Editorial

Un bendito pasaporte

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Por Helena Corbellini ///

Apreciados oyentes En Perspectiva, les habla Helena Corbellini y, mientras ustedes ingresan a los rigores en vaivén de nuestro invierno rioplatense, en el norte nos protegemos de la canícula. Justo en estos días más calurosos, en esta ciudad se celebra la Fiesta Mayor. En toda España, cada localidad tiene su propia fiesta mayor, con verbenas y tablaos, mercadillos y bailes callejeros, y siempre con jarana pop, cumbia, tecno, oldies, patatas bravas y botellón. La España fiestera esta vez pasó sin ruido ni multitudes por las restricciones de la covid, ya que nos llevamos las palmas de ser los europeos con más contagios.

La fiesta mayor se extiende hasta una semana, pero hay un día de auténtica conmemoración en Sant Feliú de Guíxols: el 1 de agosto. Tenemos que viajar siglos atrás para entender cómo se originó. A los historiadores les sorprende que esta festividad se haya conservado, casi sin cambios, durante largo tiempo, así que comparto con ustedes la sorpresa y la historia: corría el siglo III, y el cristianismo asistía a un fuerte impulso en la península ibérica. Los soldados de la VII Legión regresaban de las provincias africanas a instalarse en Hispania y muchos profesaban y difundían el culto en secreto. Desde Roma, el emperador Diocleciano promulgó un edicto de persecución contra los cristianos en el año 303. Los mártires fueron numerosos, y en esta región el más notable fue Félix, llamado El Africano, ejecutado el 1 de agosto del año 307. San Félix o Feliú en los siglos siguientes será consagrado por reyes y obispos, en himnos, templos y liturgias.

¿Qué se sabe del Africano? Oriundo de Mauritania, abandonó las ardientes arenas del Sáhara para estudiar en Cesárea, ciudad vecina de Jerusalén. Docto en Biblia, marchó a predicar a Hispania y se afincó en Girona. Fue apresado. Cuentan que mientras lo golpeaban con hierros, los ángeles conversaron con él. Como se confesó cristiano, descarnaron sus huesos con garfios puntiagudos y lo arrastraron con mulas para
despedazar sus miembros. Al fin, empujado por lanzas lo hicieron caminar cinco leguas, hasta esta villa marítima llamada simplemente Guíxols, el puerto natural de la región. Tiene algo extraño y misterioso vivir en un sitio turístico donde un evangelista afro fue ejecutado.

El martirio de Félix es narrado de diferentes formas en documentos e iconografía, yo contaré la versión más sustentada: una vez que el Africano llegó a la villa agobiado por las torturas y la canícula, el pretor Rufus ordenó su ejecución: le ataron una piedra de molino al cuello para hundirlo, y lo empujaron desde el promontorio que está en la playa, que no tiene más de 20 metros pero en las aguas asoman rocas afiladas. El Africano cayó y las olas del Mediterráneo lo cubrieron. Entonces se produjo el milagro: ante los ojos atemorizados, tal vez tristes, de la gente, los ángeles descendieron del cielo, rescataron al mártir de las aguas y se lo llevaron en vuelo hacia la dicha eterna.

Claro que se habrán llevado el alma, que ha de ser más liviana, porque al parecer el cuerpo fue recogido por una vieja atemorizada ante el milagro y lo escondió como reliquia. Aquí aparecen dos versiones: esos restos mortales podrían estar enterrados bajo las losas de la basílica gótica de Sant Feliú en Girona, o –más factiblemente- haber sido cremado en la Torre del Humo que forma parte del monasterio benedictino del siglo IX, donde antes hubo un cementerio paleocristiano.

La figura protectora de San Félix extendió sus alas sobre la región mediterránea catalana. Hasta mediados del siglo XX, cada 1ª de agosto los muchachos se zambullían desde el promontorio, para luego cruzar nadando entre las rocas. Hubo que prohibir este ritual peligroso. En el Medioevo y en el Renacimiento, durante las sequías la gente organizaba procesiones portando la imagen del santo, para que trajese una lluvia que salvara los cultivos, y a ellos de la muerte por hambre. Hay todavía otro dato que nos vincula a este tiempo fatídico de la pandemia: hasta 1805, el Ayuntamiento de Guíxols expedía una boleta de sanidad donde se afirmaba que el portador estaba libre de peste. Europa había conocido el cólera y la fiebre amarilla. En esa boleta figura, en primer lugar, la imagen de San Félix. Tenemos allí un bendito pasaporte sanitario: oh mi querido Sant Feliú, concédenos inmunidad sanitaria y emite pasaportes para la humanidad toda. Perdona todos nuestros egoísmos, disculpa mi falta de fe en las religiones, pero déjame nadar contigo en estas aguas y conversar con tus ángeles.

Helena Corbellini para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva.

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Helena Corbellini (1959) es una escritora y profesora uruguaya. Entre sus novelas figuran La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga (2007) y El sublevado. Garibaldi, corsario del Río de La Plata.

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Foto
: Predicació de Sant Feliu a les dones de Girona, de Juan de Borgoña. 1520.

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