexiévich. Crédito: Nobel Media AB 2015/Pi Frisk

Por Cecilia Pérez Mondino ///

Seguramente nos hubiéramos acostumbrado mejor a una situación de guerra atómica,
como lo sucedido en Hiroshima, pues justamente para esa situación nos preparábamos.
Pero la catástrofe se produjo en un centro atómico no militar, y nosotros éramos gente de
nuestro tiempo y creíamos, tal como nos habían enseñado, que las centrales 
nucleares
soviéticas eran las más seguras del mundo que se podían construir incluso 
en medio de
la Plaza Roja. El átomo militar era Hiroshima y Nagasaki; en cambio el 
átomo
para la paz era para la bombilla eléctrica en cada hogar. Nadie podía imaginar aún
que ambos átomos, el de uso militar y el de uso pacífico, eran hermanos gemelos.
Eran socios.

Svetlana Alexiévich
Voces de Chernóbil, pág. 47

En 2016 se cumplirán 30 años de la catástrofe de Chernóbil ocurrida el 26 de abril de 1986 en la Unión Soviética y que conmovió a toda Europa. Poco se recuerda y mucho se ha ocultado. Para evitar el olvido la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich publicó hace más de diez años Voces de Chernóbil. Gracias al Premio Nobel de literatura 2015 que ha recibido contamos hoy con una edición argentina de la traducción al castellano.

Como plantea el título, lo que hace la autora es darle voz a los que no la tienen. El libro recoge más de 40 entrevistas que denomina “monólogos” y en los que deja hablar a los testigos bielorrusos. Algunas son entrevistas colectivas o “coros” (de niños, de soldados). Se les preguntó qué recordaban de la explosión de la central atómica y el posterior incendio, cómo vivieron los días que siguieron a la explosión. Es un libro terrible y hermoso a la vez. Rescata a los seres humanos, la vida, el amor, la inocencia, los animales, la naturaleza, los niños, los ancianos, los campesinos, las tareas de médicos, técnicos y soldados.

Entre los que ofrecen su testimonio hay mujeres, viudas, maestras rurales, ingenieros, químicos, ancianos que se negaron a abandonar sus casas, liquidadores (enviados a “limpiar” las zonas contaminadas), periodistas, vecinos… Con todas las voces se va tejiendo una historia que conmueve. La mayoría de los entrevistados relatan su desconocimiento, denuncian la falta de información. Algunos pocos justifican el “secretismo” y el silencio para no crear pánico. La autora hace dialogar a sus testigos sobre la situación que se vivía en ese momento en la URSS, los que acompañaban esperanzados los cambios de la perestroika y los que defendían el sistema soviético.

Se denuncia la forma en que el Gobierno de Gorbachov manejó la situación, cómo no se informó a ciudadanos acostumbrados a obedecer. Como plantea la autora en la cita del comienzo, estaban convencidos que la energía nuclear no representaba ningún peligro al ser usada para la paz. “Peor que la guerra”, “peor que ocupación nazi cuando los alemanes destruyeron cientos de poblaciones”, “peor que el 37” –por las purgas del stalinismo–; así refieren algunos bielorrusos los efectos de la radiación en sus vidas. Se les obligó a abandonar sus casas, se evacuaron aldeas enteras diciéndoles que podrían volver a los tres días.

Prípiat, en territorio de Ucrania cerca de la frontera bielorrusa quedó como una ciudad fantasma, la última ciudad soviética. Algunos habitantes de la zona pensaron que el peligro de radiación era una exageración que provenía de los enemigos occidentales y se contaminaron de diversas maneras. Las consecuencias aparecieron después en forma de diversos tipos de cáncer, de niños que nacieron con malformaciones.

Aunque no pertenecieran al Partido Comunista eran soviéticos acostumbrados al sacrificio. Muchos se presentaron como voluntarios para trabajar en las inmediaciones del reactor y comparan su decisión de colaborar en Chernóbil con la gran guerra patria de 1941 o con el servicio en Afganistán. Cumplían con su deber.

En el libro, el historiador bielorruso Alexander Revalski se pregunta: “¿La nación rusa será capaz de realizar una revisión de toda su historia de manera tan global como resultaron capaces de llevar a cabo los japoneses después de la Segunda Guerra Mundial? O los alemanes. ¿Tendremos el suficiente valor intelectual? Sobre esto casi no se habla. Se habla del mercado, de los cupones, de la privatización, de cheques…Una vez más nos dedicamos a sobrevivir. Toda nuestra energía se consume en esto. De nuevo el hombre está solo.”

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Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich
Debate, 2015
408 págs.

Enlace externo
Fragmento de Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich, en el sitio megustaleer.com.uy

Foto: Svetlana Alexiévich durante la ceremonia de entrega del premio Nobel 2015, 10 de diciembre de 2015. Crédito: Nobel Media AB 2015/Pi Frisk.

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