Por Ricardo Pascale ///
Desde la aparición del nuevo coronavirus y su expansión planetaria, dos imperativos dominan la preocupación de los gobiernos y de las sociedades en general.
Ellos son, en primer lugar: salvaguardar la vida de la población. Esto es, tratando de abatir la crudeza con que el virus se expandió: siguiendo el hilo epidemiológico toda vez que se pueda, expandiendo testeos y aumentando la capacidad de tratamiento, así como buscando encontrar una “cura” a este mal con drogas y vacunas. Estas últimas, afortunadamente, en un despliegue de alta tecnología, de fuerte financiamiento y grandes avances científicos, se pudieron concretar en Fase 3, en tiempos que eran impensados. Ya hay varias vacunas, de distinta eficiencia y seguras. Y aparecerán otras.
En segundo lugar, el otro imperativo es salvaguardar los medios de vida de los habitantes de los países. Esto es dar apoyo a las personas y las empresas afectadas por problemas de caída de la actividad económica, incentivados en muchos países por los lockdowns aplicados.
Otro aspecto tiene relación con preparar a la población para retornar a la actividad en forma segura a medida que el virus vaya cediendo, y prepararse, en especial las empresas, para la definición de la escala de la recuperación que intentarán, teniendo en cuenta que la caída del nivel de actividad ha sido alta en 2020 y en algunos países muy alta.
Ante estos imperativos, algunas cosas las conocemos con menos incertidumbre. Podemos nombrarlas:
1. La disrupción económica ha sido probablemente mas grande que la de la Gran Depresión, y afecta a todos los países, con marcados matices de profundidad. El único país que no tendrá crecimiento negativo de los grandes, en términos económicos y demográficos, será China.
2. Se observa asimismo una gran aceleración de tendencias que ya estaban presentes, que van desde el uso de las innovaciones de la Revolución 4.0 , hasta el trabajo digital.
3. Conocidas son tambien las disrrupciones en la marcha de sectores industriales y empresas a partir de eventos específicos.
4. Tomará un tiempo largo, y no conocido, que las economías vuelvan a funcionar a pleno y será probablemente por etapas, y no podemos afirmar una línea final.
5. En el otro extremo de este gran túnel que estamos recorriendo, seguramente saldremos de él, pero a un mundo diferente.
Este estado de cosas trae grandes implicaciones tanto para países como para empresas.
Una de ellas es que no se puede manejar esta crisis como una crisis más, y no se saldrá de ella como de otras, lo cual requiere pensar en nuevos modelos estratégicos y operativos.
Con tamaña crisis, muchos presupuestos públicos y privados se han deteriorado y deben reconstruirse, hacerse de nuevo, pero con una impronta dinámica y de respuestas contingentes.
Estudios señalan que tres meses del 2020, equivalen a 12 meses de un año anterior. Se necesita anticipar y planificar para avanzar en varios escenarios y horizontes futuros.
Hay que evitar creer, en medio de tanta incertidumbre, en la construcción de una resolución final inequívoca de la estrategia empresarial. La realidad puede ser muy diferente a la pensada, y pueden aparecer oportunidades y amenazas no previstas.
Muchas empresas enfrentan hoy día los desafíos de definir y hacer un cambio hacia el próximo futuro.
En esta tarea es importante mitigar tendencias que tenemos los seres humanos al sobreoptimismo y la sobreconfianza sobre ese futuro, y asegurar que las capacidades de las empresas, tanto de capital humano con destrezas para tiempos muy inciertos, como financieras y estrategicas, estén acordes con ese futuro muy incierto. Este será un punto fundamental para el éxito de las empresas.
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Ricardo Pascale para el espacio Tiene la Palabra de En Perspectiva