Por Ricardo Pascale ///
“Necesitamos un proyecto nacional de desarrollo que convoque a todos los actores del sistema científico-tecnológico, de las distintas ramas productivas, y de las distintas regiones del país. La pregunta que debe regir este proyecto es: “¿de qué va a vivir Argentina dentro de 20 o 30 años?”. Así se expresaba en 2018, con preocupación, el distinguido científico argentino Fernando Stefani (ingeniero en materiales, experto en nanotecnología, investigador de la UBA).
Stefani aclaraba: “No podemos seguir haciendo las mismas actividades que hace un siglo… Exportamos software que es incorporado en productos extranjeros más sofisticados y abarcativos que terminamos comprando. Productos de entretenimiento, salud, finanzas, telecomunicaciones, etc. En definitiva, es un esquema análogo a vender algodón y comprar textiles, vender lana y comprar pulóveres, vender cueros y comprar zapatos”
No me sorprende que un científico argentino tenga clara la importancia de la ciencia y su impacto en el desarrollo económico. Argentina tiene una reconocida calidad científica. Basta pensar que es el único país de América Latina que ha obtenido tres premios Nobel en Ciencias. Todo el resto de América Latina junto, nunca recibió uno.
Lo que dice Stefani se aplica a toda América Latina, con matices naturales entre los países.
De manera que un primer punto a resaltar es la vinculación entre ciencia, innovación y desarrollo económico.
Un segundo punto tiene que ver con el progreso tecnológico y su relación con la ciencia.
Señala Joel Mokyr (2018), – importante economista, profesor de Northwestern University, que visitó Uruguay el año pasado y a quien se le otorgó el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República-, que el progreso tecnológico no afecta solo la productividad, sino que también aporta a la ciencia instrumentos que permiten superar las limitaciones de los humanos, que nos impedirían a un cierto nivel, ver o escuchar.
Grandes avances en la ciencia se pudieron hacer a partir del telescopio de Galileo, o el microscopio de Hooke, o los rayos X de Röntgen. Los avances siguen a pasos agigantados, y uno de ellos es la cristalografía de rayos X, que permitió avances médicos notables, o el microscopio fluorescente de super resolución de Betzig, Hell y Moerner.
También, como señala Stefani, la ciencia aporta a solucionar problemas que provoca la innovación tecnológica. Es el caso, por ejemplo "del cambio climático, el abastecimiento energético, una población mundial creciente y envejecida, el futuro del trabajo en perspectiva de la industria 4.0, una potencial resistencia global a los antibióticos.”
La ciencia y la innovación tecnológica tienen, a nuestro juicio, una relación simbiótica.
Para Freeman Dyson, el siglo XX fue el siglo de la física, y el siglo XXI será el siglo de la biología. Los desarrollos recientes en biología molecular y genética implican cambios revolucionarios. Por ejemplo, la disminución en el costo de secuenciar genomas: ha disminuido de 100 millones de dólares por genoma en 2001 a aproximadamente U$S 1.250 en 2015.
Un tercer aspecto a resaltar es la relación universidad / industria.
En los últimos años, ha habido un rápido aumento en las transferencias de conocimiento aplicado de las universidades a los profesionales, o la transferencia de tecnología de las universidades a las industrias (UITT, en inglés), a través de acuerdos de licencia, empresas conjuntas de investigación y nuevas empresas. Según la estructura de estos incentivos, el aporte será mayor o menor.
Con el advenimiento de la computación cuántica, el poder computacional en muchas de estas áreas puede aumentar sustancialmente. Del mismo modo, la inteligencia artificial, que sigue siendo motivo de gran preocupación porque reemplazará a los trabajadores con conocimiento, y no solo a los trabajos rutinarios, podría convertirse en el asistente de investigación más efectivo del mundo, incluso si nunca se convertirá en el mejor investigador del mundo, dice The Economist.
Un cuarto punto a considerar son las instituciones intermedias de innovación, al decir de Stefani. Ellas deberían fomentar el paso de una idea a una innovación, esto es, a la explotación exitosa de esa nueva idea. Uruguay cuenta con la ANII, que impulsa no solo la investigación sino también la innovación.
El señalado es un camino necesario y posible para que se eleve el nivel de vida de una población en forma inimaginable, de la misma forma que nunca se imaginó Röntgen los avances posteriores y las vidas que salvaría con su hallazgo de los rayos X.
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Referencia: Stefani, Fernando. “Rol actual y futuro de la ciencia en la innovación industrial y el crecimiento sostenible en Argentina”, 2018.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 14.10.2019
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