Por Emiliano Cotelo ///
Me sorprendió gratamente la visión que expuso este martes, aquí, En Perspectiva, el alcalde de Juan Lacaze, Darío Brugman.
Lo invitamos para conocer cuáles son las líneas de acción que están en curso a partir del cierre definitivo de Fanapel, la fábrica de papel que acompañó la historia de la ciudad desde 1898 y que el mes pasado dejó sin trabajo a 350 personas entre empleos directos e indirectos. Todos sabemos que este golpe va más allá de esos números, los más evidentes. La muerte de Fanapel tiene mucho de simbólico y emotivo porque es la culminación de una serie traumática que se inició en 1993, cuando bajó la cortina la otra firma emblemática del lugar, Campomar & Soulas, que en su apogeo llegó a ocupar a 3.000 personas, y que siguió a lo largo de estos veinte años con otras frustraciones de menor envergadura, cuando fueron fracasando proyectos textiles alternativos que se intentaron en los gigantescos galpones vacíos, algunos con dinero de la vieja Corporación Nacional para el Desarrollo, otros, más recientes, financiados por el Fondes (Fondo para el Desarrollo).
Un nuevo rumbo
¿Cómo plantarse ante esta coyuntura y ante este proceso?
Palabras más, palabras menos, el alcalde dijo que la comunidad de Juan Lacaze tiene ante sí la oportunidad de reinventarse. Que sin desconocer su identidad industrial –por el contrario, inspirándose en lo esencial de esa tradición tan fuerte– debería proponerse ahora otro perfil, más acorde a los tiempos. Y habló de construir allí un polo regional del conocimiento.
Aunque eso fuera solo un sueño, ya merecería destacarse. ¿Por qué? Porque se levanta la vara y se mira hacia adelante con un objetivo ambicioso y aggiornado. Y porque implica un giro con respecto a una forma de reaccionar muy uruguaya que hemos visto repetirse demasiadas veces: la de forzar, a puro voluntarismo, el regreso a la actividad de los viejos dinosaurios que se habían demostrado inviables, a veces gestionados por ex trabajadores, pero siempre poniendo recursos del Estado.
No solo un sueño
Pero no es solo un sueño ese nuevo rumbo para Juan Lacaze. Ya se venía trabajando en él antes del cierre de Fanapel y existían contactos auspiciosos con instituciones privadas y públicas, entre ellas la CUTI (Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información), con quien, en diciembre pasado, se había abierto una línea de coordinación para, primero, desarrollar cursos de capacitación de recursos humanos, que ese sector necesita vitalmente, y, luego, instalar a algunas empresas de ese rubro en el predio del parque industrial, dependiendo de una serie de condiciones. Al mismo tiempo hay conversaciones en este campo con el Plan Ceibal, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República y la Universidad Tecnológica (UTEC). Y Antel pondrá lo suyo, extendiendo a toda la ciudad la fibra óptica.
Se apunta a un complejo que incluye el software, la robótica, la mecatrónica y las energías renovables. Y, paralelamente, se incorpora la posibilidad de la industria audiovisual.
Otras dimensiones
Es un futuro entusiasmante y que contrasta con la imagen gris y triste que puede aparecernos a primera vista si pensamos en esta ciudad de 12.000 habitantes marcada por sus dos grandes cementerios industriales. Y es un camino que, además, tiene sus fundamentos. De algún modo se apoya en otras señas de identidad de esa zona del departamento de Colonia: el liderazgo histórico en la educación y la formación de su gente.
Y utilicé deliberadamente la palabra “zona”, porque ese enfoque apareció con frecuencia en el discurso del alcalde Brugman. Por ejemplo, como quedó dicho, el sueño no es una ciudad del conocimiento sino un “polo regional” del conocimiento. Y, por otro lado, a la hora de elegir los cursos de capacitación del Inefop para los ex empleados de Fanapel, dijo, no hay que apuntar solamente a posibilidades de trabajo en la propia Juan Lacaze, sino también en su entorno. Hizo notar que la movilidad hoy ya no es un problema y recordó que varios habitantes de Juan Lacaze se desempeñan en la planta de celulosa de Montes del Plata, “que está a solo una hora”.
