Por Claudio Ruibal ///
El pasado sábado 10 de octubre falleció a los 89 años el ingeniero Alberto Ponce Delgado, un grande de la ingeniería estructural del Uruguay, después de haber vivido una intensa vida, llena de logros profesionales y académicos.
Su gran pasión profesional fueron los puentes. En una entrevista concedida a la Cámara de la Construcción del Uruguay, publicada en un suplemento especial de El Observador en julio de 2009*, comentó: "Los puentes permiten unir dos zonas, generar y promover el comercio y contribuir al desarrollo de un país. Estar proyectando un puente es una satisfacción porque significa integrar. En lo personal, el ver culminada una obra es el sueño de un proyecto hecho realidad, que acerca a las personas al disminuir las distancias, y promueve el desarrollo".
Entre los muchos puentes que proyectó y construyó destaca el Puente Internacional Libertador General San Martín (1972-1976), sobre el río Uruguay, que une Fray Bentos con Puerto Unzué. Para el ingeniero esta obra fue un gran desafío. En el momento de su construcción significó un récord mundial por ser el puente de hormigón postensado con mayor longitud en su tramo central (222 m). Ganar la licitación no fue tarea sencilla para su equipo, porque a la licitación se presentaron los principales estudios de ingeniería en materia de puentes de EEUU, Francia y Alemania. Este puente tiene 5.365 m de longitud y 45 m de altura en el ancho del canal principal de navegación.
Dos otros puentes sobresalen entre sus obras: el puente sobre el Río Negro, en el km 329 de la ruta 6, que une Cerro Largo y Tacuarembó, que es el puente interno más largo del Uruguay (2.080 m), construido en 1985; y el segundo puente ondulado de la barra de Maldonado, construido en 1998 junto al puente realizado por Leonel Viera, siguiendo la misma geometría.
Además de puentes, realizó diversas obras de ingeniería de gran porte, como la infraestructura portuaria para la planta de Botnia, la reforma del Teatro Solís y la ampliación de los muelles de amarre del puerto de Punta del Este, por mencionar solo algunas.
Ponce se graduó como ingeniero civil por la Universidad de la República en 1957 con la máxima calificación y fue medalla de oro dentro de su promoción. En 1950 comenzó la carrera docente en la misma Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, que duró más de 60 años. A partir de 1997, con el nacimiento de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Montevideo (UM), se embarcó de lleno y con entusiasmo en el nuevo proyecto, asumiendo el cargo de primer decano y profesor de Puentes durante 14 años, hasta 2010.
Su prestigio profesional y dotes de liderazgo hicieron que sus colegas lo eligieran presidente de la Asociación de Ingenieros del Uruguay por dos periodos consecutivos (1985-87 y 1987-89). Fue miembro de la Academia Nacional de Ingeniería del Uruguay desde 1977, miembro correspondiente de la Academia Argentina de Ingeniería (1999) y Miembro de la Academia Panamericana de Ingeniería (2000).
Una anécdota que lo retrata
Siendo estudiante de Ingeniería, en 1950 se presentó a un concurso para ocupar un cargo docente. Era tal el prestigio de Ponce que, al enterarse que él se presentaba, otros interesados no lo hicieron para no competir contra él. Pero hubo otra persona, José Alejandro Ruibal, que sí se presentó porque necesitaba el trabajo ya que hacía poco había fallecido su padre. Ponce y Ruibal no se conocían entre sí hasta ese momento. El examen lo tomó el director –y cofundador– del Instituto de Matemática y Estadística, José Luis Massera. Ponce terminó primero. Antes de entregar preguntó a Ruibal si le faltaba mucho. Este le dijo que había terminado y que estaba revisando. Ponce le dijo: “Te espero y entregamos juntos”. Y así lo hicieron. Massera comprobó que los dos exámenes estaban bien, y les dijo que solo había un puesto disponible y que se lo daría a quien más necesitara el trabajo. Ponce y Ruibal se miraron y dijeron que lo tomarían entre los dos y que dividirían el sueldo disponible: la mitad para cada uno. Entonces nació una amistad que duró toda la vida.
Junto a su valía profesional destacaba su caballerosidad, su alegría y optimismo y su sincero interés por cada persona que trataba. Resolvía todos los problemas, técnicos y humanos, teniendo en cuenta siempre primero a las personas. Seis decenas de generaciones de ingenieros le están agradecidas por los conocimientos, pero más que nada por la pasión que les trasmitió.
En un acto celebrado el 29 de octubre de 2007, autoridades, docentes, personal administrativo y alumnos de la UM, así como colegas y allegados celebraron el 50 aniversario de actividad profesional del ingeniero Ponce. El ingeniero Manuel Vega, entonces vicedecano de Ingeniería de la UM, destacó de Ponce cualidades como su constante buen humor y su pasión: "Reconocemos en él, un ingeniero cien por cien, que disfruta siendo y haciendo de ingeniero, y lógicamente transmite a su alrededor esa alegría y esa afición por el trabajo bien hecho", sostuvo Vega.
