
EC —Este álbum se complementa con un libro en el que incluiste las partituras de tus composiciones. No es algo frecuente.
LS —No, no es algo frecuente. Es una parte esencial del proceso creativo de este disco, hace realmente al resultado musical. Si yo no hubiera escrito estas partituras el resultado sería muy diferente.
EC —¿Por qué?
LS —Porque el hecho de escribir las partituras me obligó a tratar de buscar un lenguaje más universal, una cosa que pudiera ser reinterpretada por un músico que leyera las partituras. Eso te obliga a darle una forma diferente, no es simplemente una música que tiene que ver con mi manera de tocar el piano, sino que hay una búsqueda de darle un lenguaje más universal. Empecé a componer estas piezas en el piano, a tocarlas; después el hecho de haberlas escrito me obligó a componer sobre el papel, y cuando grabé el disco finalmente tuve que redescifrar esas partituras. Es un proceso que condicionó muchísimo el resultado final. Tiene que ver con el hecho de disco a disco ir buscando siempre nuevas maneras de componer y generarse nuevas situaciones a la hora de componer para llegar a resultados diferentes.
EC —Pero ¿para qué sirve el libro, pensado del lado del público? ¿Qué buscaste?
LS —Hay una cosa que para mí es esencial, la razón por la que hice este libro, que es compartir la música de una manera diferente. Compartir la música a través de un disco es una manera de compartir la música en la que cada persona que la escucha la hace suya y la interpreta de distintas maneras. El hecho de escribir las partituras genera una manera de compartir la música más libre, el tipo que lea esas partituras y las reinterprete se va a apropiar de esa música de una manera mucho más libre, con mucha más libertad que simplemente escuchándola. No sé cómo explicarlo.
EC —Siempre pasa, los músicos se escuchan entre sí y muchas veces toman composiciones de otros, las adaptan. ¿Entonces?
LS —Exactamente. Yo he escuchado muchas reinterpretaciones de mi música en internet, gente que toca las canciones, una vez escuché incluso una versión en murga de un tema mío. Es parte de eso, llevar un escalón más ese proceso.
EC —¿Con la partitura los ayudás o los complicás a los que vayan a tomar tu música?
LS —Mi intención es dar libertad total de interpretación. Con respecto a la música clásica hay una rigidez en cuanto a la partitura con la que no me identifico; no es que no esté de acuerdo, no me identifico con esa manera de la música tan estática, “esto se tiene que tocar así y no de otra manera”. Yo no lo siento así. Hay muchos compositores que reinterpretan por ejemplo Bach de maneras mucho menos cercanas a como la escuela dice que se tiene que tocar esa música. Para mí siempre es interesante tener esas interpretaciones más libres en la música, creo que le aportan.
También es esencial que exista el tipo que cultiva y que trata de tocar como se debía tocar en esa época. Las dos cosas son esenciales y permiten que los géneros sigan vivos. Es como con el candombe, es necesario que existan los tipos que cultiven la tradición y que traten de tocarlo como se toca tradicionalmente, pero es necesario que exista gente que retome esos ritmos y los lleve para otros lados, porque si no se transforma en un género del pasado y se muere, pasa a ser un género muerto. Los brasileños han sido unos genios en ese sentido, en cómo reconvertirse todo el tiempo, tenés los tipos que cultivan la tradición, pero la música brasileña se renueva día a día de una manera muy asombrosa, de la que nosotros estamos muy lejos. Con la música clásica pasa lo mismo, es necesario que existan reinterpretaciones de esa música para que siga viva.









