Editorial

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Por Andrea Burstin ///

El Covid-19 sigue avanzando. Tenemos miedo. Creemos que puede tocarnos a nosotros o a nuestros seres queridos que estén más indefensos ante el virus. La muerte aparece cada día en la portada de los periódicos. Esa figura inevitable, que nos espera sin margen de dudas, al final de un camino que no sabemos exactamente cuan largo o corto es. Son demasiadas incógnitas.

Estamos hace meses abocados a buscar culpables. Se busca: quien encaje en el papel del malvado de la película para el imaginario colectivo. El elenco de sospechosos crece día a día, tanto como la curva de contagios. Los murciélagos; los chinos creando un virus en laboratorio; el capitalismo; el comunismo; los gobiernos de izquierda; los gobiernos de derecha; Bill Gates; George Soros; Jeff Bezos. Hemos encontrado además una nueva y peligrosa vía, la condena social, que convierte a cualquier ciudadano en un posible despiadado agente propagador del virus.

Esta “condena social” que tan ligeramente vamos aplicando, erigidos súbitamente en epidemiólogos, policías, ministros, debería encendernos todas las alarmas. Miramos al prójimo con desconfianza. ¿Acaso se me está acercando demasiado? ¿No debería estar llevando máscara? ¿Ese trabajo no se puede hacer desde casa? ¿Realmente necesita ir a trabajar? ¿Cómo tuvo la osadía de salir a hacer ejercicio?  Empezamos a ver como enemigo a quien cruza una frontera.

Es bueno recordar que para todas las recomendaciones hay excepciones, hay circunstancias especiales y que básicamente lo desconocemos casi todo de quien vemos desde la ventana, o cruzamos por la calle. Mencionaré el caso más simple, en Reino Unido es obligatorio llevar mascarillas en el transporte público, pero esto no aplica a quienes, por ejemplo, tengan problemas respiratorios. Confundidos por el miedo, por creer que podremos resolver lo urgente, nos convencemos que con estas actitudes condenatorias, estamos velando por el bien común.

Es positivo que pensemos en términos de beneficios colectivos, quizás no tanto desde la óptica de lo urgente, sino de lo importante. Esta crisis está poniendo el foco sobre cuestiones que llevábamos posponiendo o ignorando y puede ser un buen momento para ponernos manos a la obra con algunos temas.

Hace algunos días se dieron rebrotes importantes del virus en la provincia española de Lérida y en la ciudad de Leicester en Inglaterra. Todo apunta a condiciones inhumanas para los trabajadores. En el caso de Lérida, se trata de trabajadores temporales contratados para la recolección de frutas, hacinados en alojamientos precarios. En Leicester, los contagios se habían dado en talleres textiles donde los empleados, la gran mayoría proveniente del sudeste asiático, trabajan en situaciones también de hacinamiento. Tal vez no somos tan ejemplares. Hace tiempo venimos haciendo la vista gorda, no ya con lo que pasa a miles de kilómetros, también con las circunstancias inaceptables en las que deben vivir y trabajar muchos ciudadanos en zonas ricas del mundo

Empezamos a recelar de los espacios cerrados, sin ventilación natural. En mi primer viaje en avión después de algunos meses, el piloto dedicó varios minutos a explicar las bondades de un nuevo sistema de filtrado del aire en el avión, que elimina casi el 100% de los virus y bacterias del aire recirculado. Había escuchado algo similar para mejorar la calidad del filtrado del aire en salas de restaurantes sin ventilación exterior. Quien lo explicaba decía que la idea sería reproducir el sistema utilizado en los quirófanos. Sea como sea, parece que la ventilación es muy importante y ya que hemos diseñado demasiados espacios sin ventilación natural, debemos seguir avanzando en las mejoras del filtrado y la renovación del aire en los mecanismos de los aires acondicionados.

Por último, las tasas de pacientes con sobrepeso, entre aquellos que sufrieron complicaciones al contraer el Covid, es más alta que en otros pacientes. El sobrepeso es un tema sanitario preocupante para gran parte del mundo. Lamentablemente las cuarentenas que nos mantuvieron sedentarios e ingiriendo más calorías de las que debíamos, pueden haber agravado aún más esta problemática de nuestro tiempo.

No caigamos, desesperados en vanos intentos por resolver lo urgente, en un nocivo juego de acusaciones mutuas. Desconocemos en qué medida algunos factores facilitan la propagación del virus o dificultan el tratamiento de la enfermedad, pero igualmente es bueno que la pandemia haya puesto la mira sobre ellos. Las condiciones dignas para nuestras viviendas y lugares de trabajo, la calidad del aire que respiramos y mantener nuestro peso en niveles saludables, deben estar en nuestra agenda como sociedad, cada día. Se busca: ciudadanos dispuestos a afrontar los temas importantes, esos que esperan desde hace tiempo nuestra atención.

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Andrea Burstin para el espacio
Voces en la cuarentena de En Perspectiva

Andrea Burstin es economista por la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, y MBA por el Imperial College de Londres.

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Foto
: Joe Raedle/Getty Images/AFP

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