
Foto: AFP
Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, falleció en la madrugada del lunes de un accidente cardiovascular. Tenía 88 años.
El domingo de Pascua, notoriamente fatigado y con voz débil, Francisco habló desde el balcón de la basílica de San Pedro para la tradicional bendición “Urbi et Orbi”, es decir a la ciudad y al mundo.
Dadas sus dificultades, derivó la lectura del mensaje en el maestro de ceremonias pontificias. Sin embargo, Francisco bajó luego en el papamóvil para realizar una recorrida entre los visitantes. Fue su última actividad pública.
La noticia de la muerte desató ayer los primeros análisis sobre el legado del primer papa latinoamericano. Fue ampliamente percibido como líder de una corriente “progresista” dentro de la Iglesia, afecto a eludir pompa y protocolos, o a viajar a lugares de lo que llamaba “la periferia”, como Lampedusa, sitio en la costa italiana donde llegaban miles de migrantes ilegales que cruzaban el Mar Mediterráneo procedentes de Africa. También fueron muy notorias las ocasiones en que recibió a personas pobres en el Vaticano para lavarles los pies.
En ese mismo sentido, Francisco emprendió varias reformas sonadas: permitió la bendición de parejas homosexuales y la entrada de mujeres en altos cargos de la Curia, y buscó acercar a la Iglesia a los divorciados que habían vuelto a casarse. Sus posturas respecto de las personas LGBT fueron de las más populares, como esto que decía en una entrevista con el diario argentino Perfil:
"Hablé tres veces de la homosexualidad. La primera del viaje de Río Janeiro, cuando dije esta frase: “Si una persona es homosexual y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Como diciendo, “basta, no los tomemos de víctima”. Segundo, de Irlanda aquí, viaje de vuelta, cuando dije a un papá y una mamá: “Nunca echen de la casa a un hijo o una hija homosexual. Acéptenlo y elaboren eso en familia·. Y la tercera, en la conferencia de prensa, en la entrevista de la Associated Press, donde hablé de la criminalización. Lamentablemente hay 30 países, más o menos, que criminalizan hoy día la homosexualidad".
Se mostró también muy crítico con el neoliberalismo, y preocupado por la ecología y el cambio climático. Fratelli Tutti, “hermanos todos”, su tercera encíclica, que se publicó en 2020, apunta contra el racismo, denuncia el “dogma” de que el mercado por sí solo puede resolver cualquier problema, y apoya la causa de los migrantes.
“Si toda persona tiene una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país”, dice el texto.
Un punto clave de su papado fue la batalla contra los abusos de menores a la interna de la Iglesia Católica. En este punto su gestión, que tuvo claroscuros, incluyó encuentros con numerosas víctimas, peticiones de perdón, la creación de una comisión internacional para investigar el tema, y reformas legales que hicieron obligatorio comunicar cualquier sospecha de agresión sexual o encubrimiento a la interna de la Iglesia.
Por el contrario, se recuerda también su controvertido viaje a Chile, donde defendió a un obispo acusado de encubrir abusos, algo de lo que tuvo que desdecirse luego ante una lluvia de críticas. Además, las víctimas de abusos continúan lamentando que las reformas de Francisco no fueron lo suficientemente lejos, dado que el clero sigue sin estar obligado de denunciar posibles crímenes ante la Justicia Civil.
Este papado de tan alto perfil, en contraste con el más recatado de su antecesor, Benedicto XVI, hizo de Francisco una figura popular hacia afuera pero también muy resistido a la interna eclesiástica, particularmente por los sectores más conservadores.
¿Qué reflexión les merece a los tertulianos su fallecimiento?
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