El "corresponsal itinerante" de En Perspectiva Gabriel Díaz hace una parada este año y desde Uruguay nos traerá noticias internacionales que generalmente quedan fuera de agenda. Las novedades servirán como excusa para relatar su larga experiencia viajando por el mundo.
En esta oportunidad Díaz nos contó sobre su viaje a Ruanda en 2008 y cómo la prohibición de usar bolsas de plástico –práctica que hoy se extiende en varios países de África– sirvió para unificar a la población tras el genocidio de 1994.
EN PERSPECTIVA
Lunes 04.04.2016, hora 10.25
EMILIANO COTELO (EC) —El año pasado, desde que iniciamos esta tercera época de En Perspectiva, recorrimos durante ocho meses ocho países. Lo hicimos de la mano de nuestro corresponsal itinerante, Gabriel Díaz… Con él estuvimos en Calcuta, llegamos a Seúl, pasamos por Teherán, nos detuvimos en Atenas… Pues bien, este año este corresponsal tan particular hace una parada. Lo tendremos aquí, pero los viajes seguirán, en un nuevo ciclo de En Perspectiva, nuestra Columna Itinerante. ¿De qué tratará, a dónde nos llevará esta columna itinerante?
GABRIEL DÍAZ(GD) —Yo recuerdo que una profesora de geografía nos decía: recuerden que el mundo es uno y todos somos parte de él, y con esa excusa nos hacía memorizar las capitales africanas, 50 o más ciudades que teníamos que repetir como loros… Cuento esto porque creo que muchas veces en nuestro imaginario el mundo se acaba cerquita, a veces en la región, en Europa o EEUU, por la innegable influencia que esas culturas ejercen sobre nosotros. Casi siempre los países donde se profesa el islam son noticia por el terrorismo, por lo general solo sabemos de Níger cuando hay una gran hambruna y también es frecuente ver en la tele que Corea del Sur es noticia porque los parlamentarios se agarraron a trompadas o que hubo algún motín espectacular en una cárcel hondureña…Por eso creemos necesario ir más allá, traer otras noticias.
EC —¿Cómo cuáles? A ver…
GD —Serán precisamente hechos que por un motivo u otro quedan fuera de agenda. Por ejemplo, cómo en Costa de Marfil el fútbol se ha convertido en un potente factor de unión tras años de guerra entre sur y norte. Que en Perú se incorporaron las lenguas indígenas en los planes de estudio. Que en Australia se creó una aplicación para los teléfonos inteligentes contra el insomnio o la ansiedad que generan estos propios dispositivos. Que en la India una pequeña comunidad consiguió frenar la construcción de una represa que hubiese significado su desaparición. Que en Túnez tiene lugar el festival de cine más antiguo del continente africano. Nos vamos a preguntar cuál es la situación de las mujeres mayas en Guatemala o qué fue de Sarajevo después de 20 años de firmada la paz en Bosnia.
EC —Aprovecharemos esa herramienta, Internet, que nos permite viajar y conocer y enterarnos, pero también sacaremos provecho de tu experiencia. Contanos brevemente cómo es que te has convertido en un trotamundos…
GD —Arranqué a viajar con 20 años, con esa edad estuve precisamente en Sarajevo, cubriendo el cierre de tres años de guerra y ya después no paré. Me vinculé al mundo de la cooperación española viviendo en Barcelona, durante 15 años, viajé a países asiáticos, africanos y mucho por Latinoamérica, en Colombia por ejemplo estuve creo que más de cinco veces trabajando con víctimas del conflicto armado, con experiencias de pacificación… También quiero decirle a todos aquellos que nos escuchan, que nos escriban, que nos envíen mensajes haciéndonos sugerencias, contándonos sobre sus vivencias o inquietudes etc.
EC —¿Por dónde empezamos la recorrida hoy?
GD —Vamos por Senegal, porque en este país del oeste africano finalmente se pondrá en práctica una ley que había sido aprobada el año pasado y que prohíbe la producción, importación, venta y distribución de bolsas de plástico. La agencia EFE informa que cada día se ponen en circulación 5 millones de bolsas plástico en Senegal que acaban contaminando el suelo, el aire, el agua y que por ejemplo, entre tantos males, favorece la formación de charcos y la propagación de la malaria… Me interesaba traer este asunto hoy, porque es un tema del que Uruguay se empieza a ocupar tímidamente.
Sé que el senador Bordaberry presentó un proyecto de ley para limitar el uso de estas bolsas y que están trabajando mano a mano con el intendente de Montevideo en ese sentido. A ver, ustedes pueden imaginarse la complejidad de este tema e incluso en Internet hay un lío informativo bárbaro, porque una cosa es prohibir, otra es cobrar por su uso, otra es estimular el uso de las bolsas biodegradables. A modo de resumen, puedo decir que África está a la vanguardia en la lucha contra este tipo de material plástico, alrededor de 20 países lo prohíben terminantemente, entre ellos Gabón o Ruanda, país donde estuve trabajando y pude comprobar que efectivamente está libre de bolsas de plástico.
EC —¿Y cómo es eso? ¿Por qué Ruanda?
GD —Lo de Ruanda fue rarísimo. Por supuesto que muchos de nosotros, tal vez los más jóvenes no, tenemos presente el genocidio que ocurrió en 1994 y que fue trasmitido casi en directo por la televisión, en el que la comunidad internacional no intervino para frenarlo, y tuvo como consecuencia la muerte de entre 800.000 y 1 millón de personas de ese país situado en el centro de África. Llegué a Ruanda porque en un foro de Barcelona había escuchado hablar sobre una curandera que había salvado la vida de decenas personas en medio de la masacre y de una manera muy peculiar, que tal vez alguna vez podamos comentar al aire. Esa curandera era una mujer muy muy pobre, vivía en el medio del campo, y había ocultado en su granero a las personas que buscaban salvar su vida. Cuando escuché esa historia pensé: “tengo que encontrarla”, y así fue. No fue sencillo pero viajé a Ruanda con ese propósito y la encontré, encontré a esa heroína. Así llegué a Ruanda, pero vuelvo al tema: las bolsas de plástico.
