Por Ricardo Soca ///
En 1874, un grupo de pintores antiacadémicos (formado por Camille Pisarro, Paul Cézanne, Claude Monet, Edgar Degas y Auguste Renoir, entre otros) vieron sus trabajos rechazados por el Salón Tradicional de París y resolvieron presentar una exposición alternativa en el salón del fotógrafo Félix Nadar. El nombre de uno de los trabajos allí presentados –"Impresión, salida del sol", de Monet–, fue tomado por el crítico parisién Louis Leroy para denigrar a los pintores, calificándolos despectivamente como impresionistas.
Con este grupo se inaugura una era de colores puros y vivos y de pinceladas visibles y separadas, en contraste con la terminación perfeccionista de los clásicos. Se trataba de fijar en la tela no la imagen fotográfica de la realidad, sino las formas y colores tales como los percibe el ojo en un instante; deseaban plasmar en la tela la realidad que percibían sin consideraciones estéticas. "Pinto como los pájaros cantan", decía Monet.
A pesar de la intención peyorativa de Leroy, los pintores tomaron para sí el nombre de impresionistas; hasta entonces habían sido llamados “pintores de manera clara”, para distinguirlos de los de “manera oscura”, como se denominaba a los clásicos.
La palabra francesa impression, de donde proviene el nombre de esta escuela, se formó a partir del verbo imprimer, registrado en 1356 con el sentido de "oprimir, presionar", pero también con el de "provocar un sentimiento". A partir de la invención de la imprenta por Gutenberg, entre los diversos significados de este verbo se incluyó "imprimir" (un libro) y también "impresionar".
Impression proviene del latín impressio ‘marca’, ‘impresión en el espíritu’, sustantivo femenino derivado del verbo imprimere, formado por in– ‘en’ y premere ‘apretar’, derivado del indoeuropeo per– ‘golpear’.
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