Así que, resumiendo, se habla de encarar esta nueva era de Juan Lacaze “abriendo la cabeza” en cuanto a sectores de actividad y también abriéndose físicamente: no pretendiendo soluciones encerradas en la localidad, que hoy más que antes serían artificiales y forzadas teniendo en cuenta el avance de las comunicaciones y las propias costumbres de la gente.
Pero –agrego yo– el quiebre con lo previsible no termina allí. El alcalde también comentó que ve “una oportunidad histórica” para que los habitantes de Juan Lacaze pasen de ser “dependientes” a “por lo menos, comenzar a ser independientes”. Él entiende que, en lugar de pensar en cooperativas grandes, que se ensayaron y no anduvieron, la Agencia de Desarrollo Económico debería apostar a incubar a “la pequeña empresa”, la “empresa familiar” y eventualmente “pequeños emprendimientos cooperativos”. Algo que, en definitiva, se correspondería con otra tradición de la zona, el emprendedurismo que trajeron las corrientes de inmigrantes que poblaron las diferentes “colonias” del departamento.
Paliativos
Está claro que ninguna de estas posibilidades puede hacerse realidad ya. Los sabaleros tendrán que esforzarse y asumir que esto lleva su tiempo. Pero resulta mucho más sano canalizar las energías en proyectos innovadores y desafiantes en lugar de quemarlas en una posición pasiva y reclamándole al Estado que se haga cargo de resucitar un pasado que ya fue. Si es esa la actitud, incluso se vuelve más aceptable que la sociedad uruguaya toda financie la extensión del seguro de paro, una de las medidas “paliativas” que el presidente Tabaré Vázquez anunció el jueves de la semana pasada cuando llegó por sorpresa a Juan Lacaze.
Más vale tarde
Vázquez y los ministros también informaron la incorporación del puerto de la ciudad a la categoría de “puerto libre” y que el Ministerio de Economía agilizaría los “trámites para concretar la iniciativa privada de poner en funcionamiento un barco transbordador de hasta cincuenta camiones conectando Juan Lacaze con Buenos Aires”. No se entiende por qué estas dos medidas se disponen recién ahora, cuando cerró Fanapel. La reactivación de la actividad portuaria pudo haberse facilitado antes. La logística, que tanto empuje muestra en los últimos años en Uruguay, tiene en el puerto Sauce un potencial muy interesante gracias a la cercanía con Buenos Aires, Montevideo y Nueva Palmira. Esa actividad sería compatible y complementaria con todo lo otro que veníamos comentando, e incluso con el despegue del turismo, que es otro frente que el alcalde y las fuerzas vivas están considerando, también con fundamentos sólidos y jugando en equipo con otros lugares del departamento, en especial Colonia del Sacramento, que está tan cerca, a apenas 50 kilómetros.
Otro debate
Yo sé que el cierre de Fanapel deja abierta otra discusión, sobre políticas que se han seguido en los últimos años y que implican costos muy altos que afectan la competitividad de varios rubros de la producción nacional. En definitiva la pregunta podría ser: ¿Pudo el gobierno haber evitado el final de Fanapel aliviando algunos de esos costos como, de hecho, hace cuando le otorga tratamientos tributarios especiales a grandes inversiones del exterior, por ejemplo el nuevo proyecto de UPM?
Ojalá
Ya volveremos sobre ese tema.
De todos modos, lo que yo quiero rescatar hoy es el talante renovador y no quejoso con el cual el alcalde frenteamplista y la sociedad de Juan Lacaze aparecen encarando esta coyuntura.
Ojalá ese empeño tome forma y se consolide, y ojalá que las autoridades de la intendencia y del Poder Ejecutivo asuman sus partes en el compromiso y, sobre todo, faciliten y no tranquen.
Hay antecedentes recientes que permiten ser optimistas; pienso, concretamente, en la ciudad de Dolores, en Soriano, y cómo respondieron su gente y sus instituciones luego del tornado de mayo del año pasado.
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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 17.03.2017, hora 08.05
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