EC —¿Qué pasó en ese viaje?
GD —Era de noche, habíamos hechos escala en Uganda, viajábamos creo que diez personas, entre ellas cinco adolescentes de EEUU que iban a ver las famosas reservas de gorilas de Ruanda. Llegamos al aeropuerto de Kigali, la capital, hicimos la típica cola y de pronto me separan; “y bueno –pensé– me tocó, con este sueño, a las tres de la mañana, ahora viene todo el cuestionario: qué viene a hacer, de dónde viene, adónde va, ha estado usted en tal o cual país, quiere asesinar al presidente…” En fin, el funcionario me miró seriamente y me dijo: “¿Trae usted en su equipaje alguna bolsa de plástico?”… ¿Cómo? –pensé yo–, ¿si traigo alguna bolsa de plástico? Era en serio… Claro, imagínense, llevaba cuatro o cinco envolviendo zapatos, etc. “Deposítelas aquí”, me dijo circunspecto.
EC —Y cuando llegaste a Kigali, la capital…
GD —Limpia como un templo, doy fe. Ni una sola bolsa de plástico. Las calles están impolutas. Las plazas, las carreteras, los jardines, las escuelas, los hospitales, las terminales de ómnibus, los restaurantes. Impresionante. A todo esto, tengo que decir, que yo no estaba enterado de esta medida. Era 2008 y todavía no era ésta una característica que de antemano uno conociera. Ahora sí, a estas alturas la información está en las guías de viaje, hay artículos, lo informa el consulado ruandés. ¿Y qué usan?, se preguntarán muchos de ustedes. Bueno, por lo que yo vi usan bolsas de papel, para todo lo que nosotros usamos bolsas de plástico. Ahí te das cuenta de que nacemos con una bolsa de plástico debajo del brazo y también que es posible buscar alternativas.
EC —Y ellos, los ruandeses, ¿cómo llegaron a ese extremo?
GD —Cuando preguntaba por el origen de la medida debo decir que no tuve ninguna respuesta convincente, claro que era por la contaminación, pero cómo se llegó precisamente a ese nivel, a ese extremo… Me vine a enterar de una forma un tanto accidentada, por decirlo de algún modo. Y lo cuento porque a veces las cosas llegan a nosotros de la manera más insospechada. Había salido yo de Kigali y estaba recorriendo la zona oeste, la del lago Kivu. Ustedes saben que Ruanda es conocido como el país de las mil colinas, es un paisaje único, fértil, muy verde, con una brisa constante que sopla suave todo el día. Y esa zona es especialmente hermosa. Bueno. En una de esas mil colinas andaba yo caminando en busca de una moto taxi que me llevase al poblado más cercano y lo conseguí, apareció la moto y marchamos. Y ya me dirán ustedes… ¿quién podía resistirse a inclinar la cabeza sobre la marcha, en la moto, y sentir aquella brisa fresca? Nadie, pocos. Yo no y lo hice. Sentí la brisa, pero muy poquito, porque una paloma o ave rapaz andaba justo, justito, en ese preciso momento, volando por aquella colina y se estrelló contra mi ojo derecho…
EC —¿Y qué pasó?
GD —Y fue un golpe seco, duro, como un porrazo inolvidable. Pueden imaginarse que empecé a gritar Stop! Stop!, me negué a continuar el viaje en aquella moto que yo ya consideraba maldita y emprendí la vuelta al poblado sin tener en cuenta la distancia, con el ojo emplumado, hinchado y con un humor de perros. El motociclista fue muy amable pero no hubo caso. Y después de llevar 20 minutos por una de aquellas mil colinas que yo maldecía… aparece un personaje, un hombre bajito, que iba en la misma dirección dispuesto a charlar conmigo en inglés… Créase o no, ese tipo era enfermero. Me acompañó al hospital, me desinfectaron el ojo… doy fe de que las plumas son elementos de muy difícil extracción…
EC —¿Y cómo llegamos a las bolsas de plástico?
GD —Llegamos, llegamos al tema, porque con Louis, el enfermero, me fui a comer. Y ahí me contó el drama del genocidio, la masacre de casi 1 millón de almas, de tutsis y hutus moderados, en aquellos tres meses fatídicos de 1994, en un país con 10 millones de habitantes. Es evidente que todos tenían en sus pueblos, en sus familias, alguna víctima o algún verdugo. ¿Cómo recuperarse de aquella situación tan cargada de odio? ¿Por dónde empezar? Por una decisión del Gobierno provisional y con el acuerdo comunitario, el país entero se puso a recoger bolsas de plástico por aquellos años. Porque necesitaban hacer algo, porque todo estaba por hacer. Y había toneladas y toneladas de bolsas de plástico en los árboles, los caminos todavía ensangrentados, en las casas, en el aire y en el agua… Y así fue cómo del paisaje fueron desapareciendo las bolsas de plástico, en una acción comunitaria que a la larga fue un motivo de unión y que hoy es ley. Así fue como casi sin buscarlo, paloma mediante, me enteré del origen de aquella medida de la que creo que podemos aprender mucho.
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Emitido en el espacio La Columna Itinerante de En Perspectiva, lunes 4.4.2016, hora 10.25
Enlaces relacionados
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