Editorial

El ánimo y las reglas de juego

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Es frecuente escuchar que Uruguay es un país que ofrece a quien invierte en emprendimientos o instrumentos financieros, reglas de juego claras y estables. Lo dicen las autoridades y los empresarios. Y es un haber que nuestro país debe conservar y el Gobierno de turno defender si queremos seguir siendo destino de inversiones provenientes del exterior.

También es un activo importante si como país pretendemos apuntalar el desarrollo de las empresas nacionales, grandes y pequeñas, que le dan empleo a cientos de miles de uruguayos y que igualmente dependen de reglas de juego estables para poder planificar.

Ya nos referimos en este espacio al golpe impositivo que supondrá para los trabajadores uruguayos –y también para los jubilados– el ajuste fiscal decidido por el Ejecutivo para tapar el agujero en las finanzas públicas. Tenemos que volver a ocuparnos de este asunto, esta vez para abordar, aunque sea de forma parcial, su impacto sobre las empresas privadas. En efecto, el proyecto de Rendición de Cuentas enviado por el Gobierno incluía algunas sorpresas, que a cuentagotas están siendo conocidas por los uruguayos, y en particular por los empresarios uruguayos.

Tal vez la más llamativa sea la disposición que establece que las empresas que no distribuyeron ganancias entre sus socios durante tres años a partir de 2007, deberán pagar IRPF sobre ese dinero aunque no haya salido de la empresa o haya sido utilizado, por ejemplo, con fines de autofinanciamiento. Sabido es que las empresas utilizan parte de sus ganancias para reinvertir. Pero también lo hacen con fines financieros, para evitar endeudarse por ejemplo, o incluso para pagar deudas.

Algunas empresas se encontrarán ahora con un escenario que alterará sus proyecciones, que les obligará a pensar en que tendrán que devengar una suma importante de dinero que algún día pagarían pero que esperaban pagar más adelante. En resumen, un cambio que puede golpear su estructura financiera en momentos de debilidad económica.

Además, las empresas que tenían pérdidas acumuladas y tenían el beneficio de poder deducirlas a medida que empezaban a generar ganancias –un esquema fundamental en el caso de empresas con ciclos productivos largos o de empresas que atravesaron problemas y se plantaron para superarlos–, solo podrán hacer deducciones sobre la mitad de sus utilidades.

Menciono estos dos puntos porque, del diálogo con especialistas surgen como los dos más problemáticos. Como dije, representan un cambio en las reglas de juego que puede tener un costo a futuro en la evaluación de iniciativas de inversión.

Mientras otros países que atravesaron crisis apostaron a aligerar la carga de los actores económicos generadores de empleo y consumo, Uruguay optó por la vía opuesta. Y esto ha golpeado y muy duro en el ánimo de la población.

No hace falta dar cifras. El ajuste y sus consecuencias, el mercado del empleo, la caída del consumo, los frenos a las decisiones de gasto de las familias, la preocupación por las cuotas de los colegios en una enseñanza cada vez más privatizada, o simplemente la compra de un bien necesario pero caro en un país muy caro, son el tema permanente de conversación por estos días.

Este tipo de disposiciones poco ayudan al ánimo de quienes toman decisiones de inversión, en un momento en que el ánimo cuenta y mucho. La situación actual recuerda en algo a lo que ocurría en 2002, cuando en cada reunión o fiesta los uruguayos comentábamos sobre el impacto de la crisis. Es claro que no vivimos una crisis financiera como aquella, y que el sistema productivo está mucho mejor parado. Pero es evidente que hay preocupación en la sociedad uruguaya por el futuro del poder adquisitivo de los salarios, por el empleo, por la empresa propia o aquella que da trabajo.

No hace falta traer cifras para sustentar esta afirmación. Y en todo caso, los números están disponibles en los organismos oficiales. Pero sería deseable que disposiciones de este tipo, que no hacen otra cosa que darle un golpe a los actores económicos que dan empleo, sean revisadas para evitar que la “sensación de crisis”, puesta esta expresión entre comillas, se profundice, y terminemos alimentando aquella vieja idea de la profecía autocumplida.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 22.06.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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