Días de coronavirus

La bolsa o la vida

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Por Rafael Courtoisie ///

Uno de los debates que plantea la práctica social y política de la peste es la puesta al día, el aggiornamento de aquella disyuntiva célebre: la bolsa o la vida.

En toda crisis se vuelve a esa oposición economía – salud y el planteo polariza y re ordena en torno a bandos enfrentados, acérrimos, encendidos por una claridad falaz.

No es la economía o la salud, no es la bolsa o la vida. El pensador Carlos Vaz Ferreira hablo de las falacias de falsa oposición. Blanco y negro no son colores opuestos, son sencillamente diferentes. En ocasiones, los conceptos presentados como opuestos son en realidad complementarios.

En cierta forma la economía debería ser un modo de mejorar o al menos conservar la salud.

El dinero es una forma simbólica, consensual, pactada. No tiene otra existencia que la de una representación abstracta del valor o de los valores, un instrumento sin materialidad que regula las relaciones entre la materia y los seres humanos, que incide en el intercambio, en el trasiego, en las formas en que la sociedad especula con el futuro.

Al depositar o invertir se compra futuro. El dinero es entre otras cosas una representación de un bienestar posible que se sitúa adelante en la línea del tiempo.

El dinero crea posibilidades no en el ahora, en el mañana. El dinero compensa esfuerzos pasados, idos, en la forma del sueldo, del pago de servicios, de tareas.

El dinero obra y se extiende en la línea del tiempo hacia atrás y hacia adelante. Es en el hoy, en el presente, en que el dinero exhibe esa drástica fragilidad de los sueños, es el presente en que se patentiza su condición ilusoria y la levedad de su ficción.

En épocas aparentemente apacibles, esa debilidad absoluta pasa desapercibida y se "suspende": el dinero siempre se gasta en el hoy, se abona lo que se consumió hacia el pasado o se compran en el futuro fragmentos de actos, relaciones o de bienes no tangibles en el momento de la transacción.

Pero la peste supone un exceso de presente y esa sobrecarga detiene o altera el funcionamiento del relato social del dinero: se hipertrofia o se atrofia su carga simbólica, se pierde la escala aritmética y se pasa a escala geométrica, descendente o ascendente. La peste hace vacilar la construcción etérea del dinero, cuestiona el concepto de la economía. La economía implica un mercar con el tiempo. Se vende y se compra tiempo en forma de bienes, proyectos, construcciones imaginarias que alcanzaran su concreción en el reino mágico del después. Se vende fe, se compra confianza. Se especula con lo único que ningún hombre posee: el ayer y el mañana.

La bolsa es un producto ficcional que cobra realidad y posibilidad en el transcurrir, en el fluir sin mayores alteraciones del tiempo colectivo.

Cuando el tiempo se detiene o parece detenerse, la bolsa pierde materialidad, pierde sentido.

La vida, en cambio, no es ayer ni mañana, es ahora.

No se trata de la bolsa o la vida.

Se trata de la vida. No hay disyunción.

La peste suspende y altera el valor ilusorio de la bolsa.

La peste busca la vida para propagarse.

 

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, jueves 18.06.2020

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Rafael Courtoisie (1958) es un ensayista, académico, autor de varias novelas y traductor uruguayo, miembro de la Academia Nacional de Letras.

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Foto: Rafael Courtoisie. Crédito: academiadeletras.gub.uy

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