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Urquiza esq. Abbey Road
Las guitarras de Gardel

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Por Eduardo Rivero ///

Si se le pregunta a un uruguayo cualquiera cuáles son sus canciones favoritas de Gardel, muy posiblemente contestará El dia que me quieras, Volver, Por una cabeza, Cuesta abajo, Amores de estudiante o Mi Buenos Aires querido. Vale decir, los clásicos temas de sus películas –en especial las últimas, filmadas entre 1934 y 1935 en EEUU– en las que canta acompañado por orquesta, en general la dirigida por Terig Tucci.

Los críticos, los “conocedores”, los fanáticos de siempre, aquellos que coleccionan sus discos y siguen fieles al ritual de sintonizar Radio Clarín “en las horas pares”, prefieren por lejos al Gardel acompañado por guitarras en maravillas como Milonga sentimental, Siga el corso, Duelo criollo, Naipe marcado, Muñeca brava o Sueño querido, entre cientos más. Es mi caso, precisamente. Lo prefiero rotundamente en esa modalidad donde despliega su arte milagroso con mayor libertad, jugando con el tiempo, adelantándose o atrasándose repecto al acompañamiento con mayor flexibilidad, sin atarse al marco mucho más rígido de la “gran orquesta”.

Sucede, increíblemente, que el acompañamiento de guitarras gardeliano ha sido objeto de un prejuicio histórico que no ha sido posible vencer. De esa manera, se ha dicho una y otra vez “Gardel canta maravillosamente pero sus guitarristas son muy malos”. Bien: en realidad son muy pero muy buenos. Exhibían imaginación, virtuosismo y un inmenso criterio para seguirle al cantor su viaje interestelar por los universos del talento más asombroso.

Hay una confusión básica: no es lo mismo tocar mal que sonar mal en las grabaciones. La tecnología –o mejor, dicho, sus carencias– ha operado en contra de los seis grandes guitarristas que acompañaron al cantor a lo largo de su carrera. Las grabaciones “acústicas” y luego “eléctricas” de las que han surgido los cientos de discos que existen de Gardel, primitivas, sin profundidad, inmutables a cualquier intento de “ecualización”, realizadas con los músicos y el cantor ubicados en semicírculo delante de un único micrófono o bocina, le hacen por lejos mucho menos justicia al sonido de las guitarras que al de la voz.

Las cuerdas –es cierto– suenan en general flacas, metálicas, ásperas. Pero lo que tocaban esos músicos era guitarrismo puro, muy buenos arreglos, que ejecutaban con flexibilidad y maestría y que, registrados por otro tipo de tecnología hubieran resultado muchísimo más gratos y efectivos.

Ese sonido de las guitarras gardelianas, que llegan a este presente desde grabaciones antediluvianas, le ha restado muchísimo público de las nuevas generaciones, a quienes les cuesta asimilar el hecho de que esa música viene de un tiempo determinado y juega con las reglas de ese tiempo. Lo que importa, como siempre, es la música, y no la tecnología.

Los seis guitarristas que trabajaron con Gardel en grabaciones y giras tuvieron el privilegio de estar codo con codo con un artista fenomenal, un talento único y, aunque el sonido no parece indicarlo, estuvieron a la altura del desafío. No solo fueron grandes intérpretes sino que en la mayoría de los casos también excelentes compositores que nutrieron al repertorio del cantor de grandes y exitosas canciones.

¿Quiénes fueron esos guitarristas? José “El Negro” Ricardo (1888-1937) fue el guitarrista que tocó junto a Gardel desde una fecha más temprana, ya que se inició acompañando al dúo Gardel-Razzano en 1916. Una vez que Gardel inició su carrera solista siguió junto a él hasta 1929, cumpliendo entonces 13 años a su lado. Se alejó intempestivamente del cantor mientras cumplían una temporada en el teatro Avenida de Madrid. Ricardo era un ejecutante muy completo y un inspirado compositor. Gardel grabaría once composiciones de su autoría, entre las que están Margot y la célebre Pobre gallo bataraz.

Guillermo Barbieri, “el Barba” según le decía el cantor, nacido en 1884 y muerto en el trágico accidente de Medellin el 24 de junio de 1935, es el guitarrista que más tiempo permaneció junto al artista: 14 años. Fue padre del célebre actor cómico Alfredo Barbieri y abuelo de la vedette Carmen Barbieri. El dúo Gardel-Razzano lo descubrió en la ciudad de Lincoln, provincia de Buenos Aires. Se inició como segunda guitarra de José Ricardo. Era el típico acompañante sobrio y sólido, pero el rubro en el que realmente se destacó fue la composición. Gardel le grabó nada menos que 32 autorías, entre ellas enormes clásicos del repertorio del cantor como Anclao en Paris, Viejo smoking, Barrio reo, El que atrasó el reloj, Preparate pa’l domingo y el vals Rosas de otoño.

José María “Indio” Aguilar fue el único uruguayo que acompañó a Gardel. Había nacido en la calle 19 de Abril de Montevideo en 1891 y murió recién en 1951 a causa de un accidente de tránsito, tras haber sobrevivido a la catástrofe de Medellín. Le decían “Indio” por su carácter áspero, que lo llevó a tener muchísimos entredichos con el cantante, que siempre fueron solucionados porque Gardel lo consideraba un músico fundamental por su notable talento guitarrístico. Fue el único de los seis guitarristas que basaba su interpretación en el uso de la púa o “plectro”, lo que le daba un sonido claro y poderoso. Para muchos fue su mejor guitarrista. Aguilar se incorporó al grupo de Gardel en 1928, luego de haber sido acompañante de uno de los rivales del cantor, Ignacio Corsini.
Si bien sobrevivió al accidente aéreo en el que murió Gardel, a causa del mismo quedó prácticamente ciego.
Su aporte como autor es también muy importante. Gardel le grabó once temas. Son suyos clásicos como Al mundo le falta un tornillo, Tengo miedo, Lloró como una mujer y el hermoso vals Añoranzas.

Angel Domingo Riverol, nacido en 1893 y muerto en Medellín apenas dos días después del accidente aéreo, del que había sobrevivido con gravísimas quemaduras, conformó un histórico trio junto a Barbieri y Aguilar. Ingresó al grupo del cantor en 1930, poco después del alejamiento de José Ricardo. Fue uno de los más destacados guitarristas de Gardel

Julio Vivas (1895-1952) estuvo junto a Gardel entre setiembre de 1931 y noviembre de 1933. Una curiosidad es que se desempeñó como bandoneonista de la orquesta de Julio de Caro hasta que, reclutado por Guillermo Barbieri, decidió volver a la guitarra para acompañar a Gardel.

Horacio Pettorosi (1896-1960) estuvo con Gardel apenas meses, en 1933, año de la última actuación del cantor en suelo uruguayo, donde, entre otros lugares, realizó la histórica audición en los estudios de CX 16 Radio Carve. Pese a su breve convivencia con el artista, hizo numerosas presentaciones y grabaciones integrando un memorable cuarteto junto a Barbieri, Riverol y Vivas. Participó del registro del tango Madame Ivonne, último del cantor en Buenos Aires.

Como fanático de Gardel, como músico y guitarrista, me resisto a que persista el mito de los “malos guitarristas” que acompañaron al ídolo y máximo cantante de habla hispana de todos los tiempos. El lugar común dice que Gardel cada día canta mejor. Yo diría, sin miedo al error, que sus seis grandes guitarristas cada día lo acompañan mejor.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

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