FA y oficialismo cruzan acusaciones por casos de Carrera y Sartori
Oposición y oficialismo vienen cruzando acusaciones esta semana por dos casos controvertidos que involucran, por un lado, al senador Charles Carrera, del Frente Amplio (FA) y, por otro, a su par nacionalista Juan Sartori.
Carrera es cuestionado por dirigentes oficialistas por presunto encubrimiento de un delito ocurrido en noviembre de 2012 en La Paloma, en el que estuvo involucrado el entonces subcomisario de la Policía de ese balneario. En el incidente, que ocurrió cuando Carrera era director de Secretaría del Ministerio del Interior, un hombre recibió una bala perdida que habría llegado de una casa ubicada frente a la suya, donde este policía festejaba su cumpleaños. Como consecuencia de la herida, la víctima quedó paralítica. El domingo en el programa Santo y Seña de Canal 4, familiares del baleado sostuvieron que hubo “irregularidades en la investigación” y el subcomisario fue encubierto por Carrera. La familia señaló que el hombre baleado estuvo internado tres años en el Hospital Policial de forma irregular y que recibió un pago en tickets de alimentación para “comprar su silencio”.
Sartori, por su lado, es denunciado por el FA por no haber presentado información sobre los bienes e ingresos de su esposa, Yekaterina Rybolóvleva, ante la Junta de Transparencia y Ética Pública (Jutep). La institución decidió en junio iniciar una investigación sobre Sartori, ya que el senador está obligado por ley a entregar el estado patrimonial de su esposa. El legislador, por su parte, anunció ayer que va a interponer un recurso de inconstitucionalidad contra esa norma ante la Suprema Corte de Justicia.
¿Cómo tiene que ser el debate político?
¿Porqué tiene que estar monopolizado por el escándalo en vez de los temas de fondo ideológicos?
¿El debate por los escándalos empobrece la política? ¿genera la sensación de que son todos iguales?
¿Cómo hacemos para debatir políticamente estrategias de futuro para el país si todo es escándalo?
La Tertulia de los Jueves con Martín Couto, Cecilia Eguiluz, Daniel Supervielle y Esteban Valenti.
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Coutinho: Litoral en “alerta roja” por diferencia cambiaria con Argentina
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65 años de las Termas del Daymán… Y otros telegramas
1 Comentario
Maffesoli, un sociólogo posmoderno muy polémico por cierto. A quienes puedan y quieran leer en francés, les recomiendo: «Le maffesolisme, une sociologie en roue libre. Démonstration par l absurde.» (Busquen en internet, está publicado con libre acceso). Grosso modo, esta es la historia:
Los autores Manuel Quinon y Arnaud Saint-Martin son sociólogos y enviaron un artículo en broma a la revista Sociétés, que dirige Massoli. Ese artículo llegó con el pseudónimo de autor J.-P. Tremblay, que sería un sociólogo canadiense de desconocida trayectoria. El título del artículo es algo así como «Automovilidades posmodernas, cuando el Autilib’ es una sensación en París». Ante todo, autiolib’ es una modificación del nombre de un sistema de bicicletas de alquiler que funcionan como parte de la red de transporte público de París: la «vélib’ «. Ese nombre es una suerte de contracción de vélo (bicicleta, velocípedo) y libre (que significa lo mismo que en español). Quiero que presten atención a la invención de la palabra «automovilidades». La creación de esta terminología, que a primera vista parece muy ingeniosa, es una constante en esta posmodernidad en la que vivimos. Las automovilidades serían algo así como un conjunto de hechos o ideas asociadas al automóvil. No sé, siempre me divierte un poco este tipo de construcciones que funcionan como el «ness» del inglés. Mi hemisferio cerebral izquierdo lo rechaza como carente de sentido, pero el hemisferio derecho cree que entiende de qué le hablan y le gusta porque suena grandioso… en mi opinión de eso va este asunto este de poner el lenguaje como amo del universo. Pero volvamos a la obra de Tremblay:
El resumen del artículo ya de por sí promete. Ensayo una traducción del francés, traduciendo además las palabras inventadas. ¡Que Victor Hugo se apiade de mi!
