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Lo que no puede faltar en la mochila escolar

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Por Natalia Trenchi //

Muchos de ustedes andan por estos días forrando cuadernos y comprando lápices y gomas. Es que empìeza un nuevo año escolar. ¡Y qué año! Un año en que sigue la misma pandemia que vació las escuelas el año pasado y que mandó a los chiquilines y a sus maestros para las casas, que se tuvieron que arreglar como pudieron para seguir enseñando y aprendiendo. Y claro que lo hicieron con suerte diversa: no es lo mismo tener una casa con WiFi y una familia que te organiza la vida para que puedas seguir las clases que te da por internet una maestra dedicada y sostenida por una institución responsable, que vivir en un rancho que se llueve, donde es más importante la supervivencia que lo que se puede aprender de la escuela. La inequidad fue más marcada que nunca y hacemos votos para que no se repita este año, que nos agarra con un poco más de experiencia.

Pero nuestro tema hoy tiene que ver con qué es verdaderamente importante para preparar a los chiquilines para aprovechar a pleno la experiencia escolar. Más importante que la cartuchera o el dobladillo de la túnica.
Lo crucial es que lleguen a la escuela con un escenario interior propicio para aprender. Unas cuántas cosas son necesarias para que así sea, pero vamos a detenernos en algunas.

En primer lugar es necesario que su cerebro esté tranquilo, sin preocupaciones que son de los adultos, y bien nutrido. Eso se consigue con una buena alimentación: no sólo nutrientes de los que ingresan por la boca, que son importantes, sino también los que alimentan el pensamiento, la imaginación, la curiosidad. También es imprescindible un buen sueño nocturno (y cuando digo buen sueño digo un sueño tranquilo, en su cama, en silencio, las horas necesarias, que son unas cuántas).

Si llega a la escuela sin estar bien nutrido o sin haber tenido un buen sueño en cantidad y calidad va a aprender menos y va a relacionarse peor. No queremos eso.

Además, para poder aprender es necesario dejarse enseñar y para eso se necesitan dos cosas fundamentales: estar motivado y tener confianza. La motivación es el motor más poderoso del mundo, es lo que nos permite avanzar sorteando los obstáculos que se nos presenten. Se alimenta de experiencias saludables de dificultad y superación de las mismas. No queremos niños exclusivamente motivados ni por la nota ni por el regalo prometido si le va bien. Tenemos que despertarles la motivación que viene de adentro y que se transforma en el placer de saber, de conocer, de descubrir, de pensar. Eso lo logramos si conseguimos que todos avancen, ya que es la experiencia de logro lo que motiva. El fracaso, por el contrario, desmotiva, roba fuerza y empuje.

La confianza es otro ingrediente imprescindible en este proceso. Para empezar, la confianza en uno mismo, esa vocecita interior que nos alienta y nos da fuerza. Pero también confianza en quien enseña. El poder confiar en la maestra como institución es algo que los adultos trasmitimos, o no, a los niños. Aprender a confiar después en ella como persona es mérito, o no, de ella misma. Pero tenemos que lograr que nuestros niños miren a los maestros como aliados para aprender, como los guías para acceder a un mundo lleno de sorpresas y cosas buenas, el mundo del conocimiento.

Y finalmente, si queremos que este camino sea fructífero necesitamos enseñarles disciplina, palabra que a los uruguayos no nos gusta nada porque la asociamos a restricción, represión, falta de respeto por nuestros derechos. Pero la verdadera disciplina, la auto- disciplina es todo lo contrario. Es lo que nos permite ser verdaderamente dueños de nosotros mismo, sin dejarnos dominar por impulsos ni deseos de corto alcance. Es lo que nos da la libertad de caminar por donde queremos caminar y no por donde nos lleva la corriente. Es lo que nos ayuda a lograr que no nos detengan en la vida los detalles engorrosos. Cuando un niño incorpora esa actitud de buena disciplina para encarar una tarea, va a estar en condiciones de poner toda su energía en el objetivo central e importante, sin distraerla en el desorden de la mesa o la falta de punta del lápiz.

Vaya que es importante la auto disciplina en este mundo que nos toca vivir. ¿Cómo teletrabajar sin autodisciplina? ¿Cómo usar tapabocas aunque nos incomode? Por eso los invito este nuevo año lectivo a trabajar con amor y alegría en esto de trasmitirle a los chiquilines los buenos hábitos de hacer las cosas bien. Esto se consigue de a poquito, día a día, casi sin que nos demos cuenta, si en casa van teniendo las experiencias necesarias, el estímulo y los buenos ejemplos .

Los invito a empezar este año escolar con la alegría de recuperar algo que por un tiempo perdimos, y que por eso aprendimos a valorar más.

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Natalia Trenchi es médica psiquiatra y psicoterapeuta de niños y adolescentes y divulgadora de salud mental a la comunidad.
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