Por Gretel Groisman ///
Tiene 63 años, es separada, y el viernes pasado estaba muy enojada con sus amigas. Graciela me dijo: “Gretel, a vos, que sos mi psicóloga, ¿no te parece que mis amigas tendrían que entender si les digo que puedo ser feliz, sin necesidad de estar siempre con el mismo tipo?”
Hace unos 20 años atrás, o menos todavía, esto hubiera resultado inusual para una mujer de vida familiar promedio, porque era privativo de minorías en ambientes transgresores. Sin embargo hoy, la monogamia, ya no es lo que era… O al menos, se piensa y se debate de otra manera. Hubo cambios que suponen otra percepción del modelo que durante muchos años nos indicó cómo debíamos relacionarnos con las personas que nos atraían tanto afectiva como sexualmente. Así, por ejemplo, pensemos en lo difícil que era explicarle, incluso a una amiga, que, aunque estabas enamorada de tu pareja, morías de deseo por otra persona y, más todavía si “la tentación” era de tu mismo sexo. Porque más allá de tus deseos, sabías que se esperaba que te limitaras a la exclusividad debida, lo correspondiente a tu relación monógama y heterosexual. Era simple como un menú fijo, quizás delicioso, pero sin variedad. Esto a muy grandes rasgos, porque con determinados movimientos de la modernidad este modelo, empezó a flexibilizarse. Nuestras abuelas, pensaban que, habiendo conseguido mayormente el derecho a elegir con quien casarse, iban a ser felices… Hoy, nuestras hijas se cuestionan si la monogamia -sobre todo la monogamia para toda la vida-, realmente las hará más felices. Y lo quieren conversar con nosotros.
Escapar a los dilemas de nuestra época, que siempre nos interpelan, no es fácil.
¿Y por qué hemos perpetuado ese ideal de monogamia? Explicaciones abundan. Las amigas de Graciela se lo han dicho de mil maneras: "Tenés que tener una pareja estable y exclusiva, para ser feliz". Porque la relativa garantía de su felicidad la basan en la seguridad y estabilidad, que son promesas de la monogamia.
Entonces, ¿qué pasa ahora? Ocurre que esos paradigmas están cambiando profundamente, hay más permisos sociales e individuales para actuar tus deseos. El gran desafío es qué hacemos con las fantasías que invitan a salirse de los esquemas. ¿Cómo jugamos este juego, que habilita, a relaciones pautadas según nuestros impertinentes deseos? Porque uno de los puntos aquí, es que la libertad sexo afectiva, aún hoy, mucha gente la asocia al malestar. O sea, la asocia al caos emocional, a la temida incertidumbre, a la pérdida del refugio, al peligro del abandono y/o, a ser meramente utilizados por otra persona.
En su momento, recuerdo haberle respondido a mi paciente: “…el día que logre conocer la fórmula de la felicidad, te la paso…”. Es que ya nada está determinado en recetas y fórmulas. Hay que construir al andar, en cada caso, como trabajamos con Graciela.
En trazos gruesos, la meta actual de un vínculo sexo afectivo, ya no es tanto formar una pareja estable, sino que, más que nada, se trata de cuánto aporta el vínculo a tu felicidad.
Y para eso, uno de los desafíos es determinar cómo te vas a relacionar con las personas que te atraen. Y además, a esto se le suma la responsabilidad de considerar al otro, porque las reglas no nos eximen de cuidar al otro, debemos intentar no herir a las personas que se vinculan sexo afectivamente con nosotros. Esto no siempre es sencillo.
Supongamos que pactaste una relación sexualmente abierta con una persona pero resulta que, además, te empezás a enamorar de ella. ¿Qué hacés y cómo te sentís si la otra persona no se enamora de ti y sigue abierta a otras relaciones? Esta suele ser una de las encrucijadas que aparecen una y otra vez en la consulta. O sea, en ese caso, ¿te sigue resultando tan fácil el juego? ¿…sabiendo que esa persona que amás tiene otras experiencias sexo afectivas? Sí, podés seguir jugando, pero en general, lo que puedo ver, es que los sentimientos demandan una mayor exclusividad. O sea, las reglas de juego iniciales de esa relación te permiten distintas experiencias, pero luego tus sentimientos quedan enredados en los paradigmas adquiridos, los de antes.
Actualmente, no hay, socialmente, muchas alternativas para este tipo de vínculos. Salvo en comunidades minoritarias, como por ejemplo, en algún tipo de relaciones poliamorosas en las cuales desde el “vamos” la exclusividad no suele ser una regla.
Los nuevos modelos de vinculación sexo afectiva que estamos viviendo son diferentes en cada caso, pero lo que en general parecen exigir es la necesidad de construir nuevas visiones del amor y de las maneras de experimentarlo.
Muchísimas personas cuestionan los paradigmas que predominaban, cuyas rigideces ahogaban nuestra libertad de pensar, actuar y sentir en cierta armonía con nuestros deseos. ¿Cuál será el sitio del amor romántico en esa anhelada libertad? Aún quedan largos y variados senderos para recorrer.
Gretel Groisman para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva
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Gretel Groisman es psicóloga, postgraduada en Psicología y Terapia Cognitiva. Especializada en temáticas de Adicciones, Depresión y trastornos de Ansiedad, coordina la Comisión de Adicciones de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay.
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Foto: Gretel Groisman, Crédito: Organización "Otros mundos, otras voces".