Por Helena Corbellini ///
El escritor Juan Marsé era un hombre muy guapo. Y además siempre dijo y escribió lo que sinceramente pensaba: dos veces guapo. Este premio Cervantes 2008 representó la Barcelona de la posguerra en nuestro imaginario. Marsé se diferencia de los escritores españoles de su generación –la llamada “del 50”- y se asemeja en muchos aspectos a los escritores latinoamericanos: huérfano y pobre como el mexicano Rulfo, real y poético como él, desliza su sintaxis por el erotismo, ensaya los verbos de la lujuria como García Márquez y se arroja a los abismos del sufrimiento como Onetti. Pero estas similitudes solo son externas: Juan Marsé escribió su propio mundo a su manera.
Nació el 8 de enero de 1933 y como su madre muriera poco después del parto, el padre, Juan Faneca, se desprendió de los hijos. El bebé fue dado en adopción a Juan Marsé. Ambos hombres eran simpatizantes de un partido que luego sería proscripto, Estado Catalán. Los padres adoptivos lo amaron en medio de la pobreza del barrio Guinardó. Joan o Juan conoció penurias extremas, las mismas que padecían sus vecinos y los otros niños, ellos jugaban con hambre y con hambre sobrevivían. A los 13 años fue a trabajar junto a un joyero, pero luego lo reclutó la mili y marchó a Ceuta. El muchacho enviaba cartas de amor a una chica del barrio. Ese epistolario se convertirá en la novela Encerrados con un solo juguete (1960). La editora Carmen Balcells se interesa por su obra y el propietario de Seix Barral, Carlos Barral, poeta, lo incorpora a su grupo literario. Allí están Salinas y Gil de Biedma. Letrados y ricos se asombran del genio autodidacta de Marsé, el único escritor de extracción obrera en el “mundillo literario” barcelonés. Sus protectores quieren mejorar su cultura y reúnen dinero para su formación en París. Marsé lo gasta en poco tiempo. “Tuve muy poco que ver con el intelectual en París, hice una vida muy a ras del suelo”, allí vivirá dos años y acumulará experiencias, pero para escribir necesita regresar a Barcelona. Entonces publica Últimas tardes con Teresa, un relato que evidencia el enfrentamiento entre la burguesía catalana y los desposeídos. “Pijo” en España se le llama al burgués o pequeño burgués que no quiere mezclarse, es el “cheto” rioplatense. Estos niños bien manifiestan un profundo desprecio por quienes parecen estar destinados a ser sus sirvientes. A mediados del siglo XX ya veranean en chalets de la playa, hacen fiestas y conducen coches modernos o motos que las pandillas marginales roban y desguazan. En ese contexto, el protagonista es de Murcia, y por lo tanto un charnego (español que no habla catalán). Le dicen pijoaparte. Es un buscón rebelde, un buen mozo de aire gitano, que pretende zafar de la clase a la que parece condenado: aspira a otra vida y refuerza su astucia y sus recursos de seductor para abrirse camino.
Son muy pocos los escritores que emergen de la desgracia y la iluminan con su literatura. Marsé recuerda los hechos históricos y las miserias que conoció de niño y los transfigura. La novela Si te dicen que caí (Premio México, 1973, solo publicada en España tras la muerte de Franco) con sus cuarenta personajes que ingresan en una sinfonía de voces a la voz del narrador, crea la comedia humana de los desposeídos de Barcelona en tiempos de la resistencia antifranquista. Sin embargo, a Marsé no le convenció ser considerado un escritor realista, “¡realismo es tantas cosas!”, sí le preocupaba hacer vibrar “los nervios secretos de la crónica urbana”.
Para ser escritor es más necesaria la memoria que la imaginación, decía. Necesitaba caminar por las barracas de la Pera, detenerse en la esquina de Camelias y Secretario Coloma, entrar al bar Continental y enterarse de los actos delictivos de las pandillas de kalibeños (marroquíes del Rif), llegar a las fauces del dragón de las puertas del Parque Güell y repensar la frontera, esa “línea imaginaria y sangrienta”, que separaba al pobrerío, de los “finolis” del Palacio de la Cultura y de La Salle.
Se definió a sí mismo como “un catalán que escribe en castellano”. En los últimos años se hartó de la intransigencia del nacionalismo catalanista quienes renegaron del escritor como han renegado de Joan Manuel Serrat y así van perdiendo los artistas más valiosos de su cultura. Marsé repudió las banderas. Afirmó: “Solo hay una cultura catalana, la que se realiza en catalán y en castellano”. Un verdadero lector –el que no tiene prejuicios– disfruta de su escritura que jamás se asemejará a la de un castellano, no solo por decir “collons” en vez de “cojones”, sino porque a la par de las referencias de un mundo que solo puede ser a la vez catalán y cosmopolita, escribe en una lengua con resonancias divinas de Babel.
Helena Corbellini para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva.
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Helena Corbellini (1959) es una escritora y profesora uruguaya. Entre sus novelas figuran La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga (2007) y El sublevado. Garibaldi, corsario del Río de La Plata.
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Foto: Juan Marsé. Crédito: Flickr.