
EC —Detrás de una medida como esa están el movimiento que genera la actividad turfística, la cantidad de puestos de trabajo, la dinamización que ha provocado en la zona del Hipódromo de Maroñas, por ejemplo, que ha cambiado de manera sustancial desde que existe el proyecto Hípica Rioplatense.
ER —Totalmente de acuerdo, pero ¿no alcanza con la concesión? ¿No alcanza con que manejen cinco casinos?
EC —La pregunta es pertinente, pero ¿usted hizo esas cuentas? ¿Alcanza?, ¿no alcanza?
ER —Claro que alcanza; si no, no venía. Esto es un plus.
EC —¿Efectivamente Casinos no debería estar poniendo ese dinero que pone para los premios? ¿El negocio tal cual funciona hoy podría bancar los premios?
ER —Tiene que ser así. Si no, ¿cuál es el negocio?
EC —Por eso, le pregunto si están hechas las cuentas.
ER —El juego es altamente rentable, solo Casinos Municipales perdió plata durante un tiempo y debe de estar en el récord Guinness del Uruguay. Eso es insostenible, cinco casinos dan mucha ganancia. Y el turf, además encarado como está, como un negocio multinacional, con espacios de juego de esta multinacional en todo el país, que en un modelo de sociedad que yo quisiera discutir no sé si es bueno. Pero esa no es la discusión hoy, lo que quiero discutir ahora es si es ético, si es bueno, si es necesario que además estemos pagando los premios. Si fueran hipódromos municipales o hipódromos públicos, uno podría discutir y aceptar, pero no son ni púbicos ni estatales. Y nos parece que la rentabilidad del juego sobra.
Lo mismo que en una propuesta de los funcionarios de Aduana, también para ver de dónde se pueden sacar recursos. Los funcionarios de Aduana nos decían que en el Uruguay, promedio de los últimos años, circulan US$ 8.000 millones de mercadería en tránsito, que el Uruguay no toca, pero pasan por el Uruguay, andan por las rutas en los contenedores, van de una zona franca a otra.
EC —Generan movimiento, generan actividad, puestos de trabajo, etcétera.
ER —Sí, en ese marco generan puestos de trabajo en el transporte. La pregunta es si es la única manera de generar puestos de trabajo. Aparte de eso, nos plantean los funcionarios de Aduana: ¿por qué no colocar una tasa al tránsito, una tasa mínima? Nosotros propusimos 3 %, cada US$ 1.000 que circulan, US$ 3 de tasa de tránsito. De mantenerse –y creo que va a crecer, porque la nueva planta de celulosa va a implicar por lo menos por un tiempo mucha mercadería en tránsito–, con los US$ 8.000 millones estaríamos recaudando US$ 21 millones de esa tasa, que es una cuestión justa, irrisoria, nadie va a dejar de pasar por pagar el 3 ‰. Y el Estado estaría recaudando para financiar políticas sociales.
Después el ordenamiento del gasto. El Uruguay se ha excedido en el gasto que está haciendo en el Ministerio del Interior y en fortalecer un aparato represivo que –a las pruebas me remito, todo el mundo lo dice– no ha tenido los resultados esperados. Y de esto excluyo el salario de los policías, que creo que se llevó a un nivel imprescindible; lo mismo planteo con el sueldo de los soldados, que es una vergüenza. En los dos ministerios el presupuesto debería utilizarse para mejorar las condiciones de vida de sus funcionarios y en la cantidad de funcionarios que precisaríamos en cada uno. Pero no en la inversión en un aparato represivo que excede largamente las necesidades del Uruguay. Creo que hay que revisar también cómo orientamos el gasto.
***
EC —A la izquierda de la izquierda, en ese lugar el espectro político se suele colocar a UP. Pero usted militó la mayor parte de su vida en el FA, se alejó del FA recién hace nueve años. Hoy, ¿cómo evalúa su relación con ese partido? ¿Tiene alguna coincidencia con políticas del oficialismo?
