Por Leonardo Costa ///
El presidente Barack Obama sin dudas quiere dejar una marca en la historia de los Estados Unidos. Días pasados en nuestra columna En Perspectiva hacíamos mención a su apoyo a los movimientos civiles pro minorías raciales y sexuales; los cambios ahí impulsados –dijimos– son parte de su legado liberal y progresista. Pero quizás el cambio más profundo que impulsa Obama se centra en la política exterior de los Estados Unidos en general, y en particular en las relaciones diplomáticas con Cuba.
Estamos asistiendo felizmente al fin de una política de aislamiento generada luego de la Revolución Cubana de 1959, bajo la presidencia de Eisenhower, y mantenida en forma constante por las administraciones republicanas y demócratas subsiguientes.
Hoy, luego de 56 años, Obama ha impulsado un giro trascendental en la historia reciente de los Estados Unidos, de Cuba y de toda América Latina. Estamos asistiendo al fin del anticomunismo americano y por ende, probablemente, al fin del denominado régimen cubano. Este cambio impactará definitivamente en el imaginario de parte de la izquierda latinoamericana que aún vive en el romanticismo provocado por los fetiches de los años iniciales de la revolución cubana, callando graves violaciones a los derechos humanos del gobierno de Fidel Castro.
A pocos días del aniversario del asalto al Cuartel Moncada que enfrentó al dictador Fulgencio Batista y que marcó el comienzo de la revolución, este 26 de julio de 2015 será histórico en Cuba. Esta vez, el llamado “día de la rebeldía nacional” está precedido del anuncio de la reapertura, el próximo 20 de julio, de sedes diplomáticas de ambos países en Washington y en La Habana, y, con ello, el fin del bloqueo político y económico a Cuba.
Para quienes crecimos con la falsa oposición promovida por movimientos izquierdistas y derechistas que proclamaban el dilema “o se esta con Cuba y por ende contra el imperio o se esta contra Cuba y los Castro y por ende contra el Comunismo”, este julio de 2015 será un momento digno del recuerdo.
En lo personal, siempre estuve en contra de esa falsa dicotomía pues entendía que aquella política exterior de Estados Unidos beneficiaba al régimen cubano y lo fortalecía ideológicamente, y a la vez hacía que cualquiera que viera bondades en cualquier aspecto de Cuba, aún en su sistema de salud, se convirtiera automáticamente –a los ojos de la derecha– en un comunista. Sin perjuicio que siempre entendí que las violaciones a los derechos humanos del régimen cubano fueron de alguna forma justificadas por parte de la izquierda latinoamericana por el mentado bloqueo a la Isla. La derecha y la izquierda latinoamericanas increíblemente se necesitaban y se potenciaban en el odio y en el amor, respectivamente, frente a la Revolución Cubana. Sin dudas esos sentimientos, contrarios pero necesarios uno de otro, fueron alimentados por la política exterior americana y aprovechados por Fidel Castro.
Esta nueva historia diplomática que hoy presenciamos se comenzó a escribir por Obama y por Raúl Castro con gran pragmatismo de ambos dirigentes políticos. Desde el 17 de diciembre de 2014 ambos presidentes anunciaron su intención de poner en marcha la normalización de relaciones entre ambos países, tras la liberación por Cuba de un espía estadounidense, resultado de meses de conversaciones secretas entre ambos gobiernos con la asistencia de una discreta mediación del Papa Francisco.
Ya en enero de este año, Washington y La Habana resolvieron flexibilizar las restricciones para el comercio y para los viajes a Cuba con fines culturales o religiosos, incluyendo la autorización a estadounidenses del uso de tarjetas de débito y crédito.
El 11 de abril pasado en la Cumbre de las Américas, en Panamá, la reunión entre Raúl Castro y Obama fue clave, siendo el primer encuentro entre presidentes de ambos países en más de medio siglo. A los pocos días, Obama informó al congreso su intención de retirar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, un cambio fundamental para Cuba y para el comercio mundial en dólares con la isla. La eliminación de Cuba de esa lista fue aprobada por el Departamento de Estado en mayo de este año.
El próximo 20 de julio, gracias al pragmatismo de sus presidentes, viviremos el fin de una era oscura del continente, que dejó a muchas generaciones presas de los errores de la diplomacia estadounidense y a un pueblo, el cubano, rehén de Washington y de su gobierno.
Se hace aplicable pues a Obama y a Castro, la frase de José Martí que señala que “los hombres políticos de estos tiempos han de tener dos épocas: la una, de derrumbe valeroso de lo innecesario; la otra, de elaboración paciente de la sociedad futura con los residuos del derrumbe”. Esta nueva sociedad será la que construirán estadounidenses y cubanos en los próximos años.