Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
El anuncio del Gobierno del presidente Tabaré Vázquez de que los impuestos sobre los sueldos aumentarán deja, a todas luces, una sensación amarga para los trabajadores en general y para los votantes del Frente Amplio en particular.
Qué duda cabe, a nadie le gusta que le toquen el bolsillo. Pero el deterioro de las finanzas públicas ya había sido alertado por numerosos economistas y era previsible que alguna medida dura se vendría.
Es verdad que antes de este ajuste fiscal tuvimos unas cuantas decisiones del Gobierno que hacían pensar que el panorama se volvía cada vez más oscuro. Primero, la negativa a rebajar los combustibles en momentos en que el precio del barril de petróleo estaba por el piso. Segundo, el ‘tarifazo’ y ‘patentazo’ que incrementó el precio de servicios públicos y tributos a comienzos de año.
Ahora, Vázquez le pidió al hombre que ha manejado la economía del Uruguay en la última década, que informara a la población de un incremento de impuestos que contraría las promesas de campaña del Frente Amplio.
"Ajuste fiscal en nuestro Gobierno no va a haber. No es necesario. Un déficit fiscal de 3 % se puede manejar perfectamente bien", decía el candidato presidencial del Frente Amplio, hoy presidente, en setiembre de 2014(*). La frase la recordaba ayer el diario El Observador y es especialmente significativa porque dos meses después, el mismo Vázquez hablaba incluso de "ir reduciendo la carga fiscal".
Pero el ajuste fiscal vino, aunque lo quieran bautizar de otra manera. Y no es "modesto", como dice el presidente. Es un ajuste fiscal tradicional al mejor estilo de las recetas que el Fondo Monetario Internacional suele darle a los países en crisis y que han sido históricamente criticadas por la izquierda uruguaya, una izquierda que ahora toma medidas a las que en otro tiempo hubiera calificado, sin dudar, de "neoliberales".
Lo peor del caso es que, a diferencia de ajustes fiscales anteriores, ocurre luego de una década larga de crecimiento económico, un período que algunos dirigentes frentistas califican como una "década ganada" con el respaldo de indicadores sociales que, justo es decirlo, mejoraron en algunos apartados.
Con más razón debe llamar la atención entonces, la velocidad del deterioro que experimenta nuestra economía.
No cabe ninguna duda de que el equipo económico, empezando por el ministro Astori, planteó un escenario de máxima en la ley de Presupuesto que estará lejos de cumplirse; que sobreestimó el crecimiento que tendría la economía y con ello la recaudación; y que ahora no le queda otra que dar marcha atrás, bajar expectativas y echar mano a la receta más dura posible, que incluye cargar contra los sueldos.
El resultado será sin duda una caída de actividad que golpeará como siempre a quienes menos tienen. Esa idea repetida hasta el hartazgo de que ‘pagará más quien tenga más’, como si fuera la definición exacta de justicia social, es una falacia. Quien tiene más sentirá mucho menos el golpe de un incremento de impuestos que aquel que gana poco y tiene que hacer malabares para vivir. Que le suban los impuestos a trabajadores que ganan menos de $ 30.000 en la mano y tienen muy poco margen de maniobra, está muy lejos de cualquier concepto de justicia social. Aquí, aunque el Gobierno se empeñe en decir lo contrario, la verdad es que sufrirá más quien tiene menos.
La caída previsible de ingresos de las empresas por la reducción de salarios, con seguridad derivará en menores niveles de demanda y se resentirá el empleo. Las finanzas públicas, a la larga, si la situación externa acompaña, se recompondrán. Y Uruguay no perderá su grado inversor, que es, a decir verdad, la mayor preocupación que tiene hoy el Ejecutivo.
Será a un costo muy alto para el Frente Amplio pues cada día que pase hasta 2019 le recordarán desde tiendas opositoras cómo rompió sus promesas de gobierno luego de adjudicarse todo el mérito por el crecimiento que comenzó después de la última gran crisis.
Será a un costo muy alto para empleados, empresarios y comerciantes -todos trabajadores, por cierto-, que una vez más deberán ingeniárselas para responder al afán recaudador sin límites de gobiernos totalmente ineficientes en reducir el gasto público, que debería ser el punto de arranque si se quiere poner la casa en orden y hacer sostenible en el tiempo cualquier mejora social.
(*) En el audio original se dice que estas declaraciones son de setiembre del año pasado, pero eso es incorrecto, fueron realizadas en la campaña electoral de 2014.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 25.05.2016
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Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.