Entrevistas

Director del Sirpa renuncia como señal que ayude a "bajar un cambio" en la institución

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Edgar Bellomo, uno de los directores de la Comisión Delegada del Sirpa renunció ayer a su cargo por no compartir el “estilo de confrontación” de la directora Gabriela Fulco. En conversación con En Perspectiva opinó que se está ante un “proceso refundacional” de la institución en el que parece “no servir nada de lo anterior”.

EN PERSPECTIVA
Jueves 27.08.2015, hora 10.16

ROMINA ANDRIOLI (RA) —El sindicato de funcionarios del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay [INAU] convocó para hoy un paro de 24 horas contra lo que considera un “atropello judicial” por el procesamiento de 26 trabajadores del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente [Sirpa].

A su vez, el gremio presentó ayer una denuncia penal ante la Justicia por lo sucedido durante el traslado de 19 jóvenes de un centro a otro el domingo pasado, en el cual varios de ellos resultaron heridos.

Mientras tanto, la crisis en el Sirpa tuvo también repercusiones políticas en el gobierno. Ayer Edgar Bellomo, uno de los directores de la Comisión Delegada de esta institución, que había sido designado por el Poder Ejecutivo, presentó su renuncia al cargo por diferencias de estilo en la conducción con la directora del Sirpa, Gabriela Fulco.

Vamos a profundizar en esta noticia, estamos en línea con Bellomo.

¿Qué es lo que lo llevó a tomar esta medida? ¿En qué consisten exactamente esas diferencias de estilo que tiene con Fulco?

EDGAR BELLOMO (EB) —Creo que hay una serie de factores: algunos desencuentros, alguna idea no compartida, aunque en general los principios, el interés o la intención por la capacitación de funcionarios, más horas de actividad para los jóvenes, menos encierro, respeto irrestricto de los derechos humanos –de los jóvenes, de sus familiares y de los funcionarios también–, son objetivos compartidos.

¿Por qué el problema de estilo? Primero porque, la verdad, yo no estoy dispuesto a avalar este estilo de confrontación que lleva adelante la presidenta Fulco. Yo conocía su nivel de exigencia porque la conozco, mantuvimos una muy buena relación siempre, y hemos tenido actividades y trabajos en conjunto desde la época del Grupo Tripartito de Trabajo para el Mejoramiento del Sistema Carcelario, yo como diputado, presidiendo la Comisión de Derechos Humanos, ella representando al Ministerio del Interior.

RA —Estamos hablando del año 2002, 2003, más o menos, ¿no?

EB —Estamos hablando de esos años, y después coincidimos, si bien no en la misma tarea, en el período 2010-2015 en el Ministerio del Interior. Ella era asesora en materia penitenciaria, tuvo mucho que ver con la reforma penitenciaria, con lo que es hoy el Instituto Nacional de Rehabilitación, y con muchas mejoras que indudablemente se introdujeron en el sistema. Yo estaba en ese momento al frente del programa Mesas Locales para la Convivencia y la Seguridad Ciudadana.

Ese estilo de confrontación, que yo no suscribo y que creo que no es bueno –nunca y menos en este momento–, sumado a no tener en cuenta, por ejemplo, la experiencia y el esfuerzo que uno notaba –de muchos funcionarios de a pie, pero también de muchos técnicos y profesionales– y a un aval explícito que la ministra [de Desarrollo Social] Marina Arismendi hace de esta labor, no me dejan espacios para otra cosa que dar un paso al costado. Reitero: sigo compartiendo los objetivos, esa idea que todos tenemos de ayudar y contribuir a mejorar un sistema. Creo que no va a ser de esta forma, creo que no está siendo de esta forma, pero veremos cómo sigue.

RA —Veía en su carta de renuncia, la que presentó a las autoridades del INAU que publica el diario El Observador. Allí usted dice concretamente que “la falta de calificación puede ser una limitante a la hora de la gestión, pero no puede ni debe ser motivo de descalificación”. ¿Usted entiende que Fulco está descalificando a los funcionarios del Sirpa?

