Por Rafael Courtoisie ///
Las estrategias del mal son infinitas, pero por cada una que se pone en desarrollo, surgen varias posibilidades luminosas de afirmación y logro.
Luego de algunos días de confinamiento, prospera y se expande, esta vez como una peste blanca, la vida digital.
Enseñar, aprender, crear, tocar a distancia, imaginar, sembrar y cosechar en una realidad virtual, en una realidad sin espacio, morigera y hace retroceder, en cierta forma, la marea de la pandemia. Permite respirar, permite vivir con los otros.
El espacio virtual se coloniza. Los encuentros se multiplican, abren una dimensión humana que nunca había sido explorada de este modo en la historia. En el imaginario goyesco " el sueño de la razón produce monstruos".
El virus es material, concreto, presenta cierta secuencia bioquímica su ARN, su ácido ribonucleico, una secuencia más proclive a mutar que si fuera ADN, ácido desoxi ribonucleico. El virus es una realidad de la biología, con sus leyes de propagación y su sentido "natural" y concreto.
La peste es una construcción social, un dispositivo cultural humano, voluntario o involuntario. La peste proviene del sueño de la razón. Su condición monstruosa expandida es erigida por la pluralidad humana.
La vida digital, hasta hace uno meses fría, diferida, utilitaria, se vuelve de pronto luminosa y profunda, habitable, extensa.
Al lado de los monstruos que produce el sueño de la razón, obra certera la pulsión de vida, la emoción también produce sueños, pero esos son transparentes.
Domesticar la tecnología, habitar el espacio virtual para acariciar de otro modo la piel de la existencia, es una forma oculta de la maravilla que la peste, sin proponérselo, reveló.
La pandemia desata catástrofes.
La alegría, solita, milagros.
Rafael Courtoisie para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva
***