«El presente artículo apunta a poner al día la fundación imaginaria de un objeto socio-técnico urbano contemporáneo: el autolib’. Sobre la base de una investigación de campo en profundidad, ella misma junto a una fenomenología hermenéutica consistente, mostramos que el pequeño auto de alquiler, de apariencia anodina, desplegada en Paris en 2011, se revela como un indicador privilegiado de una dinámica macro-social subyacente: el pasaje de un episteme moderno a uno posmoderno. A través del examen de la estética del vehículo (que se la caracteriza como poly-identificatoria (??? no encontré nada mejor)), como de sus características más sobresalientes (el coche eléctrico conectado muestra el topos contemporáneo del «enraizamiento dinámico»), ponemos al día las diversas modalidades socio-antropológicas que permiten considerar al objeto «Autolib'» como el producto/productor (¡ah! recuerden, el placer estético de las construcciones del lenguaje es lo que importa… el «producto/productor») , entre otras cosas, de una «cuenca semántica» (bueno, en francés dice bassin… podría ser también una pisicina semántica, un recipiente semántico… algo así como una cazuela llenita de significados. Ustedes vean).
No tengo tiempo de traducirlo todo y lo he buscado en inglés y no lo encuentro (en español ni sueño). A quienes lean francés, se lo recomiendo calurosamente como lectura risueña. ¿A qué voy? No se trata de un trabajo de Maffesoli, sino de un trabajo que aceptó publicar en su revista. Se trataba de una broma y para asombro de los autores, se publicó. Más aún, Maffesoli argumentó que se publicó porque tenía sentido. Pienso que la posmodernidad ya nos asimiló, por mucho que nos resistamos. La izquierda de los países desarrollados, especialmente, de Foucault para acá está totalmente convencida de ese paradigma. Ahora se instaló en América Latina. La idea es abolir el materialismo, ver el poder en todos lados y buscarlo para «tacklearlo», mirar lo simbólico como algo que construye su propio significado y no como un reflejo de la realidad. De paso, cosas como el ser (la cuestión ontológica), la realidad o la verdad, para la posmodernidad no existen. Todo es relativo a un grupo social y a las creencias de ese grupo social. Esa es la matriz ideológica y filosófica que tiene hoy día el establishment de las ciencias sociales y por eso pensamos que son relevantes cosas tales como el lenguaje inclusivo. Es más, estamos dispuestos a hacer manuales para obligar a usarlo en el Estado y a votar leyes para prohibirlo. Todes posmodernes, de le primere hasta le últime.
Quiero además recomendar un libro sobre un artículo antecesor de este artículo en broma de 2015: el llamado «affaire Sokal» de 1997, en el que un físico y un matemático publicaron otra broma de características aún más incomprensibles en la revista Social Text. Allí grosso modo terminaban concluyendo que las leyes físicas eran una convención social. Eso luego dio lugar a un agrio debate en donde la gente que defendía esa escuela sostenía que tiene sentido ( «it makes sense») y los autores, empecinados en abrazarse a la razón, decían que nadie podía aceptar un artículo en el que se dijera semejante disparate. No faltó a la cita el argumento de que la razón es una forma de autoridad inventada por los hombres blancos europeos y heteronormativos y que por lo tanto es una forma de oprimir «otredades». Los autores escribieron un libro que se llama «Impostura intelectuales», que recomiendo desde ya.
En fin, la razón está cada vez más circunscrita a cierto tipo de ciencias más rigurosas y de gente que se siente continuadora del legado de la ilustración. Pero en la calle y en el «foro romano» se habla posmoderno y se piensa posmoderno. Yo que estoy interesado en estos debates me enteré del tema, pero justo es decir que en los medios nadie le presenta batalla a la posmodernidad y los falsos artículos publicados no son tema de discusión. La «batalla cultural» por el sentido común gramsciano la ganaron hace rato. Pero conviene recordar que los aparatos que usamos para estar comunicados todo el día, para escribir esta crítica por ejemplo, todavía responden a las viejas leyes de la física y de la matemática, no a una convención social. Esa es su condición material para existir, aunque luego uno pueda usarlos para negar esas leyes. Que la materia prima de los sociólogos tenga mucho de describir las creencias de una población en un momento histórico no significa que esa sea la única realidad ni que de ella se deduzcan la lluvia y las mareas, o las crecientes del Nilo que crearon una de las culturas más sobresalientes de la antigüedad. Los que pensamos que Marx sigue vigente en muchos aspectos, creemos todavía que las condiciones materiales determinan mucho más a las creencias y costumbres de una sociedad que sus construcciones gramaticales, por ejemplo.
Al equipo de producción del programa: ¿porqué no arman un lindo debate «modernidad vs posmodernidad»? Creo que un buen defensor de la modernidad podría ser Grompone, por ejemplo. Couto o Herrera podrían perfectamente defender la posmodernidad.
A Couto gracias por nombrar a Maffesoli. Seguro que él está totalmente en desacuerdo con buena parte de lo que digo, pero me hizo pensar que valía la pena en esta madrugada de desvelo contar esta pequeña historia de la posmodernidad triunfante y la modernidad que se resiste en algunos nichos de la sociedad en los que no se la puede sustituir.