EB —Yo creo que en algunos casos puede haber descalificación, pero lo que es seguro que hay es desoír, o de otra forma, un no escuchar…

RA —¿En qué casos, concretamente?

EB —Hay casos que no voy a dar públicamente porque hasta temo que terminen en consecuencias para la gente que los vivió. Pero cuando usted a un funcionario le dice: “Arrégleme eso”, le dicen: “Pero mire que eso lo hicimos así, está provisorio porque mañana…”, y responde: “Bueno, no, pero hay que hacerlo de tal o cual forma”, desconociendo la experiencia, el esfuerzo, lo que ya se ha hecho, y no contando a veces –cuando creemos que otras cosas son las mejores, y puede que se tenga razón– con la alternativa suficiente…

Pongamos un ejemplo: anunciaron el cierre de Colonia Berro. Le confieso que antes de ingresar como parte del equipo compartía este esquema, porque como presidente de la Comisión de Derechos Humanos habíamos estado con el entonces diputado y médico [Jorge] Gallo ante un brote de sarna en Colonia Berro en 2002, 2003. Lo que me quedó impregnado en aquel momento en la nariz es ese olor del porro […] mezclado con el guiso, que era día y noche y no había otra cosa, y una falta de higiene importante que yo había observado en Berro. Iba con el preconcepto de cerrarla, lo compartía, pero cuando tuve la oportunidad de visitar, ahora, distintos hogares de Berro, algunos hay que cerrarlos, lo tengo claro, pero otros se están reabriendo entre otras cosa porque no hay una alternativa ante la rotura de los centros –que es otro tema aparte–. Cuando veo que hoy Berro presenta otros olores, otra higiene, veo mucho más pulcros a muchos de los hogares; veo que en la alimentación hay carne, hay milanesa más seguido, de repente no es la alimentación ideal y balanceada, pero ya no es el guiso siempre; que hay un entorno de la naturaleza que favorece, ayuda a la reinserción y la rehabilitación, que permite el cultivo y la crianza de animales; que hay canchas de fútbol, en Berro que no podemos tener en Montevideo en este régimen prácticamente carcelario que hay construido –de lo cual no tiene la culpa Fulco–…Lo que tenemos hoy para ofrecer no es mejor que Berro. Se generan temores e inestabilidades porque no se atiende la palabra, la opinión y la experiencia del otro. En ese proceso refundacional parece no servir nada de lo anterior. Yo eso no lo comparto.

RA —Esa es una de las críticas que le hace el sindicato también, que desde que está ella al frente de la gestión se desconoce lo que se hizo en la gestión pasada y se viene a derribar lo que ellos consideran algunos avances. ¿Usted comparte eso, entonces?

EB —Esto que usted me dice sí, no sé si es exactamente lo que dice el gremio, si coincide o no. Porque también seamos justos: el gremio desde antes de asumir Fulco estaba planteando sus reparos por determinadas situaciones anteriores, que yo eso no lo comparto. Esto que usted dice sí, por supuesto, lo comparto.

RA —Usted presentó la renuncia, ¿ya se la aceptaron?

EB —Bueno, mire, no lo sé. Yo recorrí el camino orgánico habitual: presenté en INAU, que es la institución que nos designa, porque la Comisión Delegada es todavía una comisión del INAU designada por éste y delegada en sus funciones, y dejé la copia de esa carta ya recibida por INAU en el Sirpa, que tenía lugar ayer reunión de la CD. Con total franqueza, y no le oculto información, nadie me ha llamado, ni a nadie de los compañeros o ex compañeros he llamado, sólo he manifestado que transcurran los plazos legales, lo que tenga que ocurrir. Se me explicaba jurídicamente que esto tiene que ser considerado, elevado y que hay determinadas cosas que pueden llevar más allá de la voluntad de la aceptación de la renuncia, que pueden llevar un proceso de 15 días entre la aceptación y las nuevas designaciones. Lo cierto es que, más allá de que el régimen que me corresponda sea el de tomar días de licencia, estar en inactividad, yo he manifestado mi decisión de no volver a Sirpa en estas condiciones, con esta conformación.