ER —Una primera reflexión sobre el título, a la izquierda de la izquierda. Nosotros nos situamos en la izquierda.
EC —O sea, para usted el FA no está en la izquierda.
ER —El Gobierno del FA no está en la izquierda. Lo decía la Biblia: por los frutos los conoceréis.
EC —¿Usted es católico?
ER —No, fui cristiano, me crié en un hogar cristiano, mi padre fue además un abanderado del Concilio Vaticano II y de la relación marxistas-cristianos, que fue el gran debate de la década del 60. Después la propia militancia y el conocimiento y el estudio me alejaron de la fe religiosa. Respeto mucho, tuve un tío obispo incluso, no me es ajena la vida de la religión.
Pero el Gobierno del FA no es un gobierno de izquierda, su política no es de izquierda, su política que en lo macro, en lo más general y en lo más profundo ha sido continuadora y profundizadora de las políticas neoliberales de los gobiernos anteriores. Eso es parte del debate central.
EC —¿Entonces no comparte nada de lo que hace el FA?
ER —De lo central, nada. Puedo tener coincidencias, por ejemplo, el otro día plantean en la Rendición de Cuentas eliminar una parte de una ley que aprobó el mismo FA, que permitía a las empresas descontar el 75 %-80 % de lo que donaran a liceos privados y voté a favor porque coincido en eso. Y he votado otras propuestas…
EC —Casualmente ese es un tema que en el Gobierno del FA no recoge unanimidad. Salió de la bancada, el Ministerio de Economía discrepa…
ER —Seguro, y además era una forma de amortiguar el enfrentamiento con la Universidad por el recorte.
EC —¿Fue una maniobra de distracción?
ER —No, no, no voy a desconfiar en absoluto de la honestidad del planteo de Macarena Gelman, creo que ella lo hizo con total honestidad. Pero en medio del debate, buscando salidas para una confrontación con la Universidad, esta era una parte –mínima, porque económicamente es menor–. Yo dije: voto por coincidencia ideológica y porque además creo que debe ser así. Pero en lo esencial no puedo acordar la Rendición de Cuentas que plantea el Gobierno, ni el Presupuesto. Lo definíamos en la fundamentación: esta Rendición de Cuentas expresa la forma en que un gobierno neoliberal enfrenta una crisis. ¿Dónde la descarga?
EC —El Gobierno dice que, justamente, su Rendición de cuentas se diferencia de las de gobiernos anteriores, a los que califica de neoliberales.
ER —Nadie le creyó eso. Las delegaciones sindicales que visitaron el Palacio Legislativo –insisto, la mayoría compuestas por dirigentes afines al Gobierno–, cuando algún diputado del Frente les decía “ajustes fiscales eran los de antes”, dijeron “no, ajustes fiscales eran los de antes y son los de ahora”. El Gobierno del Frente se ha especializado en una especie de poemario de la terminología económica, entonces a la crisis le llamamos “enlentecimiento económico”, al ajuste fiscal le llamamos “consolidación fiscal”. No cambia la esencia, usted puede cambiar el nombre, pero no cambia la esencia. En eso me remito a una histórica frase de Guillermo Chifflet cuando estábamos en el Frente debatiendo el tema de las AFAP y Astori y el entonces senador Enrique Rubio planteaban que había que mejorar el proyecto de ley para mantener el apoyo a las AFAP. Y les dijo Chifflet: “No se puede maquillar a Frankenstein, usted póngale el nombre que quiera, póngale el maquillaje que quiera, va a seguir siendo Frankenstein”. Pero yendo al contenido, ¿qué nos propone el Gobierno? Que a la crisis la enfrentamos con ajuste fiscal, aumentando el impuesto a los salarios, aumentando el impuesto a las jubilaciones y achicando la inversión social y la inversión pública. Típica receta neoliberal.
EC —¿Usted entonces encuentra más coincidencias con la oposición que con el Gobierno?
ER —En estos temas no, porque en esto coinciden estrictamente.