Por su parte, Santiago Mullin, ingeniero civil egresado de la UM en la segunda promoción, coincidió con Vega. "Alberto es un hombre que nos ha demostrado que ser un excelente y muy respetado profesional puede y debe ir de la mano de un hombre de principios y valores. Alberto es un hombre que no solo predica sino que actúa con humildad, solidaridad, sencillez y profesionalismo", señaló Mullin.
En ese mismo acto de 2007, Ponce advirtió la importancia que tuvo en su carrera profesional y docente el diálogo e intercambio de ideas con profesionales de diversas áreas, docentes y alumnos. Sus palabras fueron: "Esa comunicación es como una inyección de vida. Por eso cuando algunos alumnos a fin de curso me agradecen las enseñanzas recibidas, les respondo que yo también les agradezco lo que ellos me han enseñado: a conocer la juventud, y también en lo técnico, cuando con sus especiales preguntas me sugieren respuestas que no tenía maduradas".
Esos agradecimientos se plasmaban muchas veces en sentidas cartas o placas recordatorias que le hacían llegar sus alumnos al culminar los cursos. Ponce las conservaba como un preciado tesoro que valoraba más que los premios y reconocimientos internacionales; y las mostraba con orgullo.
Una carta, fechada en diciembre de 2001, dice así: “Nosotros queremos transmitirle toda nuestra gratitud y cariño; aprendimos de usted que la humildad, el respeto, el afecto, el conocimiento y la dedicación son rasgos que hacen a una persona admirable. Es por todo esto que nosotros no solo vamos a recordar lo académico sino también todo lo ‘extra’ que aprendimos de usted”. Y otra de 2003: “¡Gracias por todo! Esa mezcla de pasión por la enseñanza, generosidad y sabiduría tan al alcance de cada uno de nosotros es algo que ninguno va a olvidar porque ha sido la razón de nuestra propia pasión por la ingeniería”.
Eran famosas y muy esperadas por los alumnos las visitas de estudio a sus obras. Son numerosas las fotos de estas actividades en las que aparecen todos con caras radiantes de alegría. Me atrevo a asegurar que Alberto era el que más disfrutaba.
Su dedicación y amor a su querida familia, que a su vez fue maravillosamente correspondido, es también un ejemplo que nos brindó con total naturalidad. Muchas anécdotas muestran los enormes esfuerzos del ingeniero y su núcleo familiar, para no desperdiciar momentos "memorables" de la vida familiar, a causa de las exigencias profesionales. Era habitual que Norma, su esposa, se acercara a las obras en las que Ponce Delgado trabajaba, para llevarle el almuerzo y compartirlo con él. Hacer esto un día o de vez en cuando no supondría nada extraordinario, pero hacerlo día tras día es muestra de un profundo amor.
La más famosa de estas anécdotas es la del momento en que se realizó la prueba de carga del vano más largo del Puente General San Martín. La contaba Alberto de la siguiente manera: “Después de que se terminó el puente Fray Bentos-Puerto Unzué, estaba previsto hacer un ensayo arriba del puente. Se había producido un pequeño accidente durante el llenado de hormigón de una de las vigas del puente y, además, el proyecto era un proyecto uruguayo, a pesar de que nos asociamos con otro grupo excelente argentino. Y como era un proyecto uruguayo decían: ‘Este puente se va a caer’. Era, en aquel momento, el [puente de hormigón postensado] más grande del mundo, récord mundial (…) También por ese motivo empezaba a circular en las poblaciones cercanas la versión de que iba a caer (…) Decidimos hacer un ensayo colocando piezas de hormigón en camiones y los camioneros tenían miedo, porque temían que se cayera el puente. Frente a eso nos pusimos con mi familia en medio del puente. Desde ahí, en el centro, empecé a dar las órdenes para que llegaran los camiones. Cuando vieron que yo estaba allí con mi familia empezaron a entrar y se terminó el ensayo muy bien. Las medidas eran todas de acuerdo a la teoría que yo había calculado y las deformaciones que tenía que tener”.
Los que tuvimos la suerte de tratarlo a fondo y de trabajar con él nos sentimos unos privilegiados. La Universidad de la República, la Universidad de Montevideo, la ingeniería nacional, el país y sus amigos le debemos mucho y le estamos muy agradecidos. El tiempo se encargará de valorar y reconocer su fecundo trabajo en bien de la sociedad. Mientras tanto, doy testimonio de que a su lado aprendí mucho de ingeniería y de humanidad.
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Sobre el autor
Claudio Ruibal, ingeniero, PhD, discípulo y amigo de Alberto Ponce Delgado, es decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Montevideo.
* "Los puentes son fundamentales para el desarrollo de un país", El Observador, Cámara de la Construcción, sábado 11 de julio de 2009, páginas 28 y 29, en formato PDF, disponibles en um.edu.uy.