Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi
“Un fantasma recorre Europa”. Así empieza el Manifiesto del partido comunista de Karl Marx y Friedrich Engels, publicado anónimamente en Londres, en febrero de 1848. A lo largo de los últimos 170 años y al ritmo de las sucesivas reediciones, el texto se fue cargando de prefacios, sus autores se dieron a conocer – en 1872 – y el título se abrevió, reduciéndose a dos palabras: Manifiesto comunista. También llegaron las traducciones del alemán, y con ellas las variantes entre diferentes versiones en un mismo idioma. Así ocurre en castellano, por ejemplo, con la frase inicial, que en ocasiones y a causa de traducciones de segunda mano, ofrece otro íncipit: “un espectro se cierne sobre Europa”.
El fantasma o espectro – “Gespenst”, en alemán* – al que Marx y Engels se referían hace diecisiete décadas era, como es sabido, el del comunismo. Hoy a ese fantasma no le queda ni la sábana, pero la frase se ha seguido usando, ya que cada tanto aparecen espectros decididos a recorrer Europa. Desde hace algunos años, el ulular fantasmal que se escucha con nitidez creciente en cada vez más habitaciones de la casa europea es el de lo que se ha dado en llamar “populismo”, un nombre que en el fondo no nombra, que sirve tanto para un barrido como para un fregado, y que no es sino un expediente, casi un eufemismo, hijo quizá de cierto pudor a la hora de designar un fantasma cuya identidad se conoce bien, sin embargo.
Se trata de la ultraderecha racista, xenófoba, nacionalista y autoritaria, que atemoriza a muchos porque al parecer entusiasma ya a demasiados. No es nueva: hace largo tiempo que por ahí anda, pero durante varias décadas regurgitó su ponzoña en la penumbra, reclutó su puñado de adeptos en alguna que otra cloaca extraviada, y ahora resulta que no sólo perdió la vergüenza de ser, sino que es capaz de arrastrar multitudes, amenaza con ganar elecciones, y hay sitios donde de hecho las ha ganado. Se teme incluso que dentro de ocho meses dé un batacazo electoral a escala del continente y se convierta en una fuerza contundente en el Parlamento Europeo.
Sólo que para tener peso allí, debería unirse, y no es fácil crear una internacional nacionalista. Tampoco es del todo imposible, o al menos eso cree otro fantasma, esta vez en la acepción uruguaya del término: el señor Steve Bannon, abanderado de la “derecha alternativa” en Estados Unidos, que después de haber sido asesor estratégico de Donald Trump, se ha puesto también él a recorrer Europa con ese propósito. En cualquier caso, se necesita una figura, un referente. Podría ser el ministro del interior italiano, Matteo Salvini, o mejor, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que parece menos ordinario que el señor Salvini y a la vez en mejores condiciones para succionar la médula de la vieja derecha cansada, agrupada en el Partido Popular Europeo.
La formación política del señor Orbán pertenece a ese partido, al que oportunamente metió en problemas días pasados, cuando se dividió a la hora de votar una condena a Hungría por violaciones graves del Estado de derecho. Sí, el señor Orbán, adalid de una Europa blanca y cristiana, cuyo gobierno toquetea el Poder judicial, controla directa o indirectamente casi la totalidad de los grandes medios de comunicación, prohíbe prestar cualquier tipo de asistencia a los pocos inmigrantes que hay en ese país, no le hace asco al nepotismo en la distribución de los cientos de millones de euros que Hungría recibe como transferencias de la Unión Europea, y otras bellezas más, ese señor, decididamente, es perfecto. Para el señor Macron, en particular, que dispone así de un sujeto ideal a quien ungir como antagonista, ponerse el traje de Chapulín colorado al grito de “síganme los buenos”, y que el partido europeo se juegue entre “progresistas” y “populistas”. La mesa está servida para el chantaje, ya que en el menú solo habría dos platos: la Europa a la Macron o a la Orbán. Y aunque sea difícil escapar, aunque llegado el momento no se dude en hacer lo que haga falta para detener la recorrida del fantasma, conviene no olvidar que, gane quien gane, esos duelos benefician a los duelistas. A los dos.
* “Ein Gespenst geht um in Europa”, en el original.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 24.09.2018
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.