Por Ricardo Pascale ///
Desde la Revolución Industrial, hace más de 250 años, la economía global creció impulsada por avances tecnológicos. Desde máquinas de vapor que reemplazaron molinos de agua, hasta electricidad, teléfonos, automóviles, aviones, transistores, computadoras e Internet: cada nueva ola de tecnología ha provocado aumentos marcados en la productividad, la competitividad y el crecimiento económico.
Los avances tecnológicos son una fuente clara para el crecimiento, y al ser un bien “no rival”, pueden usarse una y otra vez, beneficiando a diferentes usuarios y generando rendimientos crecientes. A diferencia de otras fuentes de crecimiento, como el trabajo, las tecnologías no desaparecen.
Desde la Revolución Industrial, los gobiernos han jugado un papel clave para impulsar a las tecnologías disruptivas. Desde el apoyo a la investigación básica para las revoluciones de microelectrónica e Internet, hasta la movilización de esfuerzos como el Genoma Humano.
Los formuladores de políticas tienen responsabilidades en conflictos cuando surgen tecnologías disruptivas: la automatización del trabajo de conocimiento ayuda a impulsar la productividad, pero el impacto potencial en el empleo podría crear tensión social y económica. Conciliar estos conflictos y equilibrar las necesidades de los ciudadanos de hoy con las generaciones futuras impondrá demandas sin precedentes a los responsables políticos.
Los gobiernos, asimismo, suelen proporcionar incentivos iniciales para el desarrollo de tecnología e incluso actuar como compradores iniciales.
Por otro lado, alentar la adopción precoz de las tecnologías sin entenderlas plantea desafíos. Por ejemplo, el apoyo de los gobiernos fue clave para el avance de los nanomateriales y la fractura hidráulica, y ambos conllevaron a riesgos potenciales para la salud y el medio ambiente, que el gobierno también tiene la responsabilidad de abordar.
Además, los gobiernos pueden desempeñar un papel importante para facilitar la creación de redes que puedan acelerar la innovación. Al patrocinar esfuerzos de colaboración a nivel nacional o internacional, desde la fase de investigación hasta asegurar una comercialización exitosa.
Los mayores desafíos de formular políticas pueden estar en los efectos que las tecnologías tienen potencialmente en el empleo. Para 2025, las tecnologías que aumentan la productividad mediante la automatización de trabajo hoy, podrían estar en camino a una adopción más generalizada. Históricamente, cuando se introdujeron tecnologías que ahorran mano de obra, se crearon nuevos empleos y de mayor valor agregado. Esto generalmente ocurre en el largo plazo.
Sin embargo, la productividad sin la innovación que conduce a la creación de empleos de mayor valor agregado, genera desempleo y otros problemas económicos.
Dada la gran cantidad de trabajos que podrían verse afectados por tecnologías como la robótica avanzada y el trabajo automatizado de conocimiento, los gobiernos deberán considerar las consecuencias de una creciente divergencia entre los trabajadores altamente calificados y los de menos habilidades. Esto crecerá con el tiempo. Los planes de estudios, desde el primario al terciario, deben alinearse con estas necesidades.
Quienes formulan políticas, al igual que los empleadores, ya no pueden centrarse solo en desarrollar las habilidades de los jóvenes que ingresan. Deben apoyar a toda la fuerza laboral, a través del reciclaje.
Los gobiernos también pueden usar las tecnologías emergentes para abordar los desafíos futuros. La Internet móvil y los avances en la automatización del trabajo del conocimiento, por ejemplo, podrían permitir brindar capacitación personalizada e interactiva a estudiantes y trabajadores. Así, pueden ayudar a las sociedades a abordar grandes desafíos como la pobreza y el cambio climático.
Además, buscar mejores métricas para comprender el valor de las tecnologías emergentes. El valor de la tecnología a menudo radica en los beneficios para los usuarios, incluido el excedente del consumidor que no es capturado por el PIB. Las medidas de la actividad económica, como el PIB, son importantes y convenientes, pero se pueden hacer mejores esfuerzos para medir el bienestar agregado social y económico de manera integral.
La tecnología avanza en muchos frentes, y trae nuevos desafíos para la sociedad y los gobiernos, que no pueden ser pasivos.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 23.12.2019
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