Por Helena Corbellini ///
Desde Año Nuevo hemos amanecido a 0 grados y el fin de semana culminó con la borrasca Filomena que dejó casi toda España cubierta por la nieve. Aunque aquí en la Costa Brava no nevó, ni tampoco más al sur, en Barcelona, durante dos días aulló el viento a través de estas puertas y ventanas, que no están preparadas para el frío, porque la especulación inmobiliaria se dedicó a la construcción de las llamadas segundas
residencias (pisos de verano) que solo sirven para eso: vivir en función de la playa. Perdonen que vaya entrecruzándome del clima a la economía, pero es inevitable. Los informativos recogieron, por un lado, la algarabía madrileña y sevillana, de la gente que salió a hacer muñecos y a trasladarse con esquíes por las calles; pero también trenes detenidos, autobuses que debieron de ser rescatados, vuelos que siguen suspendidos, cientos de coches paralizados en los parkings, con sus conductores refugiados en sus
trabajos, como los empleados de Zara que durmieron dos días dentro del local comercial, sobre cajas en el piso porque el temporal no los dejó salir y luego no podían sacar sus vehículos enterrados en la nieve.
Por whatsapp circuló un chiste donde Dios, en forma de nube, tronaba: “Os mando esta tormenta a ver si os quedáis en casa de una puñetera vez”. Disculpen la expresión fiel, es que así habla la gente aquí. Hoy los noticieros repasan los daños ocurridos y también el lamento del personal hospitalario, porque a los pacientes de covid se suman los lesionados por las caídas en el hielo y los congestionados por el frío. Otro tema preocupante es el costo de la energía eléctrica, ya que a diferencia de otros países europeos, en España es tan cara como en Uruguay. También existe el gas, que es mucho más barato, pero muchos municipios no lo tienen. Y en la Costa Brava han construido barrios enteros sin cañerías de gas porque solo pensaron en el turismo de playa. La crisis del turismo, por la pandemia, ha provocado un intento de reconvertir el uso de estas viviendas en residencias habituales, pero la fuente de energía es un grave problema para hacerlo. Los propietarios se enfrentan a los pagos de comunidad de superpisos vacíos pero con piscina, zona ajardinada, canchas de paddle. Con una tasa de desempleo que supera el 16%, los afectados recurren a las ayudas del gobierno. Las alcaldías también pagan alquileres para evitar los desahucios y han prohibido proceder al desalojo de los locales comerciales, aunque miles han cerrado y están en venta o alquiler. Así llegamos al invierno, tras la última venida de los Reyes Magos que tuvieron que desfilar por pantallas. Nos trajeron la ilusión de las vacunas, que son reales, pero se inyectan a un ritmo cansino. Somos 48 millones de habitantes, en la comunidad de Cataluña, 9. Observar vacunar en cámara lenta en los residenciales y al personal de sanidad, uf, un juego de paciencia. Suspiro cuando recuerdo al Ministro cuando anunció que en seis meses culminaría esta campaña, tal vez se equivocó un 100%, tal vez menos, o más. Me gusta
pensar que para el próximo invierno habré recibido la Pfizer y este año histórico covid quedará guardado en mi alma estremecida.
Pienso en ustedes, compatriotas en las playas entregados al placer del verano y prefiero no arruinarles su estadía de ojos cerrados, aliviados en los gastos por la tregua que el buen tiempo trae consigo, hoy más atentos al uso de protector solar. Hey, miren que estoy preocupada pero animosa. Por primera vez en mi vida voy descubriendo los encantos del invierno y también los misterios y fascinaciones de vivir sin gente, sin actividades culturales y sin ingresar en espacios cerrados. Pero eso se los cuento la próxima vez.
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Helena Corbellini (1959) es una escritora y profesora uruguaya. Entre sus novelas figuran La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga (2007) y El sublevado. Garibaldi, corsario del Río de La Plata.
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Imagen: Madrid el 11 de enero, 2021. Crédito: Gabriel BOUYS / AFP