
EC —Algo hemos avanzado en esa dirección, pero falta muchísimo. Eso es lo que entiendo a partir de tu planteo.
JG —Yo diría que en algunos casos hemos involucionado.
EC —¿Por qué?
JG —Porque Uruguay ahora, al igual que una buena parte de América Latina, está vendiendo más productos primarios que antes.
EC —[Cuando decía que algo hemos avanzado] me refería, por ejemplo, a lo que vamos a charlar después de las 9 (en La Mesa TIC): en el sector tecnologías de la información hemos ido haciendo un camino. Pero todavía hay inconvenientes, hay frenos en esa dirección.
JG —Por supuesto, tenemos enclaves como la industria del software, la industria de la biotecnología. Son enclaves emergentes que tienen la promesa o el potencial de transformarse en industrias más importantes de exportación. Pero son enclaves, son incipientes, son primeros pasos. Es más, mis colegas que van a venir más tarde o los colegas de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información lo primero que dicen en todos sus informes es que les falta personal calificado, que por eso no pueden progresar.
Entonces Uruguay ya no puede competir produciendo bienes baratos, pero no puede competir produciendo los más caros y sofisticados porque no tiene las capacidades. No tenemos suficientes personas formadas con máster y doctorado, no tenemos suficientes graduados universitarios, solamente 13 % de los uruguayos tienen un título universitario, es insuficiente. No tenemos infraestructura tecnológica adecuada desde muchos puntos de vista para laboratorios de investigación, nuestros liceos no tienen la calidad suficiente para preparar para la etapa superior. Todo lo que necesitamos, toda la lista de deberes que tenemos que cumplir para transformarnos en un productor de bienes sofisticados está pendiente.
EC —Pasos ha habido en esa dirección, tú los mencionas en la nota: la creación de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación), el Plan Ceibal, el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, el Pedeciba, la Universidad Tecnológica, las universidades privadas, el Instituto Pasteur, la expansión de la fibra óptica, el desarrollo de energías alternativas. Esas son señales en la dirección correcta. Pero al mismo tiempo aparecen otras que son directamente frenos.
JG —Lógicamente, nuestro recurso escaso ahora es la voluntad de progreso. Cuando vemos Singapur, Corea del Sur, Israel, Taiwán, Nueva Zelanda, ¿qué encontramos ahí? ¿Encontramos oro, petróleo, diamantes? No, los países que tienen oro, petróleo o diamantes no son los que están mejor hoy, en realidad lo que encontramos en esos países es una voluntad colectiva de progreso. El problema en Uruguay es que ese es un recurso escaso, no tenemos una visión compartida entre los uruguayos. En este momento tenemos una pulseada, tenemos un conflicto de voluntades que se reproduce prácticamente todos los días, lo vemos en el Parlamento, lo vemos en los medios, lo vemos en las empresas públicas. Y es el mismo conflicto que uno puede ver por ejemplo en el caso de la inversión extranjera, en la reforma del Banco República, en los tratados comerciales.
Es la misma división de visiones. Hay una visión que mira hacia un Uruguay del siglo XIX industrial y otra visión que mira hacia la necesidad de que Uruguay sea un país actualizado tecnológicamente para salir de la trampa de los ingresos medios. La energía de los uruguayos se está desperdiciando en este conflicto –que no sé si decir entre las dos mitades, porque no lo puedo cuantificar–, hay dos grupos poderosos, uno que está viendo hacia un Uruguay modelo principios del siglo XX, fin del siglo XIX y otro Uruguay que mira al siglo XXI. Nuestra limitada energía se está desperdiciando en ese conflicto entre dos visiones. Hasta que esa visión no se resuelva no vamos a poder ir ni para un lado ni para el otro.
EC —Es a partir de ese cuadro, de ese razonamiento, que te detienes en la inversión que planea UPM y que el gobierno procura conquistar. Y tu visión no es muy elogiosa que digamos…
JG —No, no, por el contrario. Tengo una excelente opinión de Finlandia, yo soy un estudioso de la educación, la educación finlandesa es ejemplo a nivel mundial, a nivel liceal especialmente y primario. Yo fui a Finlandia, estudié su sistema educativo, tengo una hija que estudió en Finlandia, me parece una democracia que funciona muy bien. Tengo la mejor opinión de Finlandia, me parece que es un muy buen socio para Uruguay, entiendo que UPM es una empresa muy seria y que la industria forestal y papelera, al igual que otras industrias, tiene mucho potencial para contribuir.
Mi punto es otro, no es que tenga nada en particular contra este posible socio, sino que la inversión extranjera para un país que quiere progresar en la sociedad del conocimiento tiene que ser una inversión inteligente, que atraiga al país actividades que enriquezcan la capacidad tecnológica nacional. Porque Uruguay para atraer esta inversión está invirtiendo por encima de US$ 1.000 millones. Está invirtiendo un capital político, económico a largo plazo muy importante, que no digo que no valga la pena en determinadas circunstancias, pero para hacer este enorme esfuerzo hay que hacerlo aportando una inversión que forme técnicos nacionales, que produzca capacidad empresarial en el país, que forme empresas proveedoras que trabajen en actividades sofisticadas, que aprendan, y que en el mediano plazo los uruguayos o las empresas uruguayas, los institutos de investigación y las universidades uruguayas no participen únicamente en la producción industrial y la distribución, que es lo que pasa ahora. Porque los uruguayos solo tenemos participación en la distribución logística, con UPM 1 ya vimos lo que es una planta papelera, ya tenemos un ejemplo. Es una empresa que tiene 530 puestos de trabajo en Fray Bentos y los uruguayos participan como obreros en la planta industrial, unos pocos profesionales y después en la parte logística: camioneros, empresas de distribución, etcétera.