RA —Viéndolo ahora casi desde afuera, ¿qué es lo que le preocupa de qué consecuencias puede tener esta conducción y este enfrentamiento que hay hoy en día entre el sindicato del INAU y la directora?

EB —Yo no quiero que se me tilde de vanidoso ni de desubicado. Realmente yo hago este gesto porque no tenía espacio y porque espero que sea una señal que ayude a recapacitar, a lo que los chicos llaman “bajar un cambio”, porque la situación tuvo picos muy altos y muy críticos en este fin de semana. Yo ya había tomado la decisión de renunciar el sábado, luego de ir a Colonia Berro, y se la comenté a algunos compañeros, pero el domingo seguí por la prensa la situación, el lunes le avisé al conjunto de los compañeros formalmente que me retiraba, que iba a culminar unos trámites para que no se enlentecieran por la falta de mi firma en el expediente, etcétera, y que en la primera oportunidad, eso iba a ser al día siguiente hábil, que era ayer, presentaría la renuncia.

Veo con buenos ojos que se ha instalado, con la mediación del Ministerio de Trabajo, una mesa que tendrá un subgrupo que va a estar trabajando en ese famoso protocolo, que hay y que no hay, pero que tiene que ver con la seguridad jurídica y física de los funcionarios que tengan que reducir eventualmente a los chicos o acompañarlos a la pieza, a la celda, en el momento en el que este no quiera. Porque una de las cosas que va a pasar es que, si bien hay carencias enormes de funcionarios –a nivel de cantidad más que de calidad–, que pueden ser sustituidos con otros funcionarios o con participación de organización no gubernamentales… Lo cierto es que se tiene que volver a un cotidiano que hoy no se está teniendo y que todos queremos, todos lo anunciamos y me consta que es la intención de todos que [los jóvenes] tengan más horas de actividad y menos de encierro.

Cuando terminado el taller de percusión, donde no va a haber ningún problema y si usted le pregunta al educador él le va a decir que con él estuvieron bárbaro, se les diga [a los jóvenes]: ahora hay que ir a cenar, a bañarse y de vuelta a la celda, y alguno o algunos digan que no, ¿quién y cómo los va a guardar? Creo que este es un debate que se está debiendo la sociedad, libre de prejuicios y, por favor, libre de hipocresía. Tuve el inmenso honor de presidir la Comisión de Derecho Humanos, me considero una persona respetuosa de los derechos humanos de todos, pero también vamos a entendernos: hay protocolos que a la Policía le son permitidos y a los funcionarios no. Ahora, los funcionarios terminan siendo procesados por tortura, por ejemplo, y de repente otros funcionarios del Estado no.

No quiero abrir juicios de valor, me llevé yo también una sorpresa con esta resolución, pero no quiero hablar más que esto: solo digo, pongámoslo desde el punto de vista del funcionario, ¿quién es el que va a estar dispuesto a ir a soportar negativas, a enfrentar algún insulto, alguna provocación, cuando no una agresión, y que su proceder, para que la medida se cumpla, entre otras cosas, porque si no se está alentando a que todos los demás se alcen contra las directivas? Cuando se exceda, o no, y sea denunciado y sea probado o no, ¿cuál es el futuro que le corresponde? Yo llamo a gente, la invito para que venga a colaborar pero después la voy a tener que denunciar porque los malos tratos o el forcejeo… Esto es de lo que tenemos que hablar sin tapujos y realmente con sinceridad para buscarle una solución. No sé si es el famoso punto medio o no, sé que no podemos continuar como estamos hoy.

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Transcripción: Andrea Martínez

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