Por Gretel Groisman ///
Hola, soy Gretel Groisman, coordino la Comisión de Adicciones de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay y me pareció interesante compartir algo sustancial sobre la dependencia.
Resulta que el martes pasado, haciendo el cierre de la sesión de terapia de Sofía, le dije: “pensemos juntas en la posibilidad de que tu problema se trate de una Adicción”. A lo que ella respondió sorprendida: “¿Adicción?, ¡pero, si siempre fumé marihuana de vez en cuando!”. Esto me hizo pensar en qué entendió ella cuando le dije Adicción, -porque evidentemente, en el consumo que hace de marihuana, no estaba su problema-.
Bueno, esta anécdota me dejó pensando en esa confusión que se generó. Porque, por ejemplo, si te pregunto a ti: ¿qué es una adicción?, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza? ¿Marihuana? ¿Alcohol? ¿Tabaco? ¿Cocaína? Capaz que incluso hasta podés pensar en tus ansiolíticos.
Si es así, lo primero que estarías asociando es a la Adicción con el no poder parar de consumir una droga o drogas exclusivamente, y a la dependencia (también física) que ellas puedan generar. O sea, te pasaría lo que a la mayoría. ¿Y sabés por qué hacés esa asociación? Porque en sus comienzos así lo fue, pero hoy, es el prototipo de todas las conductas adictivas.
Actualmente, con la crisis que generó la pandemia, estás harto de los “No”: “no salgas”, “no abraces”, “no beses”. Lo que más querés es algo que te dé placer, o corte con tanto malestar. Entonces pensás: “…y bueno, un poco más de esto que tanto me gusta, no le viene mal a nadie…”
Sin embargo, la conducta se convierte en un problema cuando ves pasar el tiempo y no podés borrarla de tu cabeza, no podés manejarla, te engañás cada día y las cosas empiezan a ir mal en tu vida.
¿Y qué pasa cuando comés un pedazo torta, (o lo que tengas adelante), y comés más y más, hasta que te lo comiste todo? Incluso lo hiciste sabiendo que te hace sentir muy mal, que no podés más y te estás volviendo un esclavo, porque casi lo único que querés hacer es comer.
Y no te pasó una vez sola, te pasa todos los días.
Lo mismo si no lográs desenchufarte de tu trabajo porque recurrentemente pensás en trabajar, y como el día tiene 24 horas, a tu pareja siempre la dejas de lado, y/o a tus hijos, amigos u otras actividades. Sólo vas como un zombi anestesiado, tras el placer de lograr sentirte exitoso, valioso, que te reconozcan. Y no podés parar de trabajar.
Igualmente, cuando no lográs soltar el celular a pesar de no necesitarlo. Te hablan, y ni siquiera sacás tus ojos de la pantalla. O no dejás de ver Netflix capítulo tras capítulo sin poder cortar, aunque al otro día te duermas y llegues tarde al trabajo, una vez más. Y ponés pretextos, como por ejemplo, que es muy importante lo que estás mirando.
Y podríamos seguir, porque también te puede pasar que no logres cortar con una persona que te hace sentir mal, y/o con el sexo, con el deporte, con las compras. O sea, con todo aquello que termine gobernando y empobreciendo tu vida, teniendo la falsa certeza de que, sin esa droga emocional, no podés vivir.
Porque, contrariamente a lo que muchas veces se escucha, la conducta dependiente no tiene que ver, entre otros, con el alcohol, la comida, la pareja, en sí mismo, sino con ese modo obsesivo, perjudicial y descontrolado de relacionarse con él. Esto echa luz al por qué muchas personas logran un modo sano de vincularse con esas fuentes de bienestar, y otras personas no.
Es decir, si podés elegir qué y cuándo hacerlo o consumirlo, si manejás adecuadamente tus emociones y lográs hacerte responsable de cada decisión que tomes, entonces estás más lejos de generar una dependencia emocional. De lo contrario, es bueno que sepas que existen muchos tratamientos que pueden ayudarte.
Gretel Groisman para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva.
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