Por Rafael Porzecanski ///
En 1989, el entonces senador Hugo Batalla pateó el tablero político uruguayo, liderando la emigración de varios sectores del Frente Amplio hacia un nuevo partido político, el Nuevo Espacio, de clara inspiración centroizquierdista y socialdemócrata. El resultado electoral pocos meses después fue significativo tomando en cuenta las circunstancias: el flamante Nuevo Espacio conquistó 9 % del electorado, traducidos en dos senadores y nueve diputados.
De aquella formación centro-izquierdista independiente y vigorosa quedan hoy día sólo fragmentos sobrevivientes a la poderosa tentación de incorporarse a tiendas políticas con chances genuinas de ser gobierno. A esa tentación, sucumbió el mismo Hugo Batalla en 1994 cuando forjó una alianza con Julio María Sanguinetti y llevó su lista 99 al Partido Colorado y también sucumbió Rafael Michelini quien en 2002 (y siendo entonces líder del Nuevo Espacio) reingresó con su lista 99 mil al Frente Amplio de cara a las elecciones de 2004.
Fruto de esta sucesión de múltiples abandonos, en las últimas tres elecciones, la cosecha de los social-demócratas independientes (bajo el liderazgo de Pablo Mieres y el lema “Partido Independiente”) ha sido muy modesta, fluctuando entre el 2 % y 3 % del electorado y obteniendo consecuentemente una débil representación parlamentaria.
Consciente de estas debilidades, en las últimas semanas Mieres ha insistido en la necesidad de conformar un espacio socialdemócrata más abarcativo. En este planteo, Mieres ha procurado ser inclusivo y ha convocado a sectores de todos los partidos políticos tales como blancos wilsonistas o colorados identificados con el viejo batllismo.
El llamado más importante, sin embargo, es a los frenteamplistas vinculados a los sectores moderados que son aquellos cuyo perfil de dirigentes y votantes más se asemeja al del Partido Independiente. Además, aunque Mieres no lo haya dicho explícitamente, es difícil pensar en una centro-izquierda uruguaya de amplia convocatoria electoral a menos que se obtenga la incorporación de varias figuras que hoy residen en el Frente Amplio.
Desde un punto de vista estrictamente ideológico, los planteos de Mieres tienen sentido. Por ejemplo, no es necesario ser un refinado analista político para concluir que el Frente Liber Seregni (liderado por Danilo Astori) está mucho más cerca ideológicamente del Partido Independiente que de sectores frenteamplistas como el MPP o el Partido Comunista. La polémica en torno al TISA, la reforma educativa y la evaluación sobre la situación política de Venezuela son sólo algunos de los ejemplos recientes donde queda en clara evidencia lo dicho.
La pregunta clave que se impone a los independientes, por lo tanto, es si esas evidentes coincidencias son suficientemente atractivas como para apostar a una nueva ruptura al interior del Frente Amplio y a la refundación de una poderosa fuerza centro-izquierdista independiente tal como la soñaba originalmente Hugo Batalla. A mi juicio, la respuesta a esta interrogante es negativa por al menos dos razones fundamentales.
Primeramente, aunque los sectores moderados del Frente han quedado repetidamente en minoría en diferentes temas relevantes para el país, son ellos quienes han ejercido la conducción del Estado en varias zonas estratégicas desde que el Frente es gobierno. La economía es el ejemplo más evidente. Incluso con el viraje que supuso la segunda administración frentista con la presidencia de José Mujica, las decisiones fundamentales estuvieron en manos de Danilo Astori y sus técnicos de confianza.
Solamente en un escenario donde astoristas y afines pasasen a ocupar un lugar muy marginal en la conducción gubernamental y sufrieran un constante revés en sus ambiciones políticas y programáticas, sería a mi juicio plausible una ruptura partidaria. Más allá de todas las complicaciones en la interna frentista, este particular escenario no aparece en el horizonte.
En segundo lugar, es relevante tener en cuenta que los sectores frentistas comparten una fuerte identidad partidaria común y un gran apego a símbolos, estructuras y modalidades de acción política construidos a lo largo de casi 45 años de vida. Danilo Astori, por ejemplo, es una figura política que constantemente subraya su condición frenteamplista y al cual es harto difícil imaginarlo abandonado dicha coalición para integrar un nuevo partido político.
Naturalmente, las rupturas sectoriales frentistas son posibles. Así lo atestiguan, la referida historia del Nuevo Espacio o la escisión del Movimiento 26 de Marzo que diera lugar a la fundación de Asamblea Popular. Sin embargo, estas rupturas son excepciones que confirman la regla. Si miramos el bosque más que al árbol, lo que se destaca es la notable capacidad del Frente Amplio para integrar ingeniosamente cosmovisiones y sensibilidades de izquierda bastante diferentes.
En conclusión, el intento de Mieres de potenciar una centro-izquierda independiente hoy casi testimonial (convocando a otros centro-izquierdistas que piensan parecido pero votan diferente) refleja un entendible instinto de supervivencia política. Sin embargo, el anhelo de transformar al Partido Independiente en el principal bastión de la centroizquierda uruguaya resulta actualmente un sueño muy lejano o, lisa y llanamente, una utopía.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 30.11.2015, hora 08.05
Sobre el autor
Rafael Porzecanski es sociólogo, magíster por la Universidad de California, Los Angeles, consultor independiente en investigación social y de mercado, jugador profesional de póker y colaborador de EnPerspectiva.net.