Por Ricardo Lombardo ///
Se despertó sobresaltado en la madrugada.
El tipo tenía un sueño recurrente desde su infancia.
Era David contra Goliat.
La historia lo había apasionado desde sus primeras lecturas bíblicas. Era nostalgia proyectada hacia la vida. El símbolo de que todo era posible, aun lo que pareciera inalcanzable a primera vista. De la inteligencia. De que con poco se podía hacer mucho. De que no había nadie tan poderoso que fuera invencible.
Era la representación, en su imaginación, de muchas cosas más que lo inspiraban cuando el sueño aparecía. Que le volvían a disparar reflexiones interminables.
Pero esa noche, el hondazo de David había fallado y Goliat lo había matado. Los filisteos habían ganado la batalla contra los israelíes y los habían sometido.
Esa madrugada, al tipo le dio por pensar qué distinto habría sido todo: el pueblo judío quizás hubiera desaparecido, Jesucristo no hubiera nacido, y la civilización occidental habría tomado rumbos impensables.
Y esa “sensible dependencia de las condiciones iniciales”, como la llaman los eruditos, era aplicable a cada pequeño detalle de la historia.
Por ejemplo, si Colón hubiera naufragado ¿quién habría conquistado América?
Si Leonardo Pisano (Fibonacci) no hubiera vivido en Bugia, en el norte de África, siguiendo los pasos de su padre que dirigía un puesto de comercio, ¿quién habría enseñado a Europa a sumar y restar?
Si Miguel Ángel hubiera errado un milímetro con su cincel, ¿sería tan fascinante la expresión de la virgen en La Pietá?
Si un pequeñísimo abultamiento de óleo hubiera deformado la sonrisa de la Mona Lisa, ¿estaría colgada en el Louvre hoy?
Si Beethoven hubiera sido uno de los cuatro hijos que perdieron sus padres, ¿quién habría compuesto la Novena Sinfonía?
Si Lord Randolph Churchill no hubiera conocido a la estadounidense Jenny Jerome, no habría nacido Sir Winston Churchill, y ¿quién habría frenado el avance de Hitler y el nazismo?
Si Alemania hubiera ganado la Primera Guerra Mundial, ¿qué habría sido de Hitler sino un mediocre pintor austríaco?
Si Schiaffino, tal como él siempre dijo, no le hubiera pegado mal a la pelota descolocando al arquero brasileño Barbosa y empatando el famoso partido en 1950, ¿habrían obtenido los celestes el campeonato mundial y nuestra sociedad caído en ese síndrome de Maracaná del que hablan los sociólogos?
Si a un chino no se le hubiera ocurrido comer un murciélago vivo en un mercado de Wuhan, ¿estaría el mundo hoy sacudido por una pandemia que parece incontrolable?
Si el catalán Josep Batlle i Carreó no hubiera inmigrado a Uruguay en el siglo XVIII, posibilitando que su bisnieto, José Batlle y Ordóñez creara el país modelo, ¿tendríamos hoy las fortalezas institucionales que nos permiten enfrentar al coronavirus como pocos países en el mundo?
El tipo, cada vez más sobresaltado esa madrugada, empezó a pensar en su propio destino.
¿Qué sería de su cuerpo o de sus genes, si su abuelo italiano no hubiera emigrado a América y no hubiera podido conocer a su abuela española a poco de llegar al Río de la Plata?
-Una gran casualidad -se dijo- todo es una gran casualidad.
Hasta su propia existencia era una sucesión de grandes casualidades.
Se puso a pensar en qué probabilidades habría de que él fuera quién es y estuviera donde está, si el hondazo de David hubiera fallado.
Empezó a calcular los ceros después de la coma, incorporando todas las aleas que se le ocurrieron.
Y como si fueran las ovejitas infinitas que atraen los sueños infantiles, después de un largo conteo, volvió a quedarse dormido.
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Ricardo Lombardo para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva
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Ricardo Lombardo (1953) es contador Público, licenciado en Administración, periodista y político.
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Imagen: Óleo sobre tela. Guillaime Courtois, David and Goliath. Crédito: Wikimedia